Miradas de la primera década
Una breve colección de temas, sensibilidades y objetos de la primera década del proceso puede iniciarse con el retorno del cine oficial, financiado por las empresas públicas que embadurnan la historia de Bolivia a favor del relato estatal triunfante, las mismas que se exhiben en salas, como en la variopinta red de televisoras (para)estatales.
La década que nos toca, inicia con imágenes inéditas y la pregunta obsesiva que interroga por un “nosotros”, “quienes somos” y “cómo nos miramos”. La imagen inaugural: la entronización de Evo Morales y la posterior ceremonia republicana. Ambas construcciones visuales dejaron registros; sin embargo, en la ceremonia de Tiwanaku, por unos segundos la historia se detuvo: Evo no sale en pantalla, la imagen queda flotando, el encuadre no tiene un centro de atención, como si la historia se hubiese suspendido. Esa situación de invisibilidad puede interpretarse como la anticipación, irresuelta, de un nuevo régimen de visibilidad, la promesa de descolonización desde y con la mirada y, por supuesto, un nuevo estatus de la imagen del poder y el poder de las imágenes. (Quizás el no tener al centro del cuadro al poder permitió pensar por un parpadeo en la periferia y en los invisibles que le habitan).
Una breve colección de temas, sensibilidades y objetos de la primera década del proceso puede iniciarse con el retorno del cine oficial, financiado por las empresas públicas que embadurnan la historia de Bolivia a favor del relato estatal triunfante, las mismas que se exhiben en salas, como en la variopinta red de televisoras (para)estatales. Irrupción de multisalas y reapertura de la Cinemateca Boliviana; democratización de la imagen mediante el uso y la apropiación de dispositivos de registro compactos y celulares. Aparición de pantallas: redes sociales, espacios culturales, proliferación de videoclips. Cine de género. La calle como lugar de consumo de imágenes; discusiones sobre la ley del cine; retorno de la crítica cinematográfica; manifiestos cinematográficos. Creación de laboratorios, talleres, escuelas y carreras de cine. Proliferación de libros sobre cine; ley de telecomunicaciones. Piratería. Cine evangélico. Premios y concursos de cine; investigación cinematográfica, nacimiento y desaparición de festivales de cine en todo el territorio. Extractivismo de imágenes por parte de producciones y productoras extranjeras. Estetización de la diferencia a favor del exotismo redituable. Colonialismo y despolitización de los autores, en tanto el gesto de mirar y retratar parecen no haberse reconocido con los nuevos tiempos, además de profundizar sus niveles de apatía política. Vaciamiento ideológico en el debate sobre la condición intelectual del cine a favor de proyectos que se plantean artístico-culturales y la aparición de un cine marginal.
El cine marginal como fenómeno invisible, que habita la periferia, lejos del centro y pantallas grandes, entraña la interrogante sobre la descolonización, las condiciones de producción y la carencia de políticas de fomento, pues son cines que se producen en la marginalidad de las ciudades del eje central, sus circuitos de comercialización son los mercados y ferias, sus gestores no discuten sobre leyes, apoyos ni cuotas de pantalla, es quizás el escenario donde la imagen cinematográfica se reinventa a partir del consumo de narrativas industriales, de ahí la interrogante sobre sus grados de descolonización y emancipación o, en su defecto, cualidades reproductivas de narrativas hegemónicas, pero la década atestiguó la emergencia de estas imágenes. En este mismo sentido, la producción de cortometrajes conscientes de las limitaciones en la distribución asumió de manera autogestionada su producción, exhibición y distribución, situando al cortometraje como el formato con mayores éxitos para la cinematografía boliviana.
Existen elementos provocativos como la continuidad inalterable de un saber hacer cine, el cual sostiene un poder en torno a la creación de imágenes, en este sentido la descolonización que fomentó el nuevo Estado se diluye a favor de condiciones coloniales para la creación de imágenes, sin embargo, contabilizamos algunos ejemplos particularmente atractivos para pensar que estas relaciones, imaginarios y taras van desapareciendo, piezas que desde posiciones ética y estéticas permiten esbozar ideas sobre cinematografías posibles que intenten resolver el enquiste de nuestro tiempo: ¿como nos miramos?, y por añadidura pensar en la posibilidad de una transformación en el saber/poder cine. Algunos de esos títulos: Lo más bonito y mis mejores años (2005, M. Boulocq), Airampo (2008, Valverde y Muñoz), La venganza del amor 2 (2009, Hermanos Sandoval), Zona sur (2010, J. C. Valdivia), Pandillas de El Alto (2010, Colectiva. E. U. Puerto de Rosario), La cholita sin cabeza (2011. R. Mamani), Ríos de hombres (2011, Tin Dirdamal), El corral y el viento (2014. M. Hilari), Procrastinación (2015. S. Pinedo) y en metrajes menos extensos: La chirola (2008. D. Mondaca), Humillados y ofendidos (2008. C. Brie), Abuela grillo (2009. Denis Chapon), Tic tac (2010. Diego Pino), Enterprise (2010. K. Russo), Juku (K. Russo), Max jutam (2011. C. Piñeiro), Memento Mori (2012. Daniela Wayllace), Plato paceño (2014. C. Piñeiro), Bolivia (2014. S. Pinedo), Nueva vida (2005. K. Russo).
Nota: La experiencia del cine comunitario como también el cine oficial proto propagandístico serán abordados en textos futuros.