La librería Martínez Acchini cierra sus puertas en La Paz tras 44 años
La librería no era un simple mostrador de textos, los compradores podían ir y hojear las obras. Quienes atendían estaban capacitados para atender a los clientes. Además el sitio era distribuidor de libros.
Cuarenta y cuatro años atrás abrió sus puertas la librería Martínez Acchini. Con el tiempo se convirtió en un referente universitario. Durante años luchó contra la piratería y la carga impositiva. Pero no pudo más. Sus ventas bajaron y el sitio cerró.
En los 120 metros cuadrados del recinto se respira tristeza. Desde hace un mes todo lo que había allí quedó en oferta y la gente ya compró la mayoría de los muebles; los libros ya están apilados en cajas.
“Es triste”, admite Ernesto Martínez, quien en los últimos años fue el gerente de la librería que lleva por nombre el primer apellido de su papá y el de su mamá.
Es que en el mundo de las letras, los números mandan. “Antes se vendían hasta 200 ejemplares de Metodología de la Investigación, de Roberto Hernández Sampieri, en un año; luego 50 se vendían en dos años. La última vez trajimos cinco ejemplares que se vendieron en un año”, cuenta Martínez.
Algo similar sucedió con otros títulos y en junio se decidió cerrar el espacio. El último capítulo de la librería se escribirá en la Feria Internacional del Libro de La Paz que se avecina.
“Sería fácil decir en Bolivia nadie lee y la piratería nos ha matado. La piratería es un problema serio pero no es el principal. El negocio del libro ha cambiado”, afirma el gerente. Luego encuentra otro factor que ha atentado contra la librería: los impuestos. “La carga impositiva fue demasiado”.
Aclara que aunque se sacó el IVA (Impuesto al Valor Agregado) del libro, existen otras responsabilidades tributarias que subieron. “Es tapar un hueco y hacer otro”.
No solo eso. La librería Martínez Acchini se especializó en temas universitarios; por ejemplo, traía libros relacionados con la ciencia y la tecnología. En la actualidad estos textos se encuentran en la red. “En internet se accede a contenidos legales actualizados, sin necesidad de ser un pirata, eso ha afectado y no nos acomodamos a este cambio”.
Adiós. Las malas noticias caen como cuentagotas en el mundo libresco urbano. “Últimamente se cerró, en nuestra ciudad, la Librería Jurídica Temis, sumándose a otras que tuvieron rol importante, como la Librería Tejerina, la Revistería Dismo, la Librería Selecciones, la Librería Universo, la Librería Popular, los libros viejos de la Montes”, explica Carlos Osterman, presidente de la Cámara Departamental del Libro.
No se trata de un fenómeno exclusivo de la ciudad de La Paz. En el último tiempo, en Santa Cruz de la Sierra cerró El Cunumi Letrao y Trapezio, libros y otras obsesiones. En Cochabamba se despidió del público lector Entre libros, añade Osterman.
No existe una cifra exacta del número de recintos abiertos en la sede de gobierno. Osterman aclara: “El sector librero en nuestra ciudad es muy dinámico… Se abren y cierran librerías (sucursales) constantemente en los diferentes barrios de nuestra ciudad”. Para la Cámara del Libro, una de las razones centrales para el cierre de librerías es el crecimiento del sector informal: la piratería.
Ayer, mientras Ernesto Martínez conversaba con La Razón una mujer tocó el timbre del recinto y preguntó por los estantes que quedaban. Los libros permanecieron en el piso, empaquetados, esperando una última oportunidad que tendrán en la feria que empieza el último día de julio.
- Nota. El letrero que colgaba en la puerta de entrada, hoy está en la librería. Foto: Christian Calderón
El incierto futuro de la empresa
Allá por los años 60, Miguel Martínez fue uno de los impulsores de la vida libresca en la ciudad de La Paz. Participó en la librería Ichtus y después se animó a abrir su negocio.
En el emprendimiento fue acompañado por su esposa Clementina Acchini. Juntos, el 11 de noviembre de 1975, abrieron su librería en la calle Villazón, cerca del monoblock de la Universidad Mayor de San Andrés.
Casi a mediados de los años 80 la librería cambió de lugar y se quedó en la avenida Arce, siempre cerca de los universitarios, su público meta. El negocio pasó a Ernesto y Enrique Martínez, hijos de la pareja.
La librería no era un simple mostrador de textos, los compradores podían ir y hojear las obras. Quienes atendían estaban capacitados para atender a los clientes. Además el sitio era distribuidor de libros.
“No solo se cierra una gran librería, sino también un espacio dedicado a la promoción y difusión de la lectura y la escritura; un punto de encuentro y de disfrute cultural (no sabes la cantidad de amigos y personas de distinta condición que circulan por las librerías) y, por sobre todo, un lugar de información privilegiada”, indica el presidente de la Cámara Departamental del Libro, Carlos Osterman.
Para Ernesto Martínez es hora de adaptarse. Usa las palabras de Hernán Cortés: “A veces hay que quemar las naves para que se sepa que esto es definitivo”. Un nuevo mundo se abre para la firma Martínez Acchini.