La Revista

Tuesday 23 Apr 2024 | Actualizado a 06:18 AM

Aprender a leer y escribir con caca, todo un éxito editorial en Japón

Con una caca por cabeza, gafas y bigote, el peculiar "Unko-sensei" -el "profesor caca"- se encarga de acompañar a los estudiantes en esta aventura, y les presenta oraciones que rozan el ridículo.

/ 6 de julio de 2017 / 18:59

La caca es la protagonista de uno de los éxitos editoriales del momento en Japón: una escatológica colección de libros que pretende hacer más llevadero el aprendizaje de los 1.000 signos -conocidos como kanji- que los japoneses deben aprender durante los primeros seis años de educación primaria.

Para ayudar con esta ardua tarea, los seis volúmenes de «Unko kanji drills» -que puede traducirse aproximadamente como «Ejercicios de kanji de la caca»- incluyen esta mágica palabra en cada una de sus 3.018 frases de ejemplo, algo que aumenta el interés de los niños, según sus autores.

Con una caca por cabeza, gafas y bigote, el peculiar «Unko-sensei» -el «profesor caca»- se encarga de acompañar a los estudiantes en esta aventura, y les presenta oraciones que rozan el ridículo. Ejemplos como «El pintor solo pinta caca» o «Hemos planificado un viaje con caca para las vacaciones de verano» llenan las páginas de estos populares libros.

«El estudio es duro, incluso un sufrimiento para algunos niños, así que quería que los jóvenes aprendieran mientras disfrutan», explica a Efe el creador de la serie, Shiju Yamamoto.

Yamamoto, un exempleado de Lehman Brothers de 40 años, fundó la editorial Bunkyosha hace siete años con el objetivo de enseñar «a través del humor y el entretenimiento».

«Estaba bien trabajar en el sector de las inversiones, pero quería crear algo que perdurara», reconoce.

Tras una conversación con su amigo -y creador de los ejemplos de los libros- Yusaku Furuya, que llevaba trabajando algún tiempo en poemas que trataban sobre la materia fecal, decidieron reorientar el formato y presentar un libro que facilitara el aprendizaje de los complicados caracteres japoneses.

Más de dos años de trabajo después, «Unko kanji drills» se ha colado en la lista de libros más vendidos, con más de 2,7 millones de copias en apenas tres meses.

«Quería que fuera uno de los libros más populares en el ámbito de los libros educativos», explica Yamamoto, quien reconoce que ya «se ha conseguido con creces».

Los ejercicios no solo han logrado conquistar a los más pequeños, sino también a sus padres, preocupados de que sus hijos no estudiaban kanji, uno de los tres complicados sistemas de escritura del idioma japonés.

Durante la educación primaria, los niños deben aprender 1.006 de estos sinogramas -caracteres con origen en la escritura china-, tras lo cual deberán memorizar otros 1.100 -aquellos de mayor uso- antes de los 15 años. El número total de kanjis, sin embargo, se eleva a más de 50.000.

«Las madres me dicen que sus hijos quieren estudiar por propia voluntad. He leído en la prensa que los niños dicen que han sacado buenas notas porque recordaban los ejemplos del libro», concluye su creador.

El autor planea publicar este otoño un libro de ejercicios que complemente a los volúmenes originales, un ejemplar que los jóvenes nipones seguro que recibirán con gran entusiasmo. (06/07/2017)

Comparte y opina:

El Japón rural se lanza desesperadamente a la caza de jóvenes

Japón es el país con mayor tasa de población anciana del mundo: el 26 por ciento de sus habitantes tiene más de 65 años, cifra que se eleva al 42 por ciento en el caso de la localidad de Yusuhara.

/ 26 de enero de 2017 / 13:05

Las cada vez más despobladas y envejecidas áreas rurales de Japón se lanzan a la caza de jóvenes; en un esfuerzo por mantener su vitalidad, ofrecen hasta 32.000 dólares por cada familia que se mude lejos de la ciudad.

La supervivencia de estas zonas está en grave peligro debido al acelerado ritmo de emigración -sobre todo de personas jóvenes- a las grandes ciudades del país, en las que vive ya el 93 por ciento de la población.

