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Gil Imaná, la trayectoria de un pintor ‘que se mantuvo libre’

«Pintor, dibujante, grabador, escultor y muralista» son palabras que describen una muy pequeña parte de todo lo que fue Gil Imaná como artista, como amigo, como familiar y como persona. Al menos ese es el consenso de quienes pudieron conocerlo en vida.

Nacido en Sucre en 1933, Imaná es uno de los artistas y pintores más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Así lo define Elías Blanco, director de la Casa del Poeta.

«Cultivó el arte desde niño y aprendió de la mano del maestro lituano Juan Rimsa. Muy pocos han sido beneficiados por esa tutoría y se nota en la evolución de las obras de Gil Imaná la adquisición de una maestría», cuenta Blanco, quien conoció al maestro Imaná en vida.

La tutela de Rimsa le valió su primera exposición a los 16 años, en 1949, y poco después formó junto a destacados artistas de la época el grupo Anteo en Sucre.

A este grupo pertenecieron nombres de importante trayectoria como Wálter Solón Romero, su hermano Jorge Imaná, Eliodoro Ayllón, Félix Orihuella, Hugo Poppe y Juan José Wayar. Con el fallecimiento de Imaná, Lorgio Vaca es el último sobreviviente de Anteo.

De talla mundial

Gil Imaná exhibió su obra en varios lugares del mundo. Francia, Ecuador, México, son algunos ejemplos. En España llegó incluso a exponer su obra delante del legendario Salvador Dalí, quién era parte del público en una muestra de artistas latinoamericanos que incluía al pintor boliviano.

Fue, además, el primer boliviano en exponer en la sala Pedro, del Museo del Hermitage, en Leningrado, así como fue el primer pintor del país en vender sus trabