El doble asesinato de dos indonesias cometido por un banquero británico en Hong Kong ha infundido miedo entre las prostitutas del territorio, pero muchas aseguran que no les queda otra opción para sobrevivir más que correr los mismos riesgos que ellas.

La excolonia británica, que suele hacer alarde de su seguridad, se vio duramente sacudida por los atroces asesinatos de Sumarti Ningsih, de 23 años, y Seneng Mujiasih, de 26, halladas muertas el 1 de noviembre de 2014 en el apartamento del exbanquero británico Rurik Jutting.

El excorredor de bolsa de 31 años, que trabajaba para Bank of America Merrill Lynch, fue condenado este martes a cadena perpetua.

Jutting vivía en un lujoso apartamento de una residencia de Wanchai, muy cerca de los rótulos de neón que invitan a presenciar los espectáculos de strip-tease y de numerosos bares para expatriados.

El exbanquero había conocido a Seneng Mujiasih, su segunda víctima, en uno de los bares de este barrio «caliente» de Hong Kong. Sumarti también frecuentaba esta zona.

Muchas prostitutas de Wanchai vienen de Indonesia y Filipinas. Algunas de ellas, como Mujiasih, llegaron a Hong Kong con un visado de trabajadora doméstica. Otras utilizan visados para turistas.

En Hong Kong la prostitución es legal pero casi todo lo que la rodea, como regentar un prostíbulo o buscar clientes, está prohibido.

Un domingo por la noche, en un bar subterráneo, una madre de familia de 31 años explica que, de día, trabaja como empleada doméstica y, de noche, como prostituta.

Recuerda haber visto a Ningsih. Su muerte la conmocionó pero cuenta a la AFP que necesita este trabajo para conseguir el dinero necesario para mantener a su hija de 13 años, que vive en Filipinas.

«Estoy preocupada, por supuesto», afirma, precisando que se mantiene vigilante ante los hombres drogados. Rurik Jutting era un gran consumidor de cocaína.

– Una fortuna –

«Tengo que conocer a alguien durante una semana para ir con él a su hotel. Quiero saber de dónde viene, dónde vive, quiénes son sus amigos», añade.

Pero una noche en un hotel con un cliente puede pagarse a 1.500 dólares de Hong Kong (unos 193 dólares), toda una fortuna para las mujeres que, trabajando en tareas domésticas, tienen un salario mínimo de 4.310 dólares de Hong Kong (555 dólares).

Esta madre intenta enviar cada mes 3.000 dólares de Hong Kong a su hija, que vive en casa de unos parientes desde la muerte de su padre. «Soy una madre soltera que trabaja duro», admite.

Ningsih llegó a Hong Kong con un visado para turistas y había conocido a Jutting a través de internet. Procedente de una familia pobre de agricultores, tenía un hijo en Indonesia.

Cuando murió, sus padres contaron a la AFP que pensaban que su hija trabajaba en un restaurante. Enviaba a su familia cada mes 250 dólares.

Los crímenes violentos contra las prostitutas, incluyendo violaciones y agresiones sexuales, son relativamente escasos: 20 casos registrados en 2015, 10 en 2014 y 27 en 2013.

Pero las asociaciones dicen que estas cifras no reflejan la realidad porque en muchas ocasiones las víctimas no se atreven a ir a la comisaría para denunciar el caso.

Las prostitutas del sudeste asiático, en su mayoría procedentes de Filipinas, Indonesia, Tailandia o Vietnam, pueden ser detenidas y expulsadas si son descubiertas in fraganti, dice Ann Li, portavoz de la asociación Zi Teng.

«Algunos clientes las agreden porque saben que no se atreverán a llamar a la policía», añade. (08/11/2016)