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Wednesday 24 Apr 2024 | Actualizado a 20:04 PM

Las cenizas de García Márquez ahora descansan en Colombia

Mariposas amarillas enormes, un símbolo del realismo mágico que esgrimía en sus obras "Gabo", adornaban los árboles del Claustro.

/ 23 de mayo de 2016 / 02:08

Cartagena de Indias, joya de la arquitectura colonial del Caribe colombiano, recibió con pompa este domingo las cenizas de Gabriel García Márquez, en un claustro cercano a la casa que el premio Nobel tenía en la ciudad.

«Es una alegría mezclada de tristeza, pero más de alegría que tristeza por ver a su hermano llegar donde ha llegado Gabito sólo puede dar alegría», dijo a la AFP Rosa Aida García Márquez, de 85 años, cuarta de los 10 hermanos y hermanas que tenía el premio Nobel de literatura.

El Claustro de la Merced, ubicado a unos 100 metros de la casa familiar, frente al mar, centralizó la ceremonia de homenaje al escritor, fallecido a los 87 años, el 17 de abril de 2014, en Ciudad de México, donde vivía con su esposa Mercedes Barcha.

Mariposas amarillas enormes, un símbolo del realismo mágico que esgrimía en sus obras «Gabo» -cariñoso apodo del autor de «Cien años de soledad»-, adornaban los árboles del Claustro.

Sillas doradas fueron desplegadas para los 400 invitados en el evento organizado por la Universidad de Cartagena, a la que pertenece el claustro.

Alrededor de su viuda, se sentaron unas 400 personas, la mayoría vestidas de blanco, en el claustro cercano a las fortificaciones de esta ciudad, joya de la arquitectura colonial ubicada en la costa del Caribe y Patrimonio Mundial de la UNESCO.

«Es un honor que la ciudad de Cartagena organice un evento así. Estamos muy felices, muy contentos», declaró a la AFP Gonzalo García Barcha, uno de los hijos del escritor.

García Barcha, que llegó esta semana de Francia, donde reside y trabaja como diseñador, explicó que hubo familiares ausentes pues «todos los que querían venir no lo pudieron hacer», incluyendo a su hijo, que «prepara el bachillerato en París».

Edgar Parra Chacón, presidente de la Universidad de Cartagena, pegada al claustro, expresó el «gran honor de recibir las cenizas de Gabo». Recordó que fue en esta ciudad que el escritor, abandonando su título de abogado, comenzó como un periodista y situó varios de sus libros.

Durante la ceremonia, actores y cuadros vivientes incluidos en «El amor en los tiempos del cólera», fueron desplegados bajo los arcos del claustro.

‘Reconocimiento’

A continuación los dos hijos de «Gabo», Gonzalo García Barcha, y su hermano cineasta Rodrigo, que vive en Estados Unidos, descubrieron ante el público el busto de bronce de su padre, creado por la artista británica Katie Murray y erigido en el corazón del claustro.

La pieza fue ubicada sobre en una pasarela de vidrio, que acogió una parte de las cenizas de García Márquez (la otra quedará en México, donde vivió desde los años 80). Las cenizas habían sido depositadas previamente por la familia, durante una ceremonia estrictamente privada, sobre la estela vidriada.

Uno de los nietos de García Márquez, Mateo, leyó a continuación extractos de la obra de su abuelo. Después de varias melodías interpretadas por la orquesta de la Universidad, incluida la «Petite Suite Nocturne» de Mozart, la ceremonia terminó al anochecer con tiros de cañón disparando miles de mariposas amarillas de papel crepé.

«Muy, muy emocionante. Era un compromiso que teníamos hacia Gabo», dijo a continuación a la AFP Gonzalo García Barcha.

El hecho de que sus cenizas descansen en Cartagena, sin embargo, no parecía conseguir apoyo unánime. «El homenaje a García Márquez (…) debe ser en su casa en Aracataca», el pueblo caribeño en el que nació el 6 de marzo de 1927, declaró a la AFP Nereira Esparragoza, de 51 años, que vino desde Barranquilla, a unos 130 km de distancia.

Katia Manjarrez, de 53 años, comerciante de Cartagena parecía lejos de regocijarse por el atractivo adicional que la presencia de las cenizas de Gabo traerá a la ciudad. Así, dijo que «deberíamos respetar el país que amaba, México (…). Para él, Cartagena y Aracataca pasaron como al segundo plano».

Sin embargo, en la plaza del Reloj, uno de los grandes monumentos de la ciudad, Gustavo Cabarcas, de 62 años, se regocijó. «Las cenizas de nuestro premio Nobel pertenecen a Cartagena. Es un reconocimiento. Para nosotros es un placer que se queden allí», añadió este vendedor de artesanías caribeñas.

De su lado, el presidente colombiano Juan Manuel Santos, quien ha calificado a García Márquez como el «más grande colombiano de todos los tiempos», finalmente no estuvo entre los asistentes, como se había anunciado previamente.

