Las tragedias por las inundaciones en Perú y los deslaves en Colombia, que han causado cientos de muertos y miles de damnificados, representan una alerta sobre los efectos de la deforestación y las fallas en planeación urbana en Latinoamérica, dijeron este viernes expertos con motivo del Día de la Tierra.

«En Mocoa (Colombia) y Perú, el cambio climático y la deforestación han sido embajadores desafortunados, chepitos (cobradores) de la mala gestión ambiental», aseguró a Efe Adriana Soto, directora regional de la ONG The Nature Conservancy (TNC), en la víspera del Día Internacional de la Madre Tierra.

La experta se refirió a las fuertes lluvias en Perú, que causaron más de cien muertes y miles de damnificados, y a los dos desastres que sacudieron a Colombia en menos de un mes: esta semana en Manizales (centro) deslizamientos de tierra dejaron 17 víctimas mortales y a inicios de mes en Mocoa (sur) unas 320 personas fallecieron por una avalancha.

Mocoa, que según Soto ya era considerado un «punto caliente de riesgo», fue afectada el 1 de abril por el desbordamiento de los ríos Mocoa, Sangoyaco y Mulatos, que pasan por la ciudad y que arrasaron varios barrios tras un fuerte aguacero.

«Lo que pasa es porque las cabeceras, en los ríos, han sido deforestadas. Con seguridad no habríamos tenido esa cantidad de muertos ni afectaciones si las coberturas naturales estuvieran bien», sostuvo.

Clara Solano, subdirectora de Investigación y Conservación de la fundación colombiana Natura, explicó a Efe que precisamente la región Amazónica, donde está Mocoa, reportó la mayor tasa de deforestación del país (46 %) en 2015 y la Andina, donde se localiza Manizales, fue la segunda, con el 24 %.

  • Militares colombianos ayudan a los habitantes de Mocoa (Colombia) tras la avalancha. Foto: EFE

«Es necesario ir más allá del imaginario de que se trata solo de talar», afirmó la bióloga, porque «la deforestación afecta a un sistema vivo» y son los bosques los que «retienen y drenan» el agua cuando las lluvias son muy fuertes, son reguladores en las cuencas y evitan la sedimentación.

Cuando se deforesta, el agua baja directamente a la «base de las cuencas, arrastrando la tierra y todo a su paso», agregó.

Datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) muestran que la pérdida anual neta de bosques en América del Sur fue de dos millones de hectáreas entre 2010 y 2015, la segunda más elevada, solo precedida por África, donde fue de 2,8 millones de hectáreas.

Solano advirtió que otro gran «detonante» de estas catástrofes es la urbanización y la planeación de infraestructuras, en especial de carreteras, en áreas de riesgo.

«Van a seguir pasando casos muy graves, sencillamente porque las infraestructuras están donde no deben estar, se necesita ordenamiento territorial, retirar a la gente de las zonas de riesgo y evitar nuevos asentamientos allí», expresó.

En esa línea el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, señaló el pasado miércoles: «Debemos reconstruir, pero debemos hacerlo mucho mejor que antes: no más pistas que se caen, no más desagües que se atoran, no más construcciones precarias en quebradas peligrosas».

Las expertas coinciden en que el trabajo clave está «río arriba» y por eso The Nature Conservancy lanzó este mes para la macrocuenca Magdalena-Cauca, ubicada en una región en la que vive el 90 % de la población colombiana y que registra un 70 % de deforestación, el sistema de información SIMA, que espera replicar en Perú.

«Colombia tiene claro dónde está su vulnerabilidad y Perú está empezando a revisar, tiene cuencas deforestadas y la situación este año hizo incluso que lloviera por primera vez en Lima y llovió de manera importante. Las cuencas no estaban en el nivel para recibir la cantidad de agua y lluvias que se llevaron por delante vidas, casas infraestructura y cultivos», detallo Soto.

SIMA buscará orientar las decisiones de cultivadores, Gobiernos y empresas para evitar mayores impactos en las cuencas y mejorar su regulación hídrica y capacidad de adaptación a eventos climáticos extremos mostrándoles qué pasaría en el futuro si se lleva a cabo una determinada acción.

«Las personas en las cuencas tienen el potencial y poder de cambio para revertir los procesos de degradación, están recuperando los bosques, cambiando el uso del suelo, con resultados positivos a corto plazo», manifestó Solano al insistir en la gravedad de la situación.

«En Colombia, las dos tragedias ocurrieron en una temporada de lluvias normal. La pregunta es qué puede llegar a pasar si ocurre un evento extremo», alertó.

Las lluvias también han azotado este año a Uruguay, donde a mediados de este mes se reportaron 1.675 desplazados por las inundaciones, a Argentina, donde fueron evacuadas alrededor de mil personas, y a Bolivia, país en el que desde noviembre pasado han muerto 28 personas y 15.800 familias han resultado afectadas. (21/04/2017)