La Revista

Thursday 28 Mar 2024 | Actualizado a 07:28 AM

El último rinoceronte blanco recurre a Tinder para salvar la especie

Ante el inminente peligro de desaparición de esta especie, los responsables de la reserva natural de Ol Pejeta (Kenia) y la red social Tinder han lanzado una campaña para recaudar 9 millones de dólares.

/ 5 de mayo de 2017 / 15:37

A su edad, Sudán, el último rinoceronte blanco del norte en el mundo, no busca a su media naranja ni vivir una fugaz historia de amor. Como el 90% de los usuarios de Tinder, solo busca una noche de sexo, y en su caso, además, por motivos globales: salvar a su especie de la extinción.

«Soy único. Soy el último rinoceronte blanco macho en el planeta Tierra. No quiero parecer un aprovechado, pero el destino de mi especie depende, literalmente, de mí. Actúo bien bajo presión. Mido 1,82 metros y peso 2.267 kilos, por si esto importa», describe en su perfil.

Ante el inminente peligro de desaparición de esta especie, los responsables de la reserva natural de Ol Pejeta (Kenia) y la red social Tinder han lanzado una campaña para recaudar 9 millones de dólares, cantidad estimada para el desarrollo de una técnica de fertilización asistida válida para estos animales.

Desde que la subespecie del rinoceronte blanco del norte, un corpulento y singular ser vivo, llegó en 2009 al citado parque, los veterinarios lo han intentado todo para la reproducción natural sin obtener resultado.

Sudan tiene 43 años, comparables a unos 90 en la vida humana, y convive con las dos últimas rinocerontes blancas: Najin, de 27 años y Fatu, de 17. Entre ellos la cosa funcionó, Fatu es la hija de Sudán y Najim, pero hoy, a las puertas de la extinción, estos tres rinocerontes necesitan mucho más que amor, necesitan química.

  • Captura de pantalla del anuncio de Sudán en Tinder.

Aunque el esperma de Sudán aún sirve, Fatu tiene lesiones degenerativas en el útero mientras que su madre, Najin, no tiene fuerza en las patas traseras, lo que imposibilita que pueda ser montada, aparte del riesgo que podría causarle un embarazo.

Parte de Sudán ya está en un tubo de ensayo, y la ciencia pretende que, con tiempo y dinero, el esperma del macho germine en un óvulo de una de las dos hembras para así implantar el embrión en un rinoceronte blanco del sur, una subespecie que aún cuenta con unos 4.500 ejemplares, explica a Efe Richard Vigne, director de Ol Pejeta.

«Estas técnicas nunca habían sido desarrolladas antes en los rinocerontes. Reintroducir la subespecie y devolverla al centro de África es un proceso que puede llevar un mínimo de 10 años», apunta.

Pero hay lugar para la esperanza. «Se están logrando grandes progresos, pero aún se necesita más tiempo para perfeccionar el proceso antes de llevarlo a cabo», asegura.

Como todo hito científico, requiere hurgar en los bolsillos. Los precursores estiman que se necesita entre 9 y 10 millones de dólares para el experimento y hasta ahora solo se han conseguido 100.000 a través de la campaña.

«¿Por qué Tinder?: porque es la mayor red de citas en el planeta», sonríe el director ejecutivo. Se trata de un público potencial que al deslizar la pantalla hacia la derecha (forma de decir que alguien te gusta en esta red) es reconducido a una página en la que se puede donar para la investigación.

Aunque cada día que pasa es un partido perdido para Sudán y su especie, el anciano disfruta de los que pueden ser sus últimos días en buenas manos. Dos guardias cuidan de él cada minuto, noche y día: le alimentan, le protegen de posibles cazadores y conversan con él, porque aseguran, «entiende cuando le hablan».

«Cuando llego cada mañana, me acerco, lo saludo y le pregunto cómo está. No puedo actuar como si él fuera una máquina», explica a Efe uno de sus guardias, Jacob. «Le doy las mejores zanahorias, porque le encantan, y me aseguro de preparar una buena cama para que descanse», explica con ternura.

Esta es la última oportunidad que el ser humano tiene de salvar al rinoceronte blanco del norte, una forma de devolverle lo que un día le arrebató a través de la caza.

Durante años, la caza furtiva de estos animales ha contribuido a su inminente extinción. Sus cuernos se pagan a precios superiores al oro en el mercado asiático debido a supuestas propiedades curativas y afrodisíacas, algo que lo convierte en un producto codiciado.

