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Isla italiana de la playa rosada será nuevamente subastada

La isla sarda de Budelli, con su famosa playa rosada, es una de las joyas del Mediterráneo y ahora podría ser nuevamente subastada después de que su último comprador se haya echado atrás por las restricciones de esta reserva natural italiana.

Inserta dentro del Parque Natural de La Magdalena, un archipiélago al norte de Cerdeña, Budelli sirvió de escenario para la fábula con la que el cineasta Michelangelo Antonioni comenzaba su Desierto Rojo (1964), lo que le concedió notoriedad internacional.

El director (1912-2007) mostró al mundo las cristalinas aguas que bañan este lugar de 200 hectáreas, su selvática vegetación, su orografía tranquila y deshabitada, y su impresionante e icónica playa rosada debido a la mezcla de la arena con fragmentos de coral.

Su esencia permanece intacta debido a que la isla está catalogada por el Estado italiano como reserva natural integral, lo que prohíbe cualquier tipo de construcción en su territorio. Esto ha sido así desde la década de los 60 del pasado siglo, ya que hasta entonces “muchos vándalos acudían a este lugar para llevarse su arena”, tal y como lamentó en declaraciones a Efe Vincenzo Tiana, miembro de la asociación ecologista Legambiente Cerdeña, quien subrayó que la playa “está poco a poco recuperándose”.

Estrictos. Su protección es tan estricta que nadie puede poner un pie sobre ella sin la presencia de un técnico del Ministerio del Medioambiente, apuntó a Efe el presidente del Parque de La Magdalena, Giuseppe Bonanno.

Sin embargo, al mismo tiempo, se trata de un área privada, es decir, que requiere de un propietario para su gestión y manutención desde que a mediados del siglo XIX fuera dividida en partes y vendida al mejor postor.

Hasta hace pocos años su propietaria era la inmobiliaria milanesa Gallura pero, tras la quiebra de la misma, el Tribunal de Tempio (Cerdeña) sacó a subasta la isla para saldar las deudas de la compañía. Fue entonces, en noviembre de 2013, cuando apareció el empresario neozelandés Michael Harte, quien ofreció una suma próxima a los tres millones de euros y un proyecto con el que quería convertir la isla de Budelli en “un museo a cielo abierto”.

A pesar de ello, el magnate, que considera Budelli como “una perla rara” y paradisíaca, ha visto cómo su entusiasmo iba desapareciendo poco a poco debido a las férreas prohibiciones medioambientales que rigen el lugar para lograr su conservación.