La vida con mascarilla y purificador en un Pekín contaminado
Polución. Los pobladores adoptan una serie de medidas para evitar respirar el aire viciado
Nada más levantarse, el pequinés mira su celular. Pero no para ver los mensajes, sino cómo está el aire: si tiene que volver a salir con mascarilla o si debe encender su purificador de aire, un electrodoméstico en las casas y oficinas de los habitantes de la capital.
“Cada mañana, miro a ver cómo está de mal el día en mi móvil y chequeo el purificador de aire que tengo para ver también cómo está de contaminado dentro de casa”, explica Christina, taiwanesa residente en Pekín, donde trabaja para una compañía publicitaria desde hace años.
El purificador de su casa estaba en “color rojo”, el mismo de la alerta anunciada por el gobierno local. La primera vez que las autoridades deciden activar la máxima advertencia por contaminación en la ciudad.
“Estaba igual de contaminado dentro que fuera. Estoy valorando comprarme una o dos máquinas más para mi casa, que es grande y con una no basta”, comenta Christina, en cuya vivienda, como en la mayoría de construcciones de Pekín, las ventanas no están bien selladas y resulta difícil —por no decir imposible— que el aire de afuera no se cuele aunque estén cerradas.
A pesar de que algunas compañías han dejado que sus trabajadores se queden ayer en casa, esta taiwanesa ha tenido que ir a su oficina como cualquier otro día. “Como siempre, he cogido mi mascarilla. En la oficina, en cada despacho hay una máquina que purifica el aire y en los espacios públicos hay dos”.
En la misma situación se encuentra una empleada de una organización internacional. “Todos los días cojo la bici para ir al metro y me pongo la mascarilla. Hoy también (por ayer)”, contó en la hora del almuerzo.
La mujer, originaria de la provincia sureña de Sichuan, está especialmente preocupada por su hija, de tan solo un año. “Les he dicho a mis suegros que pongan la máquina purificadora a toda potencia y que no saquen a la niña a la calle”, precisa.
La medida, que podría parecer de urgencia, forma parte de su rutina en la capital. “Siempre que hay contaminación lo hago y en los últimos siete días, ¡solo hemos tenido un día en el que he podido sacar a mi hija!”, se lamenta. Sin embargo, entonces no se pasó de la alerta naranja, la segunda en gravedad ambiental.
Una de las situaciones más criticadas en la región es que el gobierno local no recomendara entonces a las escuelas cerrar sus puertas, como sí ha hecho con esta alerta roja, decretada con niveles de contaminación muy inferiores. Esta medida reciente alegra a la hija de Christina.