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La ‘cuarta pared’ en pandemia

Los teatros cerraron. Las plateas se convirtieron en desiertos. El silencio se apoderó de las tablas. No hay aplausos, no hay cuerpos, no hay públicos activos. El teatro trata de reinventarse como siempre lo hizo desde la noche de los tiempos. Se habla de arriesgar, de proponer, de experimentar.

Y las modalidades son múltiples y diversas: teatro filmado (como El Municipal en tu casa en La Paz o Tía Ñola en Santa Cruz), teatro editado, teatro por “zoom”, teatro virtual cercano a las “performances”, obras vivas en nuevos escenarios como los balcones y las habitaciones, teatro sin escenario físico como las experiencias inmersivas/íntimas por WhatsApp… Surgen las preguntas y las dudas en esta era de la incertidumbre: ¿es teatro? ¿o es otra cosa? Es una (nueva) experiencia, sin duda. ¿Pero es una experiencia teatral? ¿Es posible la deseada interactuación? ¿Puede desaparecer el teatro? Para tratar de darrespuestas y alguna certeza, escuchamos a tres grandes de nuestra escena: dos mujeres (Laura Derpic y Alice Padilha Guimarães) y un hombre, Percy Jiménez.

Derpic, con amplia trayectoria en el “off” de Buenos Aires y actualmente en La Paz, es optimista. Y no para de trabajar. La directora de teatro participa en varios proyectos. Uno de ellos se llama 40 días de Dramaturgia Clandestina. Dieciséis dramaturgos de distintos países crearon un texto para actores/actrices en diferentes espacios que simulan (con una cámara) estar en un mismo lugar. La puesta en escena pasa a ser “puesta en el espacio”. En septiembre hará una “performática virtual” sobre el aniversario del nacimiento de Beethoven en conjunto con la Universidad Católica Boliviana y la Alcaldía de La Paz.

Además da asesorías de proyectos teatrales y desde hace pocos días imparte clases en el programa de Cine de la UMSA. Además está escribiendo una obra de teatro llamada (por ahora) El amor del desamor, ganadora de la primera convocatoria municipal del Focuart paceño de este año.

Laura la tiene clara: para ella, a pesar de la intermediación de una pantalla, sí existe la experiencia teatral en la medida en la que hay un espectador/a mirando la representación que hace un actor/actriz, con una interacción en mayor o menor medida.

Alice Padilha Guimarães, del Teatro de los Andes,trabaja en varios proyectos pedagógicos y mil cosas más y prepara junto al elenco de Yotala (Sucre) una nueva obra sobre la Guerra del Chaco. Acaba de presentar el pasado domingo 16 de agosto, dentro del Festival Itinerante de Teatro Contemporáneo, Ensayo sobre la ansiedad, un monólogo/experimento/ejercicio colectivo de lenguaje teatral con lenguaje audiovisual junto a la actriz Mercedes Piti Campos Villanueva, con texto de Gabriel Salinas y cámara de Omar Alarcón.

Alice no es tan optimista como Laura. “Para mí, no es una experiencia teatral. El teatro sucede en la relación directa entre actor y espectador. Aunque sea transmitido ‘en vivo’, en el teatro virtual esa relación está mediada por una filmación. Existen elementos del teatro, ‘teatralidades’ que pueden ser compartidas pero no el teatro como tal. Pero en el momento presente, crear nuevos lenguajes, encontrar y trabajar sobre alternativas al ‘acontecimiento teatral’ es importante y necesario. Hay que mirar todas las iniciativas con generosidad, nada sucede del día para la noche. Como dice el director argentino Claudio Tocalchir: “La verdad es que no sé si es una buena o mala alternativa, por ahora es la única que tenemos”.

Percy Jiménez Vásquez, dramaturgo orureño y director del grupo Textos que migran, es el más pesimista de todos. “El teatro virtual —el nombre ya lo dice todo, no es teatro— nos reduce los grados de afecto, de vínculo con lo que pasa sobre la escena. Hasta ahora, lo que he visto son híbridos, sin mucha personalidad. Habrá que resignar el cuerpo en todo caso pues de hecho no está ahí. El cuerpo es lo que más se resiente y esto implica una degradación en el espacio político del teatro. La experiencia teatral es profundamente política pues implica cuerpo y democracia”.

Ausentes entonces los cuerpos por culpa del maldito virus, las fichas se colocan sobre la famosa y escurridiza interactuación con el público. ¿El gran desafío? Romper esa “cuarta pared” que ahora sería la pantalla. Derpic pone el acento en lograr la participación. “Ahí radica la no credulidad del espectador, creo que las propuestas más participativas podrían ser una solución”, dice Laura. Para Jiménez, la solución es dar un volantazo de 180 grados. “Para mí lo visual no es el camino, sino lo sonoro. Tal vez allí, en el radioteatro hay algo de lo que tuvimos. Tal vez sea escuchar lo que nos dé la gana, o mejor, imaginarlo que nos dé la gana”.

La Libertad de la Mirada

Alice cree posible contar con un espectador emancipado/empoderado/crítico/participativo en este nuevo “teatro” en pandemia. “La interactuación, obviamente, tiene que ser diferente de la que se da en el teatro‘real’. Cuando pensamos una obra de teatro definimos la relación que queremos establecer con el espectador, es decir, el punto de vista: si se trabaja con la ‘cuarta pared’, si se lo interpela directamente, si se le da un rol dentro de la obra, etc. Creo que en el ‘teatro virtual’ no debe ser diferente. Hay que tener en cuenta que hay un espectador y proponer la dramaturgia, el espacio, la actuación, definiendo qué relación se va a establecer y, obviamente, tener en cuenta que esa relación no es directa, sino mediada por la filmación. Por eso es fundamental elaborar también la propuesta del lenguaje audiovisual que será utilizado”.

