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Gil Imaná: ‘Entregué con amor mi vida a la pintura’

El maestro pintor y muralista Gil Imaná falleció este jueves a los 88 años. A continuación recuperamos la entrevista que publicó La Razón en octubre de 2014, cuando el artista recibió el Cóndor de los Andes en el grado de Caballero, la más alta presea que otorga el Gobierno.

El entonces canciller David Choquehuanca, hoy vicepresidente, le entregó la joya y el diploma, y aseguró que “empezamos a valorar lo nuestro en sus pinturas; cuando él empieza a recuperar nuestra identidad, cuando inicia a recuperar nuestras raíces, lo expresa en sus cuadros”.

— ¿Qué significa esta condecoración para usted?

— Es la más alta distinción que he recibido, lo que significa que debo redoblar esfuerzos para seguir la obra de toda mi vida. He entregado con amor mi vida a la pintura y poco a poco he ido creciendo con ayuda de los periodistas, de los críticos y así fue conociéndose en otros países. He tenido exposiciones hermosas en La Paz y otras ciudades de Bolivia. La primera la hice en Sucre en el año 1949, hace 65 años, esos son los años de vida profesional que llevo. Yo no necesito vacación ni descanso, porque el trabajo que hago no es trabajar, es una entrega amorosa, permanente. En realidad, cada uno de mis cuadros representa un pedazo de mi vida.

— En estos años de carrera, ¿cómo evalúa la evolución de la pintura nacional?

— Es cierto que existe una transformación de la pintura en Bolivia y en el exterior. Pero, no hay que olvidar que la pintura es un arte de creación individual. Existen nombres que han surgido a lo largo de la historia en diferentes países que han logrado marcar pautas en la pintura y que han crecido hasta alcanzar un reconocimiento internacional.

— ¿Algún nombre que quiera especificar?

— Yo me casé con una artista joven, Inés Córdoba (creadora potosina, 1927-2010). Comenzamos a trabajar juntos y realizamos los primeros murales en cerámica que se realizaron en Bolivia el año 1964, que está en la Facultad de Ingeniería de la UMSA. Posteriormente hemos realizado otros trabajos, siendo el más grande Tránsito en el tiempo que está en la Mutual La Primera. Es una obra a la que hemos dedicado tres años de nuestra vida, sin descanso, trabajando día y noche, un trabajo arduo y maravilloso, y el resultado nos satisface aún hasta ahora.

— ¿Tiene algún discípulo, un artista que siga su legado?

— Hay algunos que siguen un poco el estilo. Pero yo siempre insisto en que el arte no es artesanía, porque el copiar, tratar de hacer un realismo fotográfico, no es arte, es artesanía, es habilidad manual. El arte es creación, buscar el propio camino sin tener que copiar de otras personas.

— ¿Cuáles son sus planes?

— Yo estoy en una etapa en la que no puedo leer libros ni reproducciones porque mi visión no me lo permite. Escribo y pinto mirando arriba, con los ojos del alma. Así continúo dibujando. Además ahora estoy empeñado en que la institución que creé —la Fundación Inés Córdoba y Gil Imaná, que ya tiene su personería jurídica— comience a trabajar. Para ello, tenemos que superar algunos obstáculos burocráticos para hacer el acto de donación de mi casa para que sea transformada en museo con obras de Inés y mías, además de las que hemos coleccionado durante toda nuestra vida, e iniciar una campaña para recaudar fondos para poder acondicionarla como un repositorio.