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Sergio Mercurio: ‘la pandemia hizo que vuelva a dialogar con el presente’

Sergio Mercurio estará de vuelta en Bolivia al estilo pandemia: en streaming. El director y actor escénico, cineasta y escritor argentino presentará la obra Viejos de mi… por primera vez en el país, en una versión en HD creada para las pantallas. Será mañana a las 19.30 a través de Teatro Nuna y Superticket. Para quienes vean la pieza, el domingo a las 20.00 habrá una reunión vía Zoom con el artista que se llevó los corazones de los bolivianos en su más reciente actuación en el país: la despedida del Titiritero de Banfield.

—¿Cómo transcurre la vida de Sergio Mercurio sin el Titiritero de Banfield y en pandemia?
—La despedida del Titiritero de Banfield fue algo muy hermoso, y a tiempo. Es un lindo recuerdo. Mi presente es tan intenso que solo estoy atento a él. Creo que tomé la decisión a tiempo, logré despedirme. Este año ha sido de una intensidad muy relevante, si miro para atrás me parece raro que ni siquiera haya pasado un año entero. A comienzos de año creé El Jardín de UI, donde comparto cuatro talleres: Humor, escritura, manipulación de objetos y autoconocimiento. Mi jardín ha tenido en esta pandemia muchos amigos de América Latina, hasta de Europa y África. Aproveché una plataforma y he creado cursos que intentan dar desafíos, conocimiento y alegría. Todo el año estuve dedicado al Jardín a generar recursos para él y sobre todo a atender a los más de 100 participantes que anduvieron por ahí este año. Todos los cursos duran dos meses y si bien tres son pagos, uno es gratuito, de modo que al menos en uno tengo una lluvia de interesados. El Jardín es un espacio que he creado como consecuencia de mi acercamiento a la filosofía y sobre todo a Epicuro, cuya escuela filosófica se llamó el Jardín. En mi caso he asumido mi total ignorancia, por eso la sigla UI: Un ignorante. Quiero atravesar este tiempo como un ignorante. Los cursos del Jardín cerraron el 1 de diciembre y se reanudan el próximo enero.
—¿Y no extrañó los escenarios?
—La pandemia no me dejó extrañando el teatro, he tenido mucho trabajo y pude cerrar proyectos que tenía pendientes. Organicé en Guatemala la conferencia sobre el monumento 21, que es el fruto final sobre mi investigación sobre los títeres precolombinos. Un trabajo que he estado haciendo durante más de 15 años. Está disponible en mi canal de YouTube. He escrito mucho, he estudiado otro tanto. Fui convocado a ilustrar un libro, es decir que pude visitar nuevos lugares artísticos. He sacado mi nuevo libro Mi amigo del aire. Pero quizás lo más importante es que después de 30 años es la primera vez que he estado quieto. Mi quietud me hizo hacer una huerta en mi patio, eso hizo coherente haber llamado El Jardín de UI a mi espacio. Allí descubro la belleza de la quietud.