El teatro es cuerpo, presente y viviente, es territorio y espacio. La cristalización virtual nos individualiza, nos aleja de esos cuerpos, del colectivo, de ese lugar del otro y con el otro. ¿Cómo construir ahora ese carácter comunitario que siempre tuvo el teatro desde sus orígenes? Derpic piensa que esto no se puede reconstruir en este momento: “Siento que al estar suprimido lo comunitario de alguna manera, se hacen esfuerzos e iniciativas para estar juntos y juntas desde la virtualidad pero creo que lo físico es algo que no se puede sustituir, salvo por el poder de convocatoria al cuerpo desde la imaginación”.

¿Y la libertad de la mirada, inherente a la experiencia teatral? Para Alice, “la mirada es definitivamente otra y las propuestas artísticas tienen que tener en cuenta esa nueva manera de mirar. Es imposible sustituir la mirada de la experiencia teatral. Desde mi percepción los tiempos tienen que ser otros. También un pensamiento consciente respecto al espacio que se maneja. No puedo pretender que el espectador vea el cuadradito del zoom como un escenario como tal”.

Percy Jiménez se suma: no hay libertad de mirada. “El espectador está en su casa, con miedo, miedo al otro, eso desempodera. No puede levantarse e irse, molestar con ese acto a los otros. Simplemente apaga su pantalla y ya. No afecta. No hay cuerpo que sea afectado, cruzado, predomina la individualidad, la virtualidad. Es el mundo que se viene ahora. Eso y el control. No solo sobre nosotros, sino de nosotros sobre nuestras circunstancias. Tengo miedo que estemos a las puertas de un 1984 orwelliano, donde el pasado es manipulado a placer del poderoso, donde la experiencia de vida y de teatro estén cuestionadas. No veo luz al final del túnel”.

Derpic no es tan pesimista: “la libertad de mirada es relativa, incluso en una representación teatral habitual. Todo depende de cómo esté pensada la puesta en escena y contada la historia para lograr eso. Por ejemplo, yo como directora, puedo hacer énfasis y ‘primeros planos’ en un espacio teatral, remarcando movimientos, ocultando cosas, gestos, etc. y de esa manera construir o guiarla mirada del espectador. Es como un juego de magia también, donde yo decido qué quiero que vea o no el espectador cuando viene a ver mi obra”.

Son tres miradas, son tres esperanzas. El vocablo teatro viene del griego theatron, que significa un «lugar para mostrarse, exhibirse». Laura Derpic, Alice Padilha Guimarães y Percy Jiménez están de acuerdo en una cosa: el teatro boliviano está y estará siempre en esa búsqueda para mostrarse y preguntarse, para molestar y enfrentarse a sí mismo como país. Por eso, el teatro no desaparecerá.

El teatro boliviano pospandemia

“El movimiento teatral boliviano, pese a ser pequeño comparado con países vecinos como Chile, Argentina o Perú por ejemplo, es bastante heterogéneo. Tenemos grupos estables, hay elencos que se constituyen para un proyecto específico, tenemos el teatro popular costumbrista, hay directores y dramaturgos que hacen propuestas propias, tenemos el stand up, el teatro danza, etc. Los artistas nos manejamos en diferentes contextos, también de acuerdo a la zona del país donde estamos. Nos dimos cuenta de eso muy claramente en todos los movimientos, coordinadoras y colectivos que se generaron primero para solicitar demandas al ‘fallecido’ Ministerio de Culturas y luego porlas protestas por la eliminación de éste. Así que elteatro pospandemia será diferente para cada grupo específico”. (Alice Padilha Guimarães)

“Me imagino propuestas de muchos tipos, propuestas que jueguen con la virtualidad y lo performativo para generar interacciones con el público y éste se sienta interpelado. Esto será parte de una experiencia escénica, sin importar realmente el espacio en el que está. Creo que ahora estamos en un buen momento, porque de alguna manera se democratiza el acceso a la creación y la experimentación del que hacer teatral”. (Laura Derpic)

“Eltema económico es algo que siempre estuvo ahí y después de la pandemia más que nunca estará entre los principales problemas generales del teatro en Bolivia porque hacemos parte de la economía informal y, como la crisis será generalizada, también el presupuesto de la población para lo que no sea comida o vivienda, va a estar muy reducido. Uno de los puntos positivos es que como nunca los artistas se han organizado, más allá de las diferencias y con las diferencias, para exigir a las instituciones estatales, reconocimiento, respeto y propuestas para el sector. También hay muchas producciones para la webque, logradas o no, son un escenario ‘democrático’ y que ha inspirado búsqueda y nuevas propuestas en el hacer teatral. Otro punto es la cantidad de conversatorios, talleres, tutoriales, conferencias a los que se puede acceder fácilmente y que contribuyen para generar intercambio, conocimiento y pensamiento crítico sobre el arte y el teatro. Imagino que eso incidirá a favor del desarrollo del teatro boliviano que resurgirá pospandemia”. (Alice Padilha Guimarães)