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Carga Sellada, los años pasados

En los últimos diez años Bolivia ha experimentado grandes —y complejos— cambios estructurales en lo social, lo político y sobre todo, en lo económico. Esto se hace más evidente cuando uno ve una película pensada y realizada hace más de una década. Ciertas idealizaciones concretas sobre sujetos sociales: la comunidad, y una puesta en escena de la dicotomía bien vs. mal con un sentido maniqueo tal vez podrían entorpecer el relato, pero es necesario ser consciente desde dónde, en el espacio y el tiempo, se nos está contando esta historia.

Carga sellada de Julia Vargas Weise es una ficción basada en hechos reales sucedidos en el país en 1995 (por este dato tampoco es correcto hacer una abstracción del momento donde se suceden las acciones) en pleno auge del sistema neoliberal cuando el país se lo había rifado a intereses extranjeros —eran los años de la capitalización— cuando la soberanía nacional era violada continuamente, con permiso de las autoridades locales, por los extranjeros.

Y así empieza la película, con la orden superior a un capitán de la Policía para que se haga cargo del traslado de una supuesta carga de materiales tóxicos.
El capitán Mariscal tiene una nueva misión antes de ser enviado a cumplir funciones para la Policía Nacional en Washington. No hay mucho azar en el guion, que escrito por Juan Claudio Lechín destila algo de nostalgia por las glorias sindicales de la COB en diálogos que así lo recuerdan. Por eso mismo es sugerente la figura del maquinista anarquista interpretado por Luis Bredow, quien no se somete a las órdenes de un policía pero parece estar al servicio de su vieja locomotora. Bredow alcanza uno de sus mejores, o quizás el mejor, de sus papeles en el cine con este largometraje.

La reducida tropa que se hace responsable del cargamento, en la misión secreta, demuestra las fisuras al interior de la propia institución policial, y cual Poncio Pilatos los superiores se desentienden —desde La Paz y por teléfono— de sus subordinados y de todo lo relacionado con este tren fantasma que no tiene rumbo en la altipampa boliviana. Al enfrentar a la población que se encuentra en alerta empiezan las contradicciones fundamentales y la revelación de los personajes, permitiendo el desarrollo de éstos, consintiendo así hacer más compleja la trama. Pero una vez más tropezamos con la distancia en el tiempo de cuando fue pensada y realizada la película. Estos tópicos sociales a los que hace alusión el relato parecen estar alejados de cómo entendemos hoy la sociedad boliviana. El origen de los personajes, su ascendencia aymara chola, encubierta por el temor, parece ser ahora una cuestión diferente también en relación con las conquistas del poder económico de la burguesía aymara en el occidente boliviano. Por este mismo motivo, Carga sellada se convierte en un estimulante ejercicio de comparación y análisis de una época con otra.

La película condensa una época y suma referencias a nuestra cinematografía nacional. La chola, en Carga sellada, es la madre pero también es el pecado. Es mujer más allá de su vestimenta o su definición socioeconómica, pero es una mujer formada por el machismo. Es decir, no se convierte en protagonista por ser diferente a las otras mujeres, sino por ser la mujer que uno conoce, la que cuida, acompaña, la que se vuelve redentora luego del pecado. La escena que alude a la Pietá de Miguel Ángel merece un estudio mayor, tras su tono erótico se esconde el sentido mismo de la película, la composición de su imagen y la acción que sucede parece una declaración manifiesta del retorno a la madre, de la vuelta a su origen luego de la tempestad. El capitán Mariscal se entrega a los brazos de una chola que está escapando de su pueblo, que lleva el nombre de una guerrillera y que en verdad parece tener más miedos que certezas. Daniela Lema en el papel de Tania brilla con luz propia, se adueña del papel, demuestra ser una actriz con un futuro prometedor.

Se agradece el humor, en medio de todo el drama que representa estar sin rumbo en el del altiplano con un cargamento de “tierras tóxicas” buscando ramales férreos para poder cumplir la orden, es en el humor donde se aviva la historia, donde el relato se aleja de ciertos diálogos acartonados salvados por buenas interpretaciones de un elenco de lujo.