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Cómo conservar la salud mental en tiempos de conflicto social

Miedo a flor de piel. Desde el 28 de noviembre de 2018, cuando el renunciante presidente Evo Morales inscribió su binomio presidencial, a pesar de la negativa popular expresada a través del reféndum del 21 de febrero de 2018, el profesor universitario Rolando J. (73) escuchaba los bocinazos de los autos día y noche, además de manifestaciones de personas que protestaban al menos tres veces por semana frente al Tribunal Supremo Electoral (TSE) que queda a una cuadra de su casa.

Esta instancia habilitó el binomio Evo Morales-Álvaro García alegando que la reelección indefinida es un derecho humano. La escalada de descontento social alcanzó un nuevo pico un día después de las elecciones presidenciales del 20 de octubre de 2019, debido a la suspensión repentina de la Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP) y un cambio en la tendencia de votación, una vez que fue restaurado.

Entonces, los bocinazos de autos duraban día y noche. Las manifestaciones de, sobre todo jóvenes, inundaron la plaza Abaroa, con petardos, cánticos y dispersiones de la Policía con gases lacrimógenos que llegaban hasta el departamento de Rolando. Además, el tránsito por la ciudad se dificultaba por los múltiples puntos de bloqueo vecinales en todo el país.

Ayer por la tarde, Rolando y sus vecinos se reunieron y organizaron para armar barricadas con los grupos que amenazan con una “guerra civil” y que a su paso dejan destrozos y hasta hoy, la vida de dos personas y cientos de heridos.

¿Cómo afecta esta situación a los habitantes de La Paz y Cochabamba, sobre todo, que la están sufriendo desde la noche del 10 de noviembre? “No pude dormir, contaba el lunes Carmen (48) a sus compañeras de trabajo, mis vecinos (del barrio que se llama Villa El Carmen) gritaban ¡salgan! ¡salgan!, cuando parecía que ya todo estaba tranquilo y así una y otra vez”.

Las noticias de amenaza de violencia constante, de incertidumbre política, económica y seguridad altera el ritmo de vida. “No poder ir a trabajar, por ejemplo, te pone tenso, atemorizado y violento”, afirma el psicólogo Rodrigo Ayo, quien también experimentó una agresión a su propiedad. “El otro día me han pintado a mí mi auto, lo dejé en un lugar y vuelvo y dices: ‘qué $%&/, dónde estoy viviendo, qué está sucediendo aquí… La gente se ve alterada y con un contexto de mucha incertidumbre”.

Ordóñez indica que a nivel de salud física esta situación genera insomnio, dolores de cabeza, dolores de estómago, parálisis y tics nerviosos. “Hay muchas personas mayores que tienen la huella de lo que han vivido la dictadura y lo que está sucediendo ahora les reaviva los recuerdos, cuando hubo la UDP y no había qué comer; todo esto asusta. Entonces esta angustia se vuelve muchísimo más profunda”.

Ayo concuerda en que la angustia es una de las consecuencias de vivir en una situación social conflictiva. “Ansiedad, depresión, miedo, incertidumbre, el sentirse desvalidos y desprotegidos se presentan en una situación de crisis como la que vive La Paz. “¿Qué va a pasar? El miedo a lo desconocido causa un malestar. Hay otro típico malestar: esto me está afectando económicamente. Vivir al día y llegar a cubrir el pan de cada día”.

Porque sucede que en los últimos días “todas las conversaciones giran en torno a esta violencia que se está viviendo en las calles… esto genera la producción de adrenalina y esto nos hace actuar como fanáticos. ¿Qué quiere decir esto? Que el que piensa distinto, no importa que sea mi hermano, en ese momento se vuelve mi enemigo”, explica la psicóloga Elizabeth Ordóñez.

“La adrenalina hace que lo que queramos es ganar a toda costa…, se produzcan más pulsaciones en el corazón, hipertensión y con riesgo de descontrol… lo que tenemos que evitar es esta producción”.

Otra de las consecuencias de la amenaza de violencia es el “pensamiento catastrófico, el pensar que todo va a derivar en una catástrofe, o lo que se llama ‘el efecto bolita de nieve’. En la esquina de mi casa están bloqueando, busco información para ratificar que por ahí van a matar a alguien, esto generan mucha angustia”.

Los trastornos mentales afectan al 22% de las personas que viven en zonas de conflicto, pues “la salud mental se deteriora de manera alarmante en los habitantes de escenarios violentos”, asegura un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), publicado en junio de 2019 en la revista médica The Lancet.

La investigación “halló una alta incidencia de depresión, ansiedad y estrés post traumático, entre otras enfermedades” y “evidenció la necesidad de invertir en servicios de sanidad mental para la población afectada”.

Por lo pronto, y dado que en Bolivia no existe un sistema de salud mental general y efectivo para la población, Ayo recomienda no perder la calma y tener “la confianza en que esto es un problema temporal. No sabemos cuánto ha de durar, pero sabemos que en un momento tiene que terminar”.Hablar con los familiares, amigos y vecinos sobre lo que uno está viviendo también es una forma de aliviar la angustia, dice Ordóñez.

¿Y los niños?

“Muchas veces se dice que a los niños hay que mantenerlos al margen. Eso no es posible, porque no podemos ocultar el sol con un dedo”. Lo que se debe hacer, recomienda Ordóñez, es darles una explicación, lo más breve posible. “Que sepan que es un momento difícil, para que entiendan muchas veces el humor que tenemos”.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en Bolivia mediante un comunicado emitido el sábado 9 de noviembre, llamó a los bolivianos a evitar los hechos de violencia frente a los últimos acontecimientos y proteger a niñez y adolescencia.

Unicef llama a evitar hechos de violencia y proteger a los niños en Bolivia

Consejos para cuidar la salud mental