‘The Currents’: estática musical en su esplendor
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El tercer disco de Tame Impala continúa la fuerte línea de exploración sonora que caracterizó sus anteriores dos trabajos Innerspeaker (2010) y Lonerism (2012). En esta ocasión se hace evidente una notable orientación más definida hacia la estructura pop sin abandonar aquellos sintetizadores que evocan espacios fugados a la par de una voz fuertemente reverberada.
La clave para comprender el trabajo de este acto australiano radica en la mente creativa de Kevin Parker, un genuino artista independiente, destacable por su habilidad para grabar y capturar sonidos con herramientas poco o nada profesionales. Entonces se configura un universo de posibilidades recursivas donde la inventiva subyuga a la técnica, manteniendo el resultado cualitativo inalterado, he ahí la genialidad en Tame Impala, un balance caótico de constantes afrentas a lo establecido técnica y musicalmente.
En el aspecto musical, cada uno de los 13 tracks que compone este trabajo contiene tal cantidad de información musical que evoca, al mismo tiempo, varios puntos a lo largo de la historia del rock and roll. Sobre una base notablemente influenciada por el trabajo de Prince en los 80, podemos comenzar a reconocer notas de R&B, tintes progresivos, guiños psicodélicos o aquellos infecciosos grooves del funk setentero. Todos al unísono y en diferentes matices a lo largo de cada una de las canciones. Este concepto de estática musical alcanza su esplendor a lo largo de un recorrido muy bien balanceado que se despliega durante algo más que 50 minutos en los que se hace evidente una estrategia de producción y mezcla muy efectiva, voz y teclados al frente, guitarras en el plano más lejano y baterías sobreprocesadas, incluso si vienen de tomas orgánicas. El resultado deriva en una textura singular, un entramado sonoro que confunde el oído acostumbrado a la producción conservadora.
Líricamente, este trabajo aborda la idea de transformación desde varios enfoques, denotando un sentido catártico que se explica en sucesivas entrevistas a Parker, un confeso autoterapeuta musical.
Tal como ocurre en momentos específicos a lo largo de la historia del rock and roll, Parker logró comprender que el pasado, musical en este caso, es una fuente de inspiración y a la vez un pedestal desde el que se puede dilucidar el futuro y hacer un salto cualitativo. En ese sentido, la música de Tame Impala es una entre contadas propuestas que crean un hilo conductor para lo que viene a la vuelta de la esquina, aquel necesario respiro al agobiante mainstream.
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