Sudán marcha lento por la sabana y, aunque ojeroso y cansado, arrastra su pata derecha trasera con esfuerzo y hace una mueca con su cuadrada boca. Parece contento, puede que tenga una cita en Tinder. (05/05/2017)

Comparte y opina:

El último rinoceronte blanco recurre a Tinder para salvar la especie

Ante el inminente peligro de desaparición de esta especie, los responsables de la reserva natural de Ol Pejeta (Kenia) y la red social Tinder han lanzado una campaña para recaudar 9 millones de dólares.

/ 5 de mayo de 2017 / 15:37

A su edad, Sudán, el último rinoceronte blanco del norte en el mundo, no busca a su media naranja ni vivir una fugaz historia de amor. Como el 90% de los usuarios de Tinder, solo busca una noche de sexo, y en su caso, además, por motivos globales: salvar a su especie de la extinción.

«Soy único. Soy el último rinoceronte blanco macho en el planeta Tierra. No quiero parecer un aprovechado, pero el destino de mi especie depende, literalmente, de mí. Actúo bien bajo presión. Mido 1,82 metros y peso 2.267 kilos, por si esto importa», describe en su perfil.

Ante el inminente peligro de desaparición de esta especie, los responsables de la reserva natural de Ol Pejeta (Kenia) y la red social Tinder han lanzado una campaña para recaudar 9 millones de dólares, cantidad estimada para el desarrollo de una técnica de fertilización asistida válida para estos animales.

Desde que la subespecie del rinoceronte blanco del norte, un corpulento y singular ser vivo, llegó en 2009 al citado parque, los veterinarios lo han intentado todo para la reproducción natural sin obtener resultado.

Sudan tiene 43 años, comparables a unos 90 en la vida humana, y convive con las dos últimas rinocerontes blancas: Najin, de 27 años y Fatu, de 17. Entre ellos la cosa funcionó, Fatu es la hija de Sudán y Najim, pero hoy, a las puertas de la extinción, estos tres rinocerontes necesitan mucho más que amor, necesitan química.

  • Captura de pantalla del anuncio de Sudán en Tinder.

Aunque el esperma de Sudán aún sirve, Fatu tiene lesiones degenerativas en el útero mientras que su madre, Najin, no tiene fuerza en las patas traseras, lo que imposibilita que pueda ser montada, aparte del riesgo que podría causarle un embarazo.

Parte de Sudán ya está en un tubo de ensayo, y la ciencia pretende que, con tiempo y dinero, el esperma del macho germine en un óvulo de una de las dos hembras para así implantar el embrión en un rinoceronte blanco del sur, una subespecie que aún cuenta con unos 4.500 ejemplares, explica a Efe Richard Vigne, director de Ol Pejeta.

«Estas técnicas nunca habían sido desarrolladas antes en los rinocerontes. Reintroducir la subespecie y devolverla al centro de África es un proceso que puede llevar un mínimo de 10 años», apunta.

Pero hay lugar para la esperanza. «Se están logrando grandes progresos, pero aún se necesita más tiempo para perfeccionar el proceso antes de llevarlo a cabo», asegura.

Como todo hito científico, requiere hurgar en los bolsillos. Los precursores estiman que se necesita entre 9 y 10 millones de dólares para el experimento y hasta ahora solo se han conseguido 100.000 a través de la campaña.

«¿Por qué Tinder?: porque es la mayor red de citas en el planeta», sonríe el director ejecutivo. Se trata de un público potencial que al deslizar la pantalla hacia la derecha (forma de decir que alguien te gusta en esta red) es reconducido a una página en la que se puede donar para la investigación.

Aunque cada día que pasa es un partido perdido para Sudán y su especie, el anciano disfruta de los que pueden ser sus últimos días en buenas manos. Dos guardias cuidan de él cada minuto, noche y día: le alimentan, le protegen de posibles cazadores y conversan con él, porque aseguran, «entiende cuando le hablan».

«Cuando llego cada mañana, me acerco, lo saludo y le pregunto cómo está. No puedo actuar como si él fuera una máquina», explica a Efe uno de sus guardias, Jacob. «Le doy las mejores zanahorias, porque le encantan, y me aseguro de preparar una buena cama para que descanse», explica con ternura.

Esta es la última oportunidad que el ser humano tiene de salvar al rinoceronte blanco del norte, una forma de devolverle lo que un día le arrebató a través de la caza.

Durante años, la caza furtiva de estos animales ha contribuido a su inminente extinción. Sus cuernos se pagan a precios superiores al oro en el mercado asiático debido a supuestas propiedades curativas y afrodisíacas, algo que lo convierte en un producto codiciado.

