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Los ‘hijos’ de Mandela luchan por ‘descolonizar’ la universidad sudafricana

Desde hace tres semanas, la prestigiosa facultad de Wits, así como las de otras grandes ciudades del país, viven bajo tensión. Los altercados violentos entre los alumnos y las fuerzas de seguridad llevaron a las autoridades a suspender los cursos.

/ 10 de octubre de 2016 / 14:01

«Queremos una educación gratuita y descolonizada». Las protestas que agitan los campus sudafricanos están tomando un cariz cada vez más político para los estudiantes negros, que denuncian la persistencia de las desigualdades raciales, 22 años después del fin del «apartheid».

«Estamos ávidos de restablecer la dignidad de los jóvenes negros (…) No somos iguales en esta universidad», lanza entre un bullicio de aplausos Mcebo Dlamini, uno de los líderes de la revuelta en la universidad de Witwatersrand (Wits), en Johannesburgo.

Dlamini habla ante un millar de estudiantes, entre los cuales los blancos se cuentan con los dedos de una mano.

Desde hace tres semanas, la prestigiosa facultad de Wits, así como las de otras grandes ciudades del país, viven bajo tensión. Los altercados violentos entre los alumnos y las fuerzas de seguridad llevaron a las autoridades a suspender los cursos.

Este lunes se retomaron en algunos centros, como en Wits, donde sin embargo volvieron a producirse enfrentamientos.

La protesta empezó tras la decisión del gobierno de autorizar para 2017 un alza del 8% del costo de las matrículas. Ya el año pasado, la idea de subir los precios no se concretó por la ola de altercados que suscitó.

En Wits, como en otras universidades, «la educación gratuita» se impuso como la principal reivindicación.

«Es una manera de lograr la igualdad, de reparar lo que la gente tuvo que sufrir en el pasado», explica un estudiante en huelga, Tauriq, en alusión a las décadas de dominio de los blancos en el país.

Si eres blanco, «no puedes identificarte con los problemas» de los estudiantes negros, asegura este chico mestizo, alumno de tercer año de Ingeniería.

«Los blancos no saben lo que es levantarse a las 5 de la mañana para llegar a tiempo a clase. No saben lo que un negro puede sentir en un centro comercial: en los ojos de la gente, se ve su temor a ser robados», agrega Tauriq.

El movimiento estudiantil busca «cuestionar lo que a la gente le parece normal», resume.

En 2014, 27,5% de los blancos obtuvo un diploma universitario, frente a únicamente 5,3% de los negros, según el Instituto Sudafricano de Relaciones Raciales.

Pese a la emergencia de una clase media negra desde hace dos décadas, las desigualdades económicas saltan a la vista: 41,9% de los negros viven en la pobreza, frente a 0,8% de los blancos.

La madre de Tauriq gana 446 dólares al mes y se encarga sola de la manutención de sus cuatro hijos. Sin su beca del Estado que cubre los 4.460 dólares de gastos anuales de universidad, Tauriq no podría haber estudiado nunca en Wits.

 Pero no todos tienen la misma suerte.

«Un largo camino por recorrer»

El llamamiento a la «descolonización» no es «ninguna sorpresa en una sociedad en la que se ha hecho todo lo posible para legitimar la supremacía blanca» durante décadas, explica Mcebisi Ndletyana, profesor de Ciencias Políticas en la universidad de Johannesburgo.

Aunque ha habido progresos desde el establecimiento de la democracia en 1994 y actualmente «más de la mitad de los estudiantes de Wits son negros», «todavía hay un largo camino por recorrer», constata Noor Nieftagodien, profesor de Historia.

La «descolonización» pasa por la gratuidad de la enseñanza superior, pero no sólo para los huelguistas.

«Wits no refleja la diversidad demográfica del país. No hay un edificio bautizado Winnie Mandela», denuncia el líder estudiantil Vuyani Pambo, en alusión a la exesposa del primer presidente negro sudafricano, Nelson Mandela.

En el campus, las bibliotecas llevan los nombres de Jan Smuts y William Cullen, un político africano de origen ‘afrikáner’ y un médico británico, respectivamente.

«El tipo de enseñanza es muy europea», lamenta también Dumisa, un estudiante que aboga porque se introduzca la medicina tradicional en el programa de medicina.

