48%de los bolivianos no lee ni un solo libro en un año
La encuesta se enfocó en las cuatro ciudades del eje central: Cochabamba, El Alto, La Paz y Santa Cruz. Los datos (infografía) corresponden a los años 2015, 2016, 2017 y 2018.
Hasta octubre de 2018, 48% de los bolivianos reconoció que no leyó ni un solo libro en los últimos 12 meses, según una encuesta realizada por Ipsos, presentada en junio en el VI Encuentro de Bibliotecarios de la Feria del Libro de Santa Cruz.
La encuesta se enfocó en las cuatro ciudades del eje central: Cochabamba, El Alto, La Paz y Santa Cruz. Los datos (infografía) corresponden a los años 2015, 2016, 2017 y 2018.
La Razón consultó con los presidentes de tres Cámaras Departamentales del Libro, quienes evaluaron la situación del sector. “Si bien esas estadísticas corresponden a estudios muy generales, o estudios internacionales, partimos de que el problema del libro de la lectura en nuestro país es estructural”, consideró Boris Vargas de Cochabamba.
Para el librero, una de las causas radica en que pese a que la Ley del Libro y la Lectura Óscar Alfaro fue promulgada en 2013, aún no se aplican sus determinaciones, como el Comité Plurinacional del Libro y la Lectura.
Vargas también lamentó que no exista un plan nacional de lectura. “Por ende, no existen estudios o investigaciones respecto a la problemática. No hay un punto de inicio para saber por dónde comenzar el trabajo o por dónde se puede solucionar el problema”.
En este sentido, Carlos Ostermann, presidente de la Cámara paceña, acotó que uno de los problemas que enfrentan los libreros es la falta de estudios respecto al interés de las personas por la lectura.
La pregunta es: ¿qué motiva al lector a abrir un libro? No hay una investigación que evalúe si el boliviano lee por diversión o la razón de por qué adquiere textos más allá de la educación.
“Lo paradójico es que con las nuevas tecnologías, la gente tiene más acceso a la literatura, ya sea para adquirir libros electrónicos o conseguir información de títulos y autores que les llama la atención.
Pero sabemos eso gracias al contacto con el público en las librerías o en eventos como las ferias del libro”, agregó. Uno de los factores es que desde la escuela primaria y secundaria se enfatiza más en el valor de transmitir información y conocimientos que en la obtención de placer de los libros, ya sea como entretenimiento o en la simple apreciación estética.
“Las escuelas son muy importantes porque son el lugar donde los alumnos se están formando académicamente. Si bien los primeros hábitos de lectura los debe recibir un niño en casa, es en las unidades educativas en las que se debe fomentar día a día esta actividad. Y para ello tendría que existir una pequeña biblioteca por aula”, manifestó la presidenta de la Cámara de Santa Cruz, Ana María Justiniano.
Sin embargo, el representante valluno advirtió que el sistema educativo nacional aporta poco a fomentar el interés en la palabra escrita, ya sea como elemento educativo o como una actividad placentera.
Vargas aseguró que hay una escasa motivación a la lectura inicial en los colegios en los cuales los libros se hacen de lado, priorizando otros elementos o simplemente son parte de las asignaciones, quitándoles todo atractivo.
“En la educación escolarizada, el papel del profesor es más impositivo que propositivo y motivador en el uso del libro. La lectura en sí se va imponiendo como una obligación y no como una actividad recreativa de aporte y de crecimiento personal. De esta forma, el alumno hace todo lo posible para evitar algo que, desde su perspectiva, no puede aportarle ningún placer”, consideró.
Y este problema no se limita a la educación formal primaria. También se detecta en las casas de estudios superiores como universidades e institutos, donde los tomos son de consulta exclusivamente.
En este punto, la piratería también juega un papel muy importante, puesto que el estudiante en vez de comprar el libro en cuestión, o leerlo de cubierta a cubierta, adquiere fotocopias de los capítulos y puntos que necesita. Esto, reclama el representante de Cochabamba, es fomentado por el mismo cuerpo docente, lo que hace poco rentable tener una librería que se especialice en la venta de libros técnicos.
“En tercer lugar está el tema de la formación docente. Muchas personas que trabajan en el profesorado no están motivadas por la lectura, no leen y no actualizan sus contenidos. Por tanto, se va reiterando esa actitud en los estudiantes de educación escolarizada o educación superior”. Esto, resumió Vargas, se origina en los mismos hogares, donde el consumo de literatura o cultura no es una prioridad. Justiniano ofreció un nuevo enfoque respecto a este aspecto: la economía.
“Las familias de clase media prefieren gastar en otras necesidades que ven más urgentes. No consideran al libro una necesidad primordial”. A esto se añade que la industria editorial boliviana es pequeña en comparación a la de los países vecinos.
Si bien los datos de Ipsos revelan que desde la promulgación de la Ley del Libro la exportación de títulos nacionales se incrementó en casi 90% (en un periodo de cinco años), el tiraje de los mismos sigue siendo pequeño, dentro y fuera del país. Por ejemplo los ganadores del Premio Nacional de Novela ven impresos 1.000 libros, que es una edición importante. Normalmente, el promedio es de 500.
“Lastimosamente, esto se debe a las escasas políticas de fomento y promoción a este sector, a la falta de acciones claras y contundentes respecto a la piratería y reprografía del material bibliográfico.
Esto hace que se genere una competencia desleal por parte de personas que no trabajan legalmente hacia individuos y empresas que sí lo hacen. Por ello, hay el cierre de librerías, cierre de editoriales”, reclamó Vargas. No obstante, existe una luz al final del túnel.
Los tres libreros aseguraron que las ferias del libro e, incluso, el acceso a nuevas tecnologías, están incrementando el interés en los libros por parte de las nuevas generaciones. Solo hay que trabajar en fomentarlo. (28/07/2019)