Sudán marcha lento por la sabana y, aunque ojeroso y cansado, arrastra su pata derecha trasera con esfuerzo y hace una mueca con su cuadrada boca. Parece contento, puede que tenga una cita en Tinder. (05/05/2017)

Comparte y opina:

Elegir un órgano y salvar tu vida gracias a una aplicación de móvil en Kenia

Numerosos hospitales ya han contactado con alumna y profesora mostrando su interés para formar parte de esta aplicación, como el Hospital Nacional Kenyatta y el Machackos Level 5 -ambos públicos-.

/ 27 de diciembre de 2016 / 18:56

Caroline Wambui tiene 18 años y vive en uno de los muchos barrios chabolistas que hay en Nairobi. Sin embargo, este contexto no ha sido obstáculo para inventar la primera aplicación móvil de donación de órganos en un país donde los enfermos se ven obligados a recurrir al mercado negro.

Su proyecto lo conecta todo: con solo descargar «Life Pocket» en su teléfono, el enfermo puede entrar en contacto con posibles donantes de órganos y con los hospitales kenianos dispuestos a practicar el trasplante.

Además, la aplicación cuenta con foros donde los diferentes donantes y receptores pueden charlar sobre esta experiencia, antes y después del trasplante, y hacer consultas a médicos expertos.

El motivo que ha llevado a esta joven keniana a desarrollar esta «app» es muy personal: «Mi tío murió hace dos años porque no consiguió un trasplante de riñón, así que estuve pensando la forma de salvar el mayor número posible de vidas», relata emocionada a Efe.

Wambui serpentea cada mañana por veredas de tierra hasta llegar al centro de enseñanza secundaria de Mukuru Kwa Njenge, donde, junto a otras 30 compañeras, sigue las instrucciones de la profesora Damaris Mutati, quien se ha empeñado en enseñarles programación, una asignatura que no figura en el plan nacional de estudios.

Ella es, precisamente, quien la ha apoyado y ayudado en el desarrollo de la aplicación día tras días durante los últimos seis meses.

«Mis alumnas ven a gente exitosa en el mundo a través de la tecnología, y eso es lo que quieren. Yo solo les abro un campo en esta ciencia para que ellas construyan. Muchas quieren hacer aplicaciones móviles para cambiar el lugar donde viven», cuenta Mutati a Efe.

Kenia es uno de los países de África donde más se usa el teléfono móvil, y la joven docente reta a sus alumnas a utilizarlo, junto al ordenador, «para solucionar los problemas del día a día».

Sin embargo, falta un último y arduo paso antes de que los interesados puedan utilizar la aplicación: el Parlamento keniano tiene que aprobar que la donación de órganos pueda hacerse a cualquier persona, ya que hasta el momento la ley solo contempla hacerlo entre familiares.

Los kenianos que requieren un trasplante dependen de que alguien en su familia sea compatible y deben tener 3.135 dólares para pagar la operación en un hospital público, en un país donde el salario medio no supera los 209 dólares mensuales.

En caso de que no tenga ese familiar compatible, solo pueden viajar y hacerlo en un país extranjero bajo otra legislación o recurrir al mercado negro, algo que en demasiadas ocasiones acaba en la muerte.

A ello hay que sumar las barreras culturales y las creencias de una gran parte de la sociedad que no concibe enterrar un cuerpo incompleto de sus difuntos.

Pero Caroline Wambui y Damaris Mutati están decididas a llegar hasta el final y defender una propuesta de cambio de ley en el Parlamento. «Vamos a por todas», aseguran.

Numerosos hospitales ya han contactado con alumna y profesora mostrando su interés para formar parte de esta aplicación, como el Hospital Nacional Kenyatta y el Machackos Level 5 -ambos públicos-.

También entidades privadas como la Fundación Kidney and Lumpus y el Servicio de Transfusión de Sangre de Kenia.

«Para nosotras es importante contar con el sistema sanitario público porque es la única manera de controlar que no se recurra al mercado negro para hacer trasplantes», expone Mutati.

«Vengo de un slum, no te levantas cada día y ves a gente de estos barrios chabolistas hacer algo», cuenta satisfecha Wambui que, empeñada en transformar la vida de su gente, asegura que seguirá formándose el año que viene en la Universidad, donde planea estudiar Informática o Ciencias Tecnológicas.

