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‘Procrastinación’, investigando los límites

En 2009 se estrenaba el filme boliviano Airamppo semilla que tiñe de los directores Alexander Muñoz y Miguel Valverde. Esta película significa una ruptura conceptual en el modelo de producción local; si bien no fue la única cinta en la primera década del siglo XXI en hacer esto, fue quizá la que llegó más lejos en su provocación creativa y modelo de producción. Seis años después llega Procrastinación (2015), de Sergio Pinedo, obra de riesgo que sigue de algún modo la línea de Airamppo.

El filme lleva al límite las posibilidades creativas, el margen de libertad que tuvo el equipo creativo para la experimentación —como explicó alguna vez el director— abre las puertas para caminar por sendas que se van construyendo al andar, deconstruyendo la realidad y cuestionando la estructura de la ficción como género e incluso el registro documental como discurso. Si hablamos de independencia en el cine, Procrastinación es ejemplo para entender este concepto.

La palabra Proscrastinación se refiere al aplazamiento o al incumplimiento de una obligación o al desarrollo o avance de algo. Características de comportamiento, quizás formas de ser boliviano, se ven a través de una familia disfuncional que sale de los estereotipos de la familia tradicional, o de lo que se piensa que es tradicional. En ese sentido, la ópera prima de Pinedo hace una lectura crítica y agresiva de Bolivia, no brinda concesiones a sus personajes ni al espectador. Tanto es así que a lo largo del filme las referencias al incesto y matricidio, entre otros, están presentes.

La opción por el formato de registro en VHS no responde a una gratuidad, más en tiempos donde la calidad de un filme se mide no por su contenido y la forma sino por la tecnología, por los dólares invertidos en la producción, por el destinatario, por el espacio de circulación y por los premios que gana; en ese sentido asume un riesgo que responde al universo que crea la misma cinta. Sin embargo, este riesgo es ambicioso en tanto critica esas banalidades en realizadores y productores actuales. Esto además se refleja en la transgresión de Pinedo, pues por momentos asistimos a intervenciones que usan la imagen movimiento para dotar de realismo a lo que parece una puesta en escena o un cotidiano registro, además de esbozar tímidamente posturas sobre el arte, en particular el cine, y la tradición cinematográfica boliviana.   

Si bien Procrastinación lleva la firma de Pinedo como director, no se deja de percibir ecos de un trabajo colectivo, en cuyo caso eso le dotaría de más valores de ruptura en la pacata y ciertamente vanidosa escasa producción fílmica boliviana.