Para impedir su desaparición, la pequeña localidad de Yusuhara, situada en la prefectura de Kochi (suroeste) y a casi dos horas del aeropuerto más cercano, ofrece altas subvenciones para construir casas en el pueblo, así como alquileres a un precio casi simbólico.

«Tenemos un reto. Todos nuestros esfuerzos se centran ahora en hacer que la gente (joven) se mude aquí permanentemente. De otra manera, no seremos capaces de mantenernos a nosotros mismos», explica Mayumi Matsuyama, jefa de la sección de Planificación y Finanzas del Ayuntamiento de Yusuhara.

Rodeada de montañas, ríos y árboles -que ocupan el 90 por ciento de su superficie-, Yusuhara parece, a simple vista, una localidad más del tranquilo y vacío Japón rural.

Sin embargo, las medidas puestas en marcha por su Ayuntamiento están revirtiendo la tendencia de despoblación de las áreas rurales del país nipón, y está dejando como resultado una localidad revitalizada tras la llegada de jóvenes familias.

En dos años y medio, 92 personas han decidido establecerse en este pueblo. El objetivo es lograr que para 2020 haya una población de 4.000 habitantes -frente a los 3.690 en la actualidad-.

Sohei Ueda, 34, nació y creció en Yusuhara, pero se mudó a la ciudad de Kochi (600.000 habitantes) tras su graduación del instituto.

Ahora, Ueda, junto a su mujer y sus dos hijas, vive de nuevo en su localidad natal, gracias a los casi 4 millones de yenes (unos 35.395 dólares) que ha recibido en total en subvenciones.

«Volví a Yusuhara porque nos dan muchos subsidios», explica Ueda, quien ahora trabaja en la industria de la madera.

  • Sohei Ueda, de 34 años, en su lugar de trabajo en Yusuhara. Foto: EFE

«No tuve ningún inconveniente en volver, aunque sea una zona rural. Además, quiero criar a mis hijas libremente en esta naturaleza en lugar de en una ciudad», continúa.

Sin embargo, la opinión de Ueda no es muy compartida: en apenas 15 años (2000-2015), la proporción de población residente en áreas urbanas en Japón aumentó de un 78 por ciento a un 93 por ciento, según datos del Banco Mundial.

El «Gran Tokio», considerada la mayor área metropolitana del planeta, cuenta con 36,13 millones de habitantes, lo que supone más de una cuarta parte de todos los habitantes de Japón.

Sin embargo, Taichiro Omura afirma no echar de menos su vida en la capital nipona.

«Hay experiencias que no podía conseguir cuando vivía en la gran ciudad, (donde) siempre te sientes atacado, de alguna forma u otra. Aquí puedes utilizar esa energía extra y destinarla a otros fines. Puedes centrarla en otras cosas», afirma el compositor y músico de 35 años.

El Ayuntamiento de Yusuhara alquila casas vacías de la localidad durante un periodo de 10 años, las reforma y las pone a disposición de los nuevos inquilinos, que pagan únicamente 15.000 yenes (unos 135 dólares) al mes de alquiler por la vivienda completa.

En el caso de que los nuevos residentes decidan construir su propia casa usando materiales locales, pueden recibir hasta 2 millones de yenes (18.000 dólares) del Ayuntamiento, más un millón extra si el propietario tiene menos de 40 años.

  • Taichiro Omura, de 35 años, toca el contrabajo en su nueva casa de Yusuhara. Foto: EFE

Estas altas subvenciones provienen de la asignación que Yusuhara recibe del Gobierno de Japón y del Gobierno de la prefectura de Kochi para frenar la despoblación rural.

Por otra parte, además de la «huida» a las ciudades, el creciente número de personas ancianas hace más difícil que la población sea estable, debido al mayor número de defunciones que de nacimientos.

Japón es el país con mayor tasa de población anciana del mundo: el 26 por ciento de sus habitantes tiene más de 65 años, cifra que se eleva al 42 por ciento en el caso de Yusuhara.

Omura reconoce que mudarse a Yusuhara ha significado una mejora en su nivel de vida y el de su familia: «Mi hijo está ahora más sano, y no solo físicamente, sino mentalmente».

Un huerto con gallinas ha sustituido su pequeño piso en Tokio.

