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Ander Izagirre: ‘El trabajo infantil en las minas cuenta mucho del mundo’

La editorial El Cuervo presentará hoy a las 21.30, en el salón Emma Villazón de la FIL, el libro Potosí, en el que el español Ander Izagirre hace una larga, entretenida y profunda crónica sobre las zonas mineras de Bolivia, a partir de la vida de una niña. Izagirre es un periodista que disfruta recorrer el mundo para contar historias humanas en algunos de los medios más prestigiosos. Ganó el Premio Europeo de Prensa 2015 por su reportaje Así se fabrican guerrilleros muertos, sobre los crímenes del ejército colombiano.

— ¿Cómo definiría el libro? ¿Es un reportaje, una investigación?

— No me preocupa demasiado la etiqueta. Diría que es una crónica periodística que incluye historia, un intento de análisis, una mirada personal…

— ¿Por qué eligió Potosí?

— Me interesaba el trabajo infantil. Había pensado en otros lugares, pero me pareció que el trabajo infantil en las minas bolivianas contaba muchas cosas sobre cómo funciona el mundo. Fui a Potosí y a Llallagua porque había gente —alcaldes, asociaciones…— que seguían de cerca a los niños y las niñas de las minas. Primero conocí su vida, su trabajo en el interior y en el exterior de la mina, y descubrí un mundo muy complejo.

— Vino dos veces al país. ¿Pensó tras la primera que el tema daba para más?

— Sí. A los periodistas nos pasa a menudo. En el primer viaje, en 2009, vi cómo eran las galerías de Llallagua y del Cerro Rico, qué peligrosas son, en qué condiciones tan malas trabajan… Escribí un reportaje largo, pero me di cuenta de que aún me faltaba conocer mucho mejor la vida cotidiana alrededor de la mina.

Cuando volví en 2011 pasé más tiempo con las familias, con las guardas, las serenas, los niños, las niñas… Gracias a la confianza que da que ya te van conociendo, empecé a enterarme de asuntos graves que la primera vez apenas había imaginado: la violencia en general, la violencia sexual, el machismo, el desamparo. Pero supe que también en la mina hay mucha gente valiosa, que pelea por sus derechos.

— ¿Por qué eligió a las mujeres como protagonistas?

— Encontré a una niña de 14 años que trabajaba algunas noches en la mina y fui conociendo su entorno. La lucha de los mineros merece ser contada, y hasta ahora ha sido la más contada. En cambio, muchas mujeres pelean en un entorno de injusticia al que se le presta menos atención. Tienen menos sitio en la historia, en los libros, en los periódicos, en las películas. Me pareció que era necesario contar sus luchas, que eran de las más valiosas y necesarias de las que vi en Bolivia.

— El libro está lleno de datos y cifras que no entorpecen la narración.

— Me obsesioné con intentar explicar bien de dónde vienen las injusticias y la miseria que sufren estas personas: la historia, las decisiones políticas y económicas, quiénes se benefician de ellas… Y contarlo con fluidez, dosificando los datos, para mantener el ritmo de la narración. Por eso intenté un repaso de la historia y la política. Los bolivianos conocerán más que yo, pero tenía que exponerlo lo mejor posible. Un cronista no debe limitarse a narrar escenas.

— ¿El periodismo tiene que ser comprometido?

— El periodista nunca es neutral. Ve algo que no le gusta, que le inquieta, y decide investigar y hablar de ello. Esa decisión es subjetiva pero, a partir de ahí, intento ser amplio y honesto, contar los hechos con la mayor fidelidad que puedo y darles el mejor contexto posible. No tengo una lección ni una moraleja para nadie.

— ¿El libro se lee de forma diferente en España y en Bolivia?

— Imagino que sí. Me importaba mucho que el libro se publicara también en Bolivia para devolver al país de origen los trabajos para los que te ha ayudado tanta gente de allá. Es bueno que sea leído, juzgado, debatido, criticado… si es que a alguien le interesa. Puede que en Bolivia levante alguna polémica, aunque no va contra nadie, solo cuenta lo que vi y lo que conocí. Expongo historias, datos y argumentos pero no soy infalible, y todo se puede discutir. (11/08/2017)