La paralización de los cursos también ha llevado por otro lado a decenas de jóvenes, principalmente blancos, a lanzar el movimiento «Take Wits Back» (Recuperar Wits). «Lo único que pedimos es que se reanude el año universitario 2016», explica uno de ellos, Stuart Young.

Esta iniciativa es «ridícula», estima Chris, uno de los pocos estudiantes blancos presentes en la asamblea general del viernes. «Mientras hay estudiantes a quienes se les rechaza el acceso a la facultad (por motivos financieros), ellos se indignan porque no tienen clases», explica.

El gobierno del Congreso Nacional Africano (ANC por sus siglas en inglés), el partido de Mandela, estableció en enero una comisión sobre enseñanza superior cuyo informe es esperado para 2017, demasiado tarde para los huelguistas.

Mpho Tutu van Furth, hija del premio Nobel de la Paz y arzobispo emérito Desmond Tutu, advirtió este viernes: «no habrá paz en las universidades sin democracia». (10/10/2016)

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Michelle, la escritora sudafricana de 7 años que hace soñar a los niños

En la última página aparece un gran corazón de trazo desdibujado y un mensaje propio de una niña de su edad: "Espero que hayáis pasado un momento agradable leyendo este libro".

/ 4 de noviembre de 2016 / 15:40

Michelle sólo tiene siete años pero una seguridad en sí misma tan cautivadora como su sonrisa. Desde que convenció a sus padres de que publicasen su libro es una de las escritoras africanas más jóvenes y fuente de inspiración para los niños.

La niña escribió a escondidas, con bolígrafo verde y violeta, «Esperar las olas», en venta en la página web de la plataforma estadounidense por internet Amazon.

Las líneas del manuscrito original zigzaguean un poco. Pero los folios plegados en dos y unidos con grapas y cinta adhesiva parecen un libro, con el nombre de la autora en ciernes y el título de la obra en la tapa.

En la última página aparece un gran corazón de trazo desdibujado y un mensaje propio de una niña de su edad: «Espero que hayáis pasado un momento agradable leyendo este libro».

«Mis hermanos y hermanas sabían» que escribía «porque siempre vienen a mi habitación. Pero les dije que guardaran el secreto porque quería darles una sorpresa a papá y a mamá», cuenta en tono alegre.

La sorpresa no tuvo la acogida que ella se esperaba. Sus padres reaccionaron con circunspección.

«Cuando me dio su libro -recuerda su madre Lolo Nkamankeng- lo coloqué en la biblioteca». En medio de las biblias, diccionarios y revistas que ocupan sus pocos estantes.

Michelle no se dio por vencida. Volvió a la carga semanas después con un segundo libro, al que siguió un tercero. «Si no me tomáis en serio, dejo de escribir», les amenazó.

Un año más tarde, su sueño se cumplió. «Esperar las olas» es una obra de unas 50 páginas impresa en papel y con una bonita ilustración de una artista sudafricana.

Y Michelle se convirtió en una celebridad. Sus charlas en colegios y entrevistas en la prensa se multiplican.

– ‘Perseguid vuestros sueños’ –

El libro cuenta la historia de Titi que aprende a superar su miedo a las olas.

«Siendo honesto, no deja de ser una obra escrita por un niño», afirma el autor del prefacio Colin Northmore, director del Sacred Heart College de Johanesburgo, donde estudia la niña.

«Hay probablemente un millón de niños en el mundo que pueden escribir un libro así», reconoce. «Más que un libro en sí, estoy orgulloso de la capacidad de Michelle para expresarse con tanta confianza». Una formidable madurez que influye sin duda en su éxito.

Con su experiencia, «otros niños descubren que es posible lograr cosas importantes porque tienen un ejemplo, un modelo», considera Northmore.

«Estos son los consejos que doy a los niños que quieren escribir libros: perseguid vuestros sueños, confiad siempre en vosotros, no dejéis que nadie os ponga piedras en el camino y, si no sabéis leer, no podréis escribir». Enumera Michelle.

Ni palabra, en cambio, de una de las llaves de su éxito: tener una madre empresaria que puede desembolsar 100.000 rands (6.600 euros, 7.300 dólares) para la publicación y promoción de la obra de Michelle, que de mayor quiere ser veterinaria, además de escritora. (04/11/2016)

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