La obra ‘Viejos de mi…’ de Sergio Mercurio. Foto: Pablo Gonzales


—¿Cómo surgió el espectáculo Viejos de mi…?
—Este espectáculo fue un desafío para mí, quería contar solo una historia y combinar todas las técnicas que había aprendido e incorporado con el desafío mayor que fue crear una técnica de animación en vivo con yerba mate.
Después de mi trilogía del viaje, que yo consideré una trilogía sobre el espacio, encaré una trilogía sobre el tiempo, entonces creé tres espectáculos sobre la vejez. Viejos fue el primero. Lo llevé a Bolivia hace unos años y se presentó en La Paz en la fiesta del Teatro de los Andes.
Viejos de mi… demoró 10 años en ser creado. Hubo razones concretas, había escrito la historia pero no tenía ni madurez ni recursos para encararlo. Me refiero a recursos emocionales. Demoré muchos años en entender cuál es el elemento que representa la amistad en la Argentina. Finalmente entendí que es el ejercicio de tomar mate. Para ello creé la técnica de animación con yerba mate. Tuve que probar todas las yerbas existentes, entender las diferentes formas de tomar mate en América. Identificar lo que significa tomar mate en la Argentina me dio pistas. Finalmente creé un lenguaje que en el teatro se ve en una pantalla gigante mientras yo manipulo la yerba sobre una mesa y en este caso no es necesario, ya que la cámara por momentos son mis mismos ojos. Por otro lado, recibí ayuda técnica para manipular un muñeco de tamaño natural y con todo el cuerpo, finalmente decidí actuar y ser uno de los dos personajes, un viejo de mi…
—La obra ya se presentó en formato presencial. ¿Cómo se adaptó a la pantalla?
—La obra se estrenó en 2013 en El Salvador. Tiene ya siete años pero muy pocas presentaciones en función de la dificultad técnica para presentarla. Tiene un montaje muy demorado, hay mecanismos audiovisuales dentro de la escena muy precisos. La adaptación fue difícil, porque en la obra en vivo el público es determinante en el transcurrir de la historia. Explico. Juárez y Juanito viven juntos en una pensión y Juanito comienza a perder la memoria, entonces en un momento Juárez cree que hacer una gran fiesta puede llegar a ser un remedio, piensa que el efecto de la alegría hará que Juanito recuperé la memoria definitivamente.
En la versión teatral, antes de comenzar el espectáculo convido a tres personas que quieran formar parte del espectáculo y durante cinco minutos les cuento algunos detalles y les doy tres premisas y los dejo libres a actuar como les parezca, eso determinará el conflicto de la obra en un momento crucial: la fiesta. Esto que cuento forma parte del teatro que siempre he hecho donde el público es activo e imprescindible. En esta versión tuve que renunciar al público, llamé a una serie de amigos para que violen la cuarentena y entren sin barbijo a una filmación donde no tenían ni idea lo que acontecía y donde algunos ni siquiera habían visto la obra. El resultado está en la pantalla. No tiene la fuerza del tiempo presente que habita el teatro que siempre elegí hacer, pero si ahí pierde, en otros lados gana.

Animación en yerba mate en la obra ‘Viejos de mi…’ de Sergio Mercurio. Foto: Pablo Gonzales


Cuando la pandemia apareció y vi una serie de obras, pero fue la obra Carcere de Vinicius Piedade la que me dio pistas de cómo encarar el trabajo. Entré en contacto y Vinicius me contó que la decisión que tomó fue tomar el texto de la obra como si no fuera propio y asumir que debía filmarlo en condiciones pandémicas. Hice lo mismo. Cuando filmé en Argentina aun nadie podía reunirse, los teatros estaban cerrados, no había protocolos de filmación, de modo que hice todo a riesgo. Entonces recordé la casa de una amiga que siempre me había parecido el lugar donde sucedía mi obra, le pedí permiso y fui allí a filmarla. Sospecho haber respetado la obra y haber hecho otra cosa. Un lenguaje que no es la filmación de una obra de teatro, ni una adaptación al cine de una obra de teatro. En esta versión se ven cosas imposibles de ver en el teatro. La cámara es un ojo inquieto y atento a detalles.
—¿Qué le aporta como artista esta nueva realidad?
—Yo creo que este tiempo ha puesto en jaque mate al mundo y en especial a los actores. Lo bueno es que hay un modo de hacer contacto directo con el público. Los intermediarios son otros. Este tiempo nos ha dado esta posibilidad, estamos a un click de llegar a miles de lugares al mismo tiempo. El desafío es como crear un puente o simplemente valerse de los puentes que ya hemos transitado con la cabeza suave. Lo que aporta este tiempo es mi expectativa, la de haber hecho un trabajo que responda a este tiempo. Que vuelva a dialogar con el presente.
—¿Qué es lo que espera del público boliviano?
—Me gustaría que cierta coincidencia haga que puedan sentarse delante de sus televisores o computadores y pueda despegarlos de ese sitio durante una hora y veinte. Espero que aquellos que se sientan emocionados quieran el encuentro conmigo el domingo 13, a las 19.00, en la conversación que haré con quienes elijan ver la obra y que quieran conversar conmigo en el Zoom, no creo que les parezca raro saber que me gusta mirar a los ojos al público y charlar. Voy a hacerlo a pesar de la distancia.