Roberto Choque, un guardián de la historia indígena
“La vida de Roberto Choque es tan interesante que su padre, Simón Choque Mamani, le decía que la lectura y el conocimiento eran la única arma para liberar al pueblo indígena y devolverle su historia”: Mary Money.
En la Bolivia de los años 60 era casi imposible que un aymara realice estudios superiores, pero Roberto Choque Canqui transgredió esa regla. Siendo un joven veinteañero ingresó a la recién creada carrera de Historia de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), en La Paz, donde destacó y se dedicó a narrar la historia indígena, visibilizarla. El paceño que murió hace una semana a los 78 años, se convirtió en uno de sus guardianes,
“Habría que mencionar su condición social porque hablamos de finales de la década de los 60, estábamos a pocos años de la reforma agraria. Él era una persona ligada al mundo rural, hijo de pongos de una hacienda, eso marcó su personalidad. La experiencia que habrá sufrido cuando fue a una casa de estudios superiores y a una carrera universitaria en la que la élite se formaba para reproducir esos valores”, remarca su colega y amigo Luis Oporto.
La interferencia de su lengua materna con el castellano no fue impedimento para consolidarse como un académico respetado, un investigador riguroso. Era un hombre de espíritu muy fuerte y un visionario para su tiempo, por lo que supo cabalgar entre dos mundos y sacar a la luz la historia de sus raíces, de su pasado.
Caquiaviri
Choque nació en Caquiaviri, en 1942, en la provincia paceña Pacajes. Debido a la opresión que enfrentaban los pongos en aquella época, su padre se enfrentó al hacendado por la defensa de las tierras comunales y fue apresado por un mes, y expulsado en 1947 de su comunidad. Siendo niño, Choque y su familia se establecieron en la localidad de Collana, donde su progenitor, pese a no tener tierras ni ganado, lo matriculó en una escuela privada adventista, para que aprenda a leer y firmar, contó en un video difundido por las redes.
“La vida de Roberto Choque es tan interesante que su padre, Simón Choque Mamani, le decía que la lectura y el conocimiento eran la única arma para liberar al pueblo indígena y devolverle su historia. Él fue hijo de un pongo que trabajaba en el campo. La madre, Agustina Canqui, era mitani, es decir cuidaba el rebaño, era cocinera y lavaba en la hacienda. Ella siempre lo apoyó y en la ciudad pagó a profesores particulares para que lo ayudaran con su español. Roberto llegó a los 17 años a La Paz, vivía con su hermanastro que era zapatero y a quien ayudaba. Siempre se quejaba de la discriminación por su lengua, pero escribía perfecto en castellano. En la universidad fue un gran intelectual, respetado por ser fino y muy educado”, relata Mary Money, otra colega y amiga.
Una tesis sugestiva
Las experiencias familiares acumuladas en su niñez y sus estudios lo llevaron a que documente la historia indígena y la introduzca en el mundo académico, desafiando otra vez a lo preestablecido. “Roberto hizo una tesis muy diferente y sugestiva. Desde la universidad existía la tendencia positivista con historias de los héroes de los actos administrativos para justificar un gobierno, pero la historia indígena no se estudiaba. Él se centró en la historia de los pueblos olvidados, mostró las verdaderas luchas de los indígenas por sus tierras de origen, expropiadas por los hacendados, para lograr buenas condiciones de vida. Fue un pionero en trabajos científicos y uso de documentos únicos que conocía al trabajar en el Archivo Histórico de La Paz”, del cual fue su confundador, relata Money.
Produjo más de una decena de títulos, pero su obra icónica es La masacre de Jesús de Machaqa (1986), su tesis que fue elegida como parte de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia. Su huella académica está en libros y revistas, nacionales y extranjeros, señala Oporto. Fue parte del Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef), director de las carreras de Antropología-Arqueología e Historia de la UMSA, viceministro de Descolonización en 2009. Y por sus méritos, recibió el XVI Premio a la Cultura un año después.
Tanto Oporto como Money coinciden que el manejo de la lengua aymara le permitió acercarse a las fuentes de primera mano, realizar entrevistas a ancianos testigos, reivindicar las fuentes orales con su labor. “Roberto Choque, con esa forma de hacer historiografía, permite el diálogo de las ciencias que no es usual en esa época. Desentraña las causas fundamentales de un hecho social. En este caso se sabe por qué se suscitan las masacres en el mundo indígena”, describe Oporto.
Money añade que “viajar a Jesús de Machaca y hacer entrevistas orales, obviamente en lengua originaria, a abuelos y abuelitas de 80 y 90 años, que guardaban en su memoria la masacre de Jesús de Machaca por el ejército, en defensa de un hacendado en Taraco, esa fue la gran contribución”.
La también historiadora Florencia Ballivián de Romero compartió aulas y trabajo con Choque, ambos, junto a Money y René Arze, fueron cofundadores del Archivo Histórico de La Paz. “Éramos estudiantes de quinto año de Historia y nos postulamos e ingresamos al Archivo en 1971. Gracias a Alberto Crespo se consolidó el archivo y allí íbamos con mandiles a organizar los papeles. Recuerdo que vino un camión y votó los legajos del siglo XVI y XVII”.
Ballivián recuerda a su colega como discreto, siempre con una sonrisa y de un trabajo riguroso. “Su aporte es excelente, con una investigación histórica que no se parcializa, sino es objetiva. Roberto era un intelectual que trabajaba en base a los documentos”. Su labor fue reconocida en el plano internacional y fue invitado a prestigiosas universidades del mundo. Además alcanzó el grado académico de doctor.
Un profesor único
La politóloga e historiadora Reina Gonzales compartió de cerca los últimos años de Choque. En 2009 iniciaron el proceso de descolonización. “Fue una experiencia plagada de esperanzas y retos que no pudo estar mejor encaminada que de la mano de un hombre que encarnaba en su vida misma procesos de injusticia, desigualdad y exclusión, y que los había volcado en un compromiso militante a favor de la causa del movimiento indígena a través de la visibilización y reivindicación de su historia, una historia de luchas desiguales”.
Su amistad se estrechó y a ella se sumó la esposa de Choque, Cristina Quisbert, fallecida nueve meses atrás. “Desde que lo conocí en febrero de 2009 hasta el 17 de julio pasado, fecha de su lamentable fallecimiento, compartí con ellos, y algunas ocasiones con su hijo, una serie de experiencias que abarcan una multiplicidad de recuerdos laborales, académicos y personales, que ahora guardo como mi mayor tesoro”.
Gonzales indica que la admiración por Choque, a quien llamaba “profesor”, se extendió a su esposa. “Una mujer extraordinaria como él, complemento ideal ya que ambos eran investigadores y en esa calidad comparten dos textos importantes, como coautores. Ellos siempre estuvieron juntos”. Así fue el legado de este aymara, que dejó su impronta en la historiografía nacional.
Texto original publicado en la revista Escape