Mil huérfanos afectados por el sida, en un pueblo
Ancianos, adultos y niños trabajan para sobrevivir
Nyumbani Village, en Kenia, es un pueblo de aldeas como cualquier otro aunque con una demografía bastante inusual: mil niños y un centenar de abuelos afectados por el sida.
Unos perdieron a sus padres y otros se quedaron sin hijos por culpa de la enfermedad, en algunos casos dentro de la misma familia. Ahora viven juntos en una aldea sostenible creada hace 10 años por la ONG Children of God Relief Fund en Kitui, en el centro del país africano.
“Todos han pasado por situaciones terribles y muchos han sido maltratados, no tanto por la enfermedad, ya que solo 81 niños están infectados, sino por su condición de huérfanos o por haber perdido la seguridad económica que les ofrecían sus hijos”, explicó el director de Nyumbani, Rafael Nganga. El pueblo cuenta con dos escuelas, un centro politécnico, una modesta clínica y varios pozos de agua. Todo gira alrededor de una premisa: ser lo más autosuficientes posibles para reducir costos e integrarse en el entorno.
Los niños viven en grupos de 10 acompañados por una abuela —en realidad son 93 abuelas y seis abuelos—, que solo tienen lazos de sangre con algunos de ellos, pero que los cuidan a todos como si fueran suyos. Es importante que se sientan parte de una familia y, al mismo tiempo, mantengan los valores de su comunidad.
Cada una de las casas, agrupadas de cuatro en cuatro, dispone de una pequeña parcela de tierra en la que las abuelas cultivan maíz, legumbres y otros vegetales con la ayuda de los niños, igual que harían si no estuvieran en Nyumbani. Y, desde hace unas semanas, también tienen electricidad. Como todas las iniciativas en este poblado, el centro politécnico busca contribuir a la autosuficiencia del pueblo y ofrece cursos de formación profesional —electricidad, carpintería— tanto a los chicos del orfanato como a los de las comunidades vecinas.
De hecho, en la vida diaria intentan tener contacto con las aldeas cercanas —las escuelas son públicas, comercian con los excedentes agrícolas, compran productos que no pueden producir como el azúcar o el arroz— y así Nyumbani se convierte, casi sin quererlo, en un pueblo como cualquier otro.