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Rodaje de ‘Beasts of No Nation’, una pesadilla

En Grecia antigua, los dioses amaban inmiscuirse en el día a día de los humanos. Si Zeus o Atenea decidían interponerse, no había hazaña posible. Es más, a menudo castigaban con alguna condena divina.

Dos milenios después, al parecer siguen en ello. Y se han cebado con Cary Fukunaga (Oakland, 1977). “Me preguntaba constantemente: “¿Por qué los dioses están en contra de esto?”. “No sabía si al final tendríamos un filme; mientras el barco se hundía, solo intentaba quitar el agua”, recuerda.

Porque el rodaje de su última película, Beasts of No Nation, fue una pesadilla. Aunque Fukunaga suele “terminar” lo que empieza y así fue: el filme sobre el periplo de un niño soldado, distribuido y emitido por Netflix, es real.

“Ha sido mi proyecto más difícil. Mucho más que True Detective”, relata el hombre que dirigió la primera temporada de la serie, exaltada casi unánimemente por la crítica. Para salir a la luz, Beasts of No Nation sorteó todo tipo de obstáculos. Idris Elba, uno de los protagonistas, estuvo a punto de precipitarse por un barranco de 30 metros y se salvó agarrándose a una rama. Fukunaga también flirteó con la muerte: casi pisó una serpiente letal.

El cineasta no pudo esquivar, eso sí, la malaria, que contrajo al llegar a Ghana —era la primera vez que un equipo de EEUU rodaba allí— y le dejó exhausto con el filme por delante.

La lista de maldiciones continuó implacable: la comitiva fue asaltada por bandidos y sus todoterrenos se quedaron atrapados en unas marismas.  Además, Fukunaga reescribía las secuencias cada mañana, según cuántos actores autóctonos habían decidido abandonar el set.

Eso sí, “lo peor fue cuando nuestro asesor militar y varios miembros del reparto fueron detenidos en Costa de Marfil, acusados de ser mercenarios. Eran ocho personas y aparecieron de la nada”, rememora el director, que también se llevó como legado un parásito en la barriga que le dejó delgadísimo. Pero Beasts of No Nation era demasiado importante: hacía una década que el cineasta quería rodarla.