De riñón, corazón, hígado o médula, Caroline Wambui sueña con el día en que su aplicación para móvil sea lanzada y el dolor de la muerte de su tío se haya convertido en una máquina para salvar vidas. (27/12/2016)

Comparte y opina:

Elegir un órgano y salvar tu vida gracias a una aplicación de móvil en Kenia

Numerosos hospitales ya han contactado con alumna y profesora mostrando su interés para formar parte de esta aplicación, como el Hospital Nacional Kenyatta y el Machackos Level 5 -ambos públicos-.

/ 27 de diciembre de 2016 / 18:56

Caroline Wambui tiene 18 años y vive en uno de los muchos barrios chabolistas que hay en Nairobi. Sin embargo, este contexto no ha sido obstáculo para inventar la primera aplicación móvil de donación de órganos en un país donde los enfermos se ven obligados a recurrir al mercado negro.

Su proyecto lo conecta todo: con solo descargar «Life Pocket» en su teléfono, el enfermo puede entrar en contacto con posibles donantes de órganos y con los hospitales kenianos dispuestos a practicar el trasplante.

Además, la aplicación cuenta con foros donde los diferentes donantes y receptores pueden charlar sobre esta experiencia, antes y después del trasplante, y hacer consultas a médicos expertos.

El motivo que ha llevado a esta joven keniana a desarrollar esta «app» es muy personal: «Mi tío murió hace dos años porque no consiguió un trasplante de riñón, así que estuve pensando la forma de salvar el mayor número posible de vidas», relata emocionada a Efe.

Wambui serpentea cada mañana por veredas de tierra hasta llegar al centro de enseñanza secundaria de Mukuru Kwa Njenge, donde, junto a otras 30 compañeras, sigue las instrucciones de la profesora Damaris Mutati, quien se ha empeñado en enseñarles programación, una asignatura que no figura en el plan nacional de estudios.

Ella es, precisamente, quien la ha apoyado y ayudado en el desarrollo de la aplicación día tras días durante los últimos seis meses.

«Mis alumnas ven a gente exitosa en el mundo a través de la tecnología, y eso es lo que quieren. Yo solo les abro un campo en esta ciencia para que ellas construyan. Muchas quieren hacer aplicaciones móviles para cambiar el lugar donde viven», cuenta Mutati a Efe.

Kenia es uno de los países de África donde más se usa el teléfono móvil, y la joven docente reta a sus alumnas a utilizarlo, junto al ordenador, «para solucionar los problemas del día a día».

Sin embargo, falta un último y arduo paso antes de que los interesados puedan utilizar la aplicación: el Parlamento keniano tiene que aprobar que la donación de órganos pueda hacerse a cualquier persona, ya que hasta el momento la ley solo contempla hacerlo entre familiares.

Los kenianos que requieren un trasplante dependen de que alguien en su familia sea compatible y deben tener 3.135 dólares para pagar la operación en un hospital público, en un país donde el salario medio no supera los 209 dólares mensuales.

En caso de que no tenga ese familiar compatible, solo pueden viajar y hacerlo en un país extranjero bajo otra legislación o recurrir al mercado negro, algo que en demasiadas ocasiones acaba en la muerte.

A ello hay que sumar las barreras culturales y las creencias de una gran parte de la sociedad que no concibe enterrar un cuerpo incompleto de sus difuntos.

Pero Caroline Wambui y Damaris Mutati están decididas a llegar hasta el final y defender una propuesta de cambio de ley en el Parlamento. «Vamos a por todas», aseguran.

Numerosos hospitales ya han contactado con alumna y profesora mostrando su interés para formar parte de esta aplicación, como el Hospital Nacional Kenyatta y el Machackos Level 5 -ambos públicos-.

También entidades privadas como la Fundación Kidney and Lumpus y el Servicio de Transfusión de Sangre de Kenia.

«Para nosotras es importante contar con el sistema sanitario público porque es la única manera de controlar que no se recurra al mercado negro para hacer trasplantes», expone Mutati.

«Vengo de un slum, no te levantas cada día y ves a gente de estos barrios chabolistas hacer algo», cuenta satisfecha Wambui que, empeñada en transformar la vida de su gente, asegura que seguirá formándose el año que viene en la Universidad, donde planea estudiar Informática o Ciencias Tecnológicas.

De riñón, corazón, hígado o médula, Caroline Wambui sueña con el día en que su aplicación para móvil sea lanzada y el dolor de la muerte de su tío se haya convertido en una máquina para salvar vidas. (27/12/2016)

Comparte y opina:

Últimas Noticias