«Hay algo más natural en todo lo que hago», concluye con una gran sonrisa. (26/01/2017)

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Tokio se entrega a una Navidad que no celebra

La cada vez más grandiosa adaptación de las fiestas navideñas llega en parte por una mayor cercanía de Japón con el resto de países occidentales.

/ 20 de diciembre de 2016 / 16:01

A pesar de que la Navidad no se festeja como tal en Japón -país principalmente sintoísta y budista-, iluminación espectacular, cenas románticas y pollo frito son los protagonistas de su particular adaptación de la festividad cristiana.

La celebración llega desde principios de noviembre a Tokio con una explosión de luz y color: millones de bombillas decoran de manera exhuberante las calles y cubren cada rincón de la capital.

«En los últimos años, las luces de Navidad (en Tokio) son una locura, increíble: me gustan mucho», dice Tanaka, de 40 años, mientras admira el suntuoso espectáculo de luz y color del complejo comercial de Midtown.

Una esfera de luz gigante de seis metros de diámetro -a veces convertida en globo terráqueo, otras simulando un extraño planeta-, es el centro de esta instalación futurista, donde más de 180.000 bombillas crean un interminable manto de luz a sus pies de 2.000 metros cuadrados.

En otros céntricos barrios tokiotas la cifra de luces se dispara: los árboles y edificios de Marunochi se visten con un millón de LEDs; Roppongi saca su lado más romántico y decora árboles con 1,2 millones de bombillas rojas.

Los días 24 y 25 de diciembre son tan laborables como cualquier otro del mes, algo que, sin embargo, no impide a las parejas niponas salir a cenar en Nochebuena.

«La Navidad es para pasarla en pareja, cenar con la novia o esposa», explica a Efe Miyamoto, de 49 años.

  • Fotos: EFE

En estas fechas, la pareja sustituye a la familia y el pavo navideño se cambia por pollo frito, en un país donde los cristianos representan apenas el 1,5 por ciento de la población.

«A nadie le importa la Navidad. Es cuando nació (Jesucristo), ¿verdad?», dice Hiroki, de 23 años.

«Cuando era niño, Santa Claus me traía regalos, y aún me sigo emocionando al recordarlo. Ahora, en lugar de eso, quedo con mi novia o mis amigos, así que todavía es emocionante», continúa Hiroki.

La cada vez más grandiosa adaptación de las fiestas navideñas llega en parte por una mayor cercanía de Japón con el resto de países occidentales.

«Nos estamos volviendo más y más occidentales, y creo que los medios de comunicación han tenido un papel importante en este sentido», afirma Hiroki.

Aunque no se llega al nivel de ingresos de celebraciones como San Valentín o Halloween, «Japón es un mercado navideño enorme. Se cree que el negocio de tartas de Navidad, por ejemplo, supone 40 billones de yenes» (338 millones de dólares) al año, explica Junko Kimura, profesora de márketing en la Universidad Hosei de Tokio.

La creación -en 1974- de la tradición de consumir pollo frito en Nochebuena le supone a la cadena de comida rápida estadounidense KFC casi 110.000 millones de yenes (unos 934 millones de dólares) en apenas cinco días (21-25 de diciembre), un tercio de sus ventas anuales.

Sin embargo, Japón abandona los temas navideños en un abrir y cerrar de ojos. El día 26, las luces desaparecen y la decoración se centra en la verdadera celebración japonesa de diciembre: el fin de año, que se vive de manera especial en el país asiático.

Millones de personas acuden a los templos para dar la bienvenida a un año que esperan esté lleno de salud y prosperidad.

Ciento ocho campanadas resuenan en la medianoche de fin de año. Monjes budistas tocan las campanas de los templos para simbolizar los 108 pecados humanos que existen según el budismo y que, mediante este ritual, los japoneses evitarán en el próximo año.

La primera visita del año o «hatsumode», se realiza durante los primeros días del año: se piden deseos, se queman viejos amuletos y se compran otros nuevos.

Durante tan solo cuatro días -del 31 de diciembre al 3 de enero-, unos 3 millones de personas acuden al santuario de Meiji Jingu, el más visitado de la capital.

