Se fue el sol y bajo una tenue pero persistente lluvia, continuó el nutrido programa del Festival de Cannes en sus variadas secciones que incluyen cortos metrajes, copias restauradas, el mercado del cine y los pabellones nacionales donde países ávidos de promocionar sus galas se instalaron en las proximidades del emblemático palacio.

Entre los filmes en competición está ”Bacurau”, la aldea que no figura en el mapa brasilero, donde los directores Mendoza y Dornelles escenifican una sangrienta matanza de los nativos, por motivos inconfesables. La veterana Sonia Braga destaca como siempre su maestría, pero Udo Kier, el alemán, supuesto nazi de temibles ojos azules, se lleva el galardón mayor.

Aunque, en ese elevado nivel de competencia, yo ya elegí obra maestra la cinta “Dolor y Gloria” de Pedro Almodovar quien escribió el guion como un poema a la vida, a las variables del amor, sea este filial, maternal, fraternal o carnal. Además, escogió para cada rol a actores apropiados como Antonio Banderas (Salvador) Penelope Cruz (Jacinta) o Asier Etxeandia (Alberto).

Almodovar nos muestra entre ficción y realidad, cuan duro es el camino hacia la gloria, desde una niñez aplastada por la pobreza absoluta, hasta la dependencia imparable de las drogas, pasando por aquel amor frustrado de elegante homosexualidad. Se evoca la relación con su madre, a quien descuida, porque la ruta a la fama le priva de tiempo para atenderla. Hay escenas inexplicables como cuando de niño contempla por vez primera la desnudez de un esbelto joven empinado como el David de Miguel Angel. Y, una vez habitado por el éxito, cae en conmovedora soledad, victima de accidentes de salud que lo aproximan a la muerte.

Todas las señales explicitas o encubiertas a que nos tiene acostumbrado el buen Pedro, pudieron clarificarse en la conferencia de prensa, en la cual arropado por el elenco del filme, Pedro esta presto a responder preguntas de todo calibre. Entre ellas, la pedestre interrogante: el relato, es autobiográfico ?  La obvia respuesta es afirmativa, al menos, en gran parte. Otra, mas ufana hace alusión al ardiente beso de Salvador con Federico, su antiguo amante.

Ante la morbosidad, Almodovar contesta que a la conclusión de su película el también,  tenia deseos de besar a sus tres pupilos. Mi turno de preguntón, por fin vino y, luego de algunos comentarios halagüeños, en una trama de tanta adicción, le dije, que la única que yo tenía era Penelope Cruz. Hilaridad colectiva, que me permitió finalizar por aconsejarle cambiar el titulo de su filme por “El dolor de la gloria”, por cuanto su personaje Salvador termina sus días en deplorable soledad. A mi impertinencia Almodovar me replicó gustarle la idea y que, no obstante el combatía la soledad, escribiendo y que ya tenía en mente su próximo proyecto, justamente sobre las tribulaciones de un escritor.

Al ocaso del día, asistí a la proyección de “Que sea ley” del argentino Juan Solanas (hijo del cineasta Fernando, presente en sala). El evento, de singular factura, estuvo precedido de una manifestación feminista llegada de Buenos Aires cuyo grito de batalla era “ Iglesia católica y romana, fuera de mi cama”. O sea que la batalla pro y contra el aborto se trasladó desde el Rio de la Plata hasta la Costa Azul. Ese documental de largo metraje, técnicamente mal logrado, con testimonios monocordes y mal ensamblados, es parte de aquella lucha que aún no ha terminado en la Argentina.