García Márquez, que describía el periodismo como «el mejor oficio del mundo», era también un ferviente defensor de las víctimas de las dictaduras latinoamericanas y admirador de la revolución cubana, lo que le fue reprochado, igual que el hecho de no vivir en su país, desgarrado desde mediados del siglo XX por el conflicto armado más antiguo de América.

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Las cenizas de García Márquez ahora descansan en Colombia

Mariposas amarillas enormes, un símbolo del realismo mágico que esgrimía en sus obras "Gabo", adornaban los árboles del Claustro.

/ 23 de mayo de 2016 / 02:08

Cartagena de Indias, joya de la arquitectura colonial del Caribe colombiano, recibió con pompa este domingo las cenizas de Gabriel García Márquez, en un claustro cercano a la casa que el premio Nobel tenía en la ciudad.

«Es una alegría mezclada de tristeza, pero más de alegría que tristeza por ver a su hermano llegar donde ha llegado Gabito sólo puede dar alegría», dijo a la AFP Rosa Aida García Márquez, de 85 años, cuarta de los 10 hermanos y hermanas que tenía el premio Nobel de literatura.

El Claustro de la Merced, ubicado a unos 100 metros de la casa familiar, frente al mar, centralizó la ceremonia de homenaje al escritor, fallecido a los 87 años, el 17 de abril de 2014, en Ciudad de México, donde vivía con su esposa Mercedes Barcha.

Mariposas amarillas enormes, un símbolo del realismo mágico que esgrimía en sus obras «Gabo» -cariñoso apodo del autor de «Cien años de soledad»-, adornaban los árboles del Claustro.

Sillas doradas fueron desplegadas para los 400 invitados en el evento organizado por la Universidad de Cartagena, a la que pertenece el claustro.

Alrededor de su viuda, se sentaron unas 400 personas, la mayoría vestidas de blanco, en el claustro cercano a las fortificaciones de esta ciudad, joya de la arquitectura colonial ubicada en la costa del Caribe y Patrimonio Mundial de la UNESCO.

«Es un honor que la ciudad de Cartagena organice un evento así. Estamos muy felices, muy contentos», declaró a la AFP Gonzalo García Barcha, uno de los hijos del escritor.

García Barcha, que llegó esta semana de Francia, donde reside y trabaja como diseñador, explicó que hubo familiares ausentes pues «todos los que querían venir no lo pudieron hacer», incluyendo a su hijo, que «prepara el bachillerato en París».

Edgar Parra Chacón, presidente de la Universidad de Cartagena, pegada al claustro, expresó el «gran honor de recibir las cenizas de Gabo». Recordó que fue en esta ciudad que el escritor, abandonando su título de abogado, comenzó como un periodista y situó varios de sus libros.

Durante la ceremonia, actores y cuadros vivientes incluidos en «El amor en los tiempos del cólera», fueron desplegados bajo los arcos del claustro.

‘Reconocimiento’

A continuación los dos hijos de «Gabo», Gonzalo García Barcha, y su hermano cineasta Rodrigo, que vive en Estados Unidos, descubrieron ante el público el busto de bronce de su padre, creado por la artista británica Katie Murray y erigido en el corazón del claustro.

La pieza fue ubicada sobre en una pasarela de vidrio, que acogió una parte de las cenizas de García Márquez (la otra quedará en México, donde vivió desde los años 80). Las cenizas habían sido depositadas previamente por la familia, durante una ceremonia estrictamente privada, sobre la estela vidriada.

Uno de los nietos de García Márquez, Mateo, leyó a continuación extractos de la obra de su abuelo. Después de varias melodías interpretadas por la orquesta de la Universidad, incluida la «Petite Suite Nocturne» de Mozart, la ceremonia terminó al anochecer con tiros de cañón disparando miles de mariposas amarillas de papel crepé.

«Muy, muy emocionante. Era un compromiso que teníamos hacia Gabo», dijo a continuación a la AFP Gonzalo García Barcha.

El hecho de que sus cenizas descansen en Cartagena, sin embargo, no parecía conseguir apoyo unánime. «El homenaje a García Márquez (…) debe ser en su casa en Aracataca», el pueblo caribeño en el que nació el 6 de marzo de 1927, declaró a la AFP Nereira Esparragoza, de 51 años, que vino desde Barranquilla, a unos 130 km de distancia.

Katia Manjarrez, de 53 años, comerciante de Cartagena parecía lejos de regocijarse por el atractivo adicional que la presencia de las cenizas de Gabo traerá a la ciudad. Así, dijo que «deberíamos respetar el país que amaba, México (…). Para él, Cartagena y Aracataca pasaron como al segundo plano».

Sin embargo, en la plaza del Reloj, uno de los grandes monumentos de la ciudad, Gustavo Cabarcas, de 62 años, se regocijó. «Las cenizas de nuestro premio Nobel pertenecen a Cartagena. Es un reconocimiento. Para nosotros es un placer que se queden allí», añadió este vendedor de artesanías caribeñas.

De su lado, el presidente colombiano Juan Manuel Santos, quien ha calificado a García Márquez como el «más grande colombiano de todos los tiempos», finalmente no estuvo entre los asistentes, como se había anunciado previamente.

