Aaron Paul refleja la cara de pillo bondadoso que conquistó al público en Breaking Bad, con Jesse Pinkman, del que, admite, le cuesta distanciarse, pero sabe que lo conseguirá porque “solo los fuertes sobreviven”.
“Ése fue el mejor consejo que recibí en Hollywood”, confesó el actor de 36 años ganador de tres Emmy. “Ése y no comer nieve amarilla (nieve con orina). Hay que prestar atención. Soy fan de la nieve”, añadió entre risas.
A veces es difícil distinguir entre Paul y su personaje en aquella mítica serie, dos tipos unidos por su buen corazón y un sentido del humor muy particular.
“Hablando en serio. Tenía 17 años cuando me dijeron aquello y se me quedó grabado. Uno debe luchar siempre por sus sueños y no permitir que nada ni nadie te detengan. Si lo quieres con la suficiente fuerza y por los motivos adecuados, ocurrirá”, manifestó.
A estas alturas de su carrera, Paul tiene un objetivo entre ceja y ceja, y es escapar de los guiones que inundan las mesas de sus agentes con personajes que recuerdan constantemente a aquel drogadicto de buenas intenciones que era Jesse Pinkman. “Me han ofrecido innumerables veces el mismo papel. Siempre los he rechazado”, manifestó.
Su último intento es Triple 9, una cinta de acción con la firma de John Hillcoat (The Road, Lawless) en la que un exmiembro de las Fuerzas Especiales lidera un grupo de policías corruptos y exsoldados envueltos en una turbia operación, repleta de robos, engaños y traiciones, orquestada por una jefa mafiosa.
Paul encarna a uno de esos efectivos envueltos en la trama, un experto en armas atormentado por la trágica pérdida de alguien muy cercano. “Creo que Breaking Bad me ayudó a perfeccionar a los tipos problemáticos”, reconoció.
“Cuando empecé en la serie no era malo, pero tenía mucho que aprender. Aún lo pienso. Allí adquirí mucha práctica. Lo cierto es que me atraen los personajes con conflictos, emocionalmente desgarrados. Me encantan los tipos malos con buen fondo”, agregó.
Y todo se lo debe, reconoció, a Vince Gillian, el creador de Breaking Bad.