Con el deseo de buena suerte y salud para el año que llega, campanadas, oraciones y amuletos cierran diciembre en Japón. (20/12/2016)

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Tokio se entrega a una Navidad que no celebra

La cada vez más grandiosa adaptación de las fiestas navideñas llega en parte por una mayor cercanía de Japón con el resto de países occidentales.

/ 20 de diciembre de 2016 / 16:01

A pesar de que la Navidad no se festeja como tal en Japón -país principalmente sintoísta y budista-, iluminación espectacular, cenas románticas y pollo frito son los protagonistas de su particular adaptación de la festividad cristiana.

La celebración llega desde principios de noviembre a Tokio con una explosión de luz y color: millones de bombillas decoran de manera exhuberante las calles y cubren cada rincón de la capital.

«En los últimos años, las luces de Navidad (en Tokio) son una locura, increíble: me gustan mucho», dice Tanaka, de 40 años, mientras admira el suntuoso espectáculo de luz y color del complejo comercial de Midtown.

Una esfera de luz gigante de seis metros de diámetro -a veces convertida en globo terráqueo, otras simulando un extraño planeta-, es el centro de esta instalación futurista, donde más de 180.000 bombillas crean un interminable manto de luz a sus pies de 2.000 metros cuadrados.

En otros céntricos barrios tokiotas la cifra de luces se dispara: los árboles y edificios de Marunochi se visten con un millón de LEDs; Roppongi saca su lado más romántico y decora árboles con 1,2 millones de bombillas rojas.

Los días 24 y 25 de diciembre son tan laborables como cualquier otro del mes, algo que, sin embargo, no impide a las parejas niponas salir a cenar en Nochebuena.

«La Navidad es para pasarla en pareja, cenar con la novia o esposa», explica a Efe Miyamoto, de 49 años.

  • Fotos: EFE

En estas fechas, la pareja sustituye a la familia y el pavo navideño se cambia por pollo frito, en un país donde los cristianos representan apenas el 1,5 por ciento de la población.

«A nadie le importa la Navidad. Es cuando nació (Jesucristo), ¿verdad?», dice Hiroki, de 23 años.

«Cuando era niño, Santa Claus me traía regalos, y aún me sigo emocionando al recordarlo. Ahora, en lugar de eso, quedo con mi novia o mis amigos, así que todavía es emocionante», continúa Hiroki.

La cada vez más grandiosa adaptación de las fiestas navideñas llega en parte por una mayor cercanía de Japón con el resto de países occidentales.

«Nos estamos volviendo más y más occidentales, y creo que los medios de comunicación han tenido un papel importante en este sentido», afirma Hiroki.

Aunque no se llega al nivel de ingresos de celebraciones como San Valentín o Halloween, «Japón es un mercado navideño enorme. Se cree que el negocio de tartas de Navidad, por ejemplo, supone 40 billones de yenes» (338 millones de dólares) al año, explica Junko Kimura, profesora de márketing en la Universidad Hosei de Tokio.

La creación -en 1974- de la tradición de consumir pollo frito en Nochebuena le supone a la cadena de comida rápida estadounidense KFC casi 110.000 millones de yenes (unos 934 millones de dólares) en apenas cinco días (21-25 de diciembre), un tercio de sus ventas anuales.

Sin embargo, Japón abandona los temas navideños en un abrir y cerrar de ojos. El día 26, las luces desaparecen y la decoración se centra en la verdadera celebración japonesa de diciembre: el fin de año, que se vive de manera especial en el país asiático.

Millones de personas acuden a los templos para dar la bienvenida a un año que esperan esté lleno de salud y prosperidad.

Ciento ocho campanadas resuenan en la medianoche de fin de año. Monjes budistas tocan las campanas de los templos para simbolizar los 108 pecados humanos que existen según el budismo y que, mediante este ritual, los japoneses evitarán en el próximo año.

La primera visita del año o «hatsumode», se realiza durante los primeros días del año: se piden deseos, se queman viejos amuletos y se compran otros nuevos.

Durante tan solo cuatro días -del 31 de diciembre al 3 de enero-, unos 3 millones de personas acuden al santuario de Meiji Jingu, el más visitado de la capital.

