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En Santiago hay un hogar para monos maltratados

Después de padecer abstinencia, Nicolás, un mono capuchino, logró superar una adicción al alcohol impuesta por sus antiguos dueños y está protegido en un Centro de Primates de Santiago, donde junto a él un centenar de primates recuperaron su dignidad.

Antigua mascota de comerciantes de Santiago, sin sus colmillos y obligado a fumar y beber, arribó como un adicto hace más de una década al Centro de Rehabilitación de Primates de Peñaflor, en las afueras de Santiago.

“A los dueños les gustaba darle alcohol, porque les gustaba la reacción que tenía al tomar. Se ponía más agresivo y entonces eso les causaba risa”, cuenta Nicole Rivera Helbig, veterinaria responsable del centro, mientras acaricia a Nicolás.

Después de ser rescatado por la Policía, Nicolás —un primate del tipo Cebus apella— recibió un tratamiento similar al que son sometidos los humanos con adicciones. Pasó por todas las etapas de la rehabilitación y, tras soportar la abstinencia y ser tratado con antidepresivos, logró recuperarse. Su caso no es aislado.

El alcohol, junto con “cigarrillo y la droga, son lo más común que le dan a los monos, porque lo ven como un juego”, señaló la especialista.
En el centro hay además un mono que fue adiestrado para extraer sin levantar sospechas alhajas a desprevenidos y una primate anciana que soportó en un laboratorio experimentos hormonales.

En medio de una exuberante vegetación, que intenta emular el hábitat de las especies que alberga, el centro acoge a unos 150 primates, de variadas especies como los monos araña (Ateles geoffroyi), que sobresalen por sus miembros largos y extremadamente ágiles, hasta los primates ardillas (Saimiri sciureus), con su esponjoso pelaje y pequeño tamaño.

Todos llevan sobre su cuerpo las marcas de amarras, mutilaciones y señas de su pasado de horror.

El centro fue creado por Elba Muñoz, una amante de los animales que junto con su familia hizo de su afición una forma de vida.

“Aquí los monos aprenden que son monos. Porque cuando están en una casa no son monos, no pueden desarrollar las conductas típicas de la especie. Así que no son monos, y tampoco son niños, entonces son nada”, comenta Elba.

Muñoz cuenta con orgullo cómo el centro abrió sus puertas en 1994, luego de que un mono llegara a su casa como mascota y le abriera los ojos sobre la tortura que viven estos animales exóticos al ser capturados.

Ahora, cada mañana, un concierto de chillidos y movimientos desenfrenados de los monos la reciben a ella y al resto de los trabajadores del centro, que reparten entre decenas de jaulas frutas y verduras minuciosamente clasificadas.