García Márquez, que describía el periodismo como «el mejor oficio del mundo», era también un ferviente defensor de las víctimas de las dictaduras latinoamericanas y admirador de la revolución cubana, lo que le fue reprochado, igual que el hecho de no vivir en su país, desgarrado desde mediados del siglo XX por el conflicto armado más antiguo de América.

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En Colombia, muchos desaparecidos del conflicto yacen en «zonas rojas»

Una perdió un hijo, la otra un hermano. La guerrilla se los llevó a la selva de la región del Cauca, en el suroeste del país, y nunca volvieron. Estas mujeres denunciaron lo ocurrido, alertaron a los medios de comunicación, intentaron ir a la zona. Pero más de una década después nada ha pasado.

/ 30 de abril de 2016 / 17:55

En Colombia existen «zonas rojas» donde se estima yacen algunos de los 45.000 desaparecidos por el conflicto armado de medio siglo, tan peligrosas que ni los familiares, ni tan siquiera las autoridades, se arriesgan a ingresar.

Una perdió un hijo, la otra un hermano. La guerrilla se los llevó a la selva de la región del Cauca, en el suroeste del país, y nunca volvieron. Estas mujeres denunciaron lo ocurrido, alertaron a los medios de comunicación, intentaron ir a la zona. Pero más de una década después nada ha pasado.

«Estaba terminando el servicio militar obligatorio. Era el bebé», cuenta a la AFP Mariela Patiño, de 56 años, cuyo hijo menor fue retenido por insurgentes mientras estaba de permiso en la granja familiar cerca de Cajibío, a unos 135 kilómetros de Palmira y de Cali.

«Estábamos desayunando cuando se presentaron seis miembros de las FARC, cinco hombres y una mujer», recuerda esta madre de cuatro hijos, mientras muestra una foto de su benjamín, Manuel Alejandro Castro Patiño, de 20 años, en uniforme militar.

El joven recluta fue retenido el 20 de septiembre de 2003 por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, marxistas). «Lo denunciaron como informante del Ejército y se lo llevaron», dice, y precisa que «la guerrilla prohibía prestar servicio militar».

Mariela luchó tanto por su hijo que las FARC la forzaron a irse de su granja. «Puse la denuncia. Colocaba carteles por todos lados. Me dijeron que si no me iba, no responderían por mi vida, ni por la de mi familia».

Al final, lo abandonó todo y se mudó a Cali, donde abrió un pequeño salón de belleza.

«Un día, un comandante de las FARC me comentó que habían cometido un error (…) Está sepultado en la vereda. Fuimos, pero todavía no lo hemos encontrado. Pasé el informe a la Fiscalía. Hace ocho años. Pero es una ‘zona roja’ y las autoridades no pueden ir», se lamenta esta mujer, que se unió a la asociación «Los que faltan», creada en 2012.

Entre «Los que faltan» está Oswaldo Díaz Fuentes. Este concejal municipal de Palmira tenía 42 años cuando desapareció el 15 de octubre de 2001.

«Se lo llevaron cuatro hombres armados, frente a su hijo de 13 años», relata su hermana Zamira, quien de un grueso expediente saca dos hojas.

«Un señor me llevó unos mapitas, un civil involucrado en la búsqueda de desaparecidos». Sobre el papel se ven algunas anotaciones y un itinerario hecho a mano, hasta La Punta, «refugio de la guerrilla», a unas horas de distancia de Palmira.

La policía fue informada, pero no hubo seguimiento. «Es una zona de alto riesgo, una zona guerrillera y tapada con pinos. Aún es muy peligroso ir», explica Zamira, de 64 años.

Consultada por la AFP, la Fiscalía afirmó a través de su equipo de prensa que «cuando las condiciones de seguridad son complicadas, los funcionarios son acompañados por la Policía o el Ejército Nacional, según las circunstancias. Así siempre llegan a los lugares donde suceden los hechos».

Sin embargo, no fue precisado si llegaron al sitio donde estarían enterrados el recluta Castro Patiño o el concejal Díaz Fuentes.

Al principio, los Díaz Fuentes recibieron pedidos de rescate de hasta 200 millones de pesos (unos 67.000 dólares al cambio actual), que no podían pagar, al igual que otras familias en esa época en que los secuestros extorsivos eran comunes.

Los años pasaron. Los familiares cercanos tuvieron que identificar cadáveres dos veces y hacerse pruebas de ADN. Pero ninguno era el de Oswaldo.

En 2014, las FARC admitieron haberlo matado cuando intentó fugarse con una guerrillera. Pero todavía no hay rastro de sus restos.

Hasta ahora, Fiscalía ubicó 6.500 de los 45.000 desaparecidos que se calcula ha dejado hasta ahora la conflagración interna en el país, de los cuales 3.100 fueron devueltos a sus familiares, según cifras oficiales.

«íHemos luchado, pedido por todos los medios que nos digan la verdad, no sólo de mi hermano! íQue nos digan dónde están todos los desaparecidos!», dice Zamira, con la voz entrecortada por los sollozos.

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