El parapente como remedio a la asfixiante densidad de Hong Kong
A Hong Kong se le conoce, sobre todo, por sus bosques de rascacielos, y a menudo se ignora que solo un cuarto de su superficie total está construido.
Posado sobre la montaña, Giovanni Lam espera la ráfaga de viento que hará que su parapente se alce por encima de la jungla urbana de Hong Kong, como una vía de escape a la asfixiante densidad humana de la excolonia británica.
En parapente, la paciencia siempre se ve recompensada, dice sonriendo este profesor universitario de 44 años, flanqueado de tres novatos.
Tuvieron que realizar 40 minutos de senderismo, cargados con todo el equipaje, hasta alcanzar el sitio del despegue, en el Ma on Shan, una de las cumbres más altas de Hong Kong (702 metros). Allí, esperaron dos horas a que llegara la buena racha, en medio del frío viento del invierno, algo relativo a orillas del mar de China meridional.
Cuando las nubes despejaron, dejando ver el bosque allá abajo, Giovanni Lam y su primer compañero, Keith Yung, solo necesitan unos segundos para tomar la brisa y alzar el vuelo.
«Hong Kong está superpoblada y hay mucha gente, vayas donde vayas. Pero en el cielo, eres libre», explica Giovanni Lam a la AFP. «Tenemos la sensaciones de que ya no hay cadenas ni limitaciones».
Los precios de la vivienda son tan altos que muchos jóvenes hongkoneses son incapaces de acceder a un apartamento. No es raro que los treintañeros sigan viviendo con sus padres. El parapente es uno de los deportes al aire libre que mejor les pueden ofrecer un respiro.
Giovanni Lam espera que sus aprendices obtengan, gracias a esta experiencia, una nueva visión de su ciudad.
Un lugar «cinco estrellas»
Es el caso de Keith Yung, de 22 años, en éxtasis cuando vuelve al prado de vacas, de las que hay varios centenares viviendo en libertad en los parques naturales de Hong Kong.
«El espectáculo es muy diferente de lo que vemos en tierra, o incluso cuando subimos hasta una cumbre», cuenta, exultante. «Es como si hubiera penetrado en un nuevo mundo».
A Hong Kong se le conoce, sobre todo, por sus bosques de rascacielos, y a menudo se ignora que solo un cuarto de su superficie total está construido. El resto está formado por montañas y parques naturales que ofrecen muchas posibilidades de senderismo y de actividades al aire libre.
Lam calcula que en la actualidad hay unas 200 personas que practican el parapente regularmente, mientras que hace unos años solo había unas decenas.
Él lo practicó por primera vez en la isla indonesia de Bali, antes de hacerlo en varios lugares de Asia.
Pero, asegura, su destino favorito sigue siendo Hong Kong, con multitud de lugares que califica de «cinco estrellas» a causa de su dificultad. ¿La razón de ello? Una meteorología muy cambiante en este clima subtropical, y la estrechez de las zonas de aterrizaje.
De hecho, este deporte no está exento de peligros.
En julio, un amigo de Giovanni Lam, Patrick Chung Yuk-Wa, experimentado, no regresó de una salida. Un tifón estaba al acecho.
A causa de la meteorología complicada, los rescatistas necesitaron cinco días, desde el momento en el que se avisó de su desaparición, para localizar y recuperar el cuerpo de Chung.
Hong Kong tiene ocho zonas autorizadas para volar con parapente. Pero el auge de este deporte podría verse limitado por la presión urbana ligada a la escasez de viviendas.
Hace poco, se suspendieron dos zonas de aterrizaje oficiales a causa de proyectos de desarrollo urbano.
«No podemos volar si no podemos posarnos. Es una pena que Hong Kong le dé tanta importancia al desarrollo, en particular, inmobiliario», lamenta Lam. «Es importante que cuidemos lo que tenemos». (07-01-2018)