Con el deseo de buena suerte y salud para el año que llega, campanadas, oraciones y amuletos cierran diciembre en Japón. (20/12/2016)

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Familia japonesa fabrica el papel más fino del mundo, similar a piel humana

Bienes culturales conocidos a nivel mundial, como las paredes del Vaticano pintadas por Miguel Ángel, y obras de arte del Museo del Louvre en París o del Museo Británico en Londres han empezado a usar este tipo de papel en su proceso de restauración.

/ 23 de noviembre de 2016 / 12:38

Una pequeña empresa familiar del sur de Japón elabora a mano desde hace décadas el considerado papel más fino del mundo, del grosor de la piel humana, y que se ha convertido en un elemento clave en la restauración de grandes obras de arte.

Hidaka Washi, fundada en 1969, se enorgullece de fabricar tradicionalmente el «papel más fino del mundo» en Hidaka (Kochi, suroeste), un municipio de apenas 6.000 habitantes del Japón más rural.

El «Tosa Tengujo», también conocido como «alas de efímera», es un tipo de papel tradicional japonés o «washi» hecho a mano, transparente y flexible.

Tiene únicamente 0,02 milímetros de grosor -similar a la piel humana-, y un metro cuadrado pesa tan solo 1,6 gramos -menos que una moneda de un céntimo de euro-.

El «washi» se obtiene a partir de la fibra de la morera del papel, planta nativa de Asia oriental y cultivada desde hace siglos para la fabricación del papel.

Debido a que las fibras de esta planta tienen un diámetro de 0,02 milímetros, no sería posible fabricar un papel más fino de forma natural, argumenta Hiroyoshi Chinzei, hijo del fundador de Hidaka Washi, y presidente de la compañía desde julio de 2016.

Hace más de cinco décadas, un «washi» más grueso era utilizado principalmente como papel para máquinas de escribir o papel de envolver, y en la fabricación de servilletas o filtros para cafeteras.

Sin embargo, este papel ha encontrado un nuevo uso, explica Chinzei.

Bienes culturales conocidos a nivel mundial, como las paredes del Vaticano pintadas por Miguel Ángel, y obras de arte del Museo del Louvre en París o del Museo Británico en Londres han empezado a usar este tipo de papel en su proceso de restauración.

También en Japón, finas hojas de «washi» recubren por completo una de las famosas estatuas del templo budista Sensoji de Asakusa (Tokio), evitando de esta manera que la pintura se desgaste o agriete.

Cuando un documento no se conserva en las condiciones ideales, y las fibras del papel se debilitan mucho a causa de la humedad, el «washi» puede utilizarse para reforzar el papel dañado y prevenir más desgaste.

En este caso, el documento se rocía con una mezcla de agua y pegamento y se protege entre dos hojas del papel japonés.

Chinzei ha realizado talleres de restauración en diversos países, -China, Taiwán y, próximamente, Brasil-, que buscan «promover el intercambio cultural a través del papel» y aumentar «la colaboración en esta área».

«Queremos expandir las posibilidades del papel (…). La idea de la cultura del papel es algo que nos gustaría expandir por todo el mundo», explica Chinzei.

En la fábrica, sus ocho empleados continúan con la producción de «washi», y puede llegar a crear 5.000 metros cuadrados de la variedad más fina al año (con un precio aproximado de 11 euros por metro cuadrado).

Esta factoría llama la atención por el minucioso trabajo manual que requiere esta técnica tradicional japonesa de producción.

Tras hervir la planta y dejarla «madurando» durante dos semanas, la masa de papel resultante se lava y se golpea para ablandar la fibra.

Posteriormente, se blanquea y se retiran las impurezas a mano, separando la fibra más fina de la más gruesa.

Por último, la masa se aplana en una máquina para hacer papel, dejando como resultado el delicado «washi».

Una vez terminado, el papel se utiliza, además de en labores de restauración, en decoración, impresión o publicidad.

Hoy en día, la producción de este papel es estable, en gran medida gracias a tecnología.

Sin embargo, «en términos de mercado, el futuro se plantea bastante duro», según Chinzei.

«Creo que la gente se ha dormido en los laureles. Fueron arrogantes de alguna forma: no investigaron ni se comunicaron con los clientes, y eso es por lo que el mercado (del papel) se ha reducido», lamenta. (23/11/2016)

Comparte y opina: