43 años sin la pesía de Neruda
El escritor chileno consiguió el Premio Nobel de Literatura en 1971. Destacó con obras como su primer libro, 'Crepusculario', y 'Veinte poemas de amor y una canción desesperada', su obra más vendida.
Este viernes 23 de septiembre se cumplen 43 años de la muerte de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, más conocido como Pablo Neruda, escritor chileno y uno de los poetas más célebres del siglo XX, quien deleitó al mundo con sus obras.
Y como ocurre con hombres y mujeres de su talla, su recuerdo inundó este día las redes sociales y su nombre se volvió tendencia desde muy temprano, con mensajes de homenaje, agradecimiento y reconocimiento por sus poemas. Miles de internmautas compartieron además sus poemas y sus frases más célebres.
Neruda, quien adoptó este nombre desde 1920, y de manera definitiva desde 1946, debido a la oposición de su padre a su carrera como escritor, consiguió el Premio Nobel de Literatura en 1971. Destacó con obras como su primer libro ‘Crepusculario’ y ‘Veinte poemas de amor y una canción desesperada’, su obra más vendida y con la que también alcanzó reconocimiento mundial.
La vida de Pablo Neruda estuvo fuertemente marcada por el momento político que vivía en su país, militó en el partido comunista chileno, fue senador de la República y cónsul, puesto que le ayudó a recorrer varias partes del mundo como México, París, Tokio y Buenos Aires.
Más tarde tuvo que vivir como fugitivo y exiliado y muchos de sus seguidores consideran que pudo ser esa misma vida la que ayudó a que el poeta escriba letras melancólicas y a la vez sensuales que llegaron a millones de corazones en el mundo entero.
Su última aparición en público ocurrió el 5 de diciembre de 1972, cuando el pueblo chileno le realizó un homenaje en el Estadio Nacional. Ese año el poeta y escritor fue diagnosticado con cáncer de próstata y regresó a su país , donde falleció un 23 de septiembre de 1973.
Estos algunos de sus mejores poemas:
20 poemas de amor y una canción desesperada
Poema 15 (escúcha al poeta)
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
La Canción Desesperada (escucha al poeta)
Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.
Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!
Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!
En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.
Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!
Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.
Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!
En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!
Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve más allá del deseo y del acto.
Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.
Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.
Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.
Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.
Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.
Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.
Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.
Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.
Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!
Oh, sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron!
De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste.
De pie como un marino en la proa de un barco.
Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.
Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.
Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado!
Poema 20 (escuch al poeta)
Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.
Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.