Icono del sitio La Razón

Estrenos ciencia ficción en 2015

Con la efervescencia que genera Stars Wars Episodio VII (J.J. Abrams, 2015) este fin de año nos vemos obligados a pensar en el género de donde surgió la franquicia, la ciencia ficción y en este sentido pasar revista a las películas del género o próximos a él que se exhibieron en Bolivia.

Intentando acercarnos a estas cintas, encarándolas desde la necesidad de un principio trascendental-marca del género, nos encontramos con la siempre atractiva “la fuerza”. Quizás este prurito de trascendentalismo que demandan los personajes en un universo secularizado sin promesas de reconciliación entre hombre y universo o el todo, es la clave del éxito de la saga Star Wars en tanto promesa sobre lo inconmensurable, elemento fundamental en el género que se funda en la incapacidad de reconciliación entre hombres y universo, en este caso durante siete episodios asistimos al despliegue de la fuerza, sin aun reconocer en qué consiste. En este sentido, adolescente, las chicas de Tomorrow land (Brad Bird, 2015) nos permiten viajar en el tiempo no como una virtud o talento sino como un accidente, por lo cual las cargas morales son visibles y le dotan de potencia al filme, pues si Star Wars reduce la moral al enfrentamiento viril entre buenos y malos, la cinta de Bird se sitúa sobre la posibilidad de las salidas del universo interior que no puede lidiar con el manejo de los viajes temporales.

En ambos casos la búsqueda del equilibrio es el disparador de la narrativa, en Mad Max (George Miller, 2015) los delirios de grandeza, la bondad y la fraternidad son marginalizados a favor de la exploración de la condición humana, no como un estado de moralina —bien contra mal— sino desde la interrogante estrictamente sobre el lugar en el mundo, en un mundo postapocalipsis donde no existen certezas.

En estas tres piezas la utopía es posible —lugar necesario en el género— sin embargo, en Sueñan los androides (Ion de Sosa, 2014) un universo donde los androides tomaron el control, se presenta con el tedio de la actualidad. Sin efectos ni estridencias, esta versión contemporánea de Blade Runner intenta retratar un mundo sin utopías.

Esta tan anunciada muerte de la utopía encuentra un contraste negativo en Chapie (Neill Blomkamp, 2015), donde nuevamente los humanos se transforman en perseguidores actualizando al género, pues si antes el fantástico solo eran monstruos, extraterrestres y la galaxia, la ciencia ficción se renueva interrogando al humano, ya no con figuras exteriores, sino con la humanidad misma.

La humanidad ya no como portadora de la fuerza o algún elemento trascendental, sino como especie librada a su suerte en 1963 JK (Peter Zulman, 2015) como homenaje al género (viajes en el tiempo, contacto extraterrestre, misticismo, tecnología, biotecnología) plantea el viaje en el tiempo de un comando vegano situado en 2020, quienes son enviados a 1963 para evitar la catástrofe de la humanidad. Algo similar encontramos en Autómata (Gabe Ibañez, 2014), donde la duplicidad, engaño y camuflaje del hombre será la clave del apocalipsis.

En 2016 parece vislumbrar la renovación del género, como ocurre con el cine de terror, la ciencia ficción parece ser una fórmula infalible para explorar nuevas formas y el intentar pensar al hombre; sin embargo, en tiempos donde las respuestas no se encuentran en los semejantes, los otros —terror y ciencia ficción— son necesarios como evasión de lo cotidiano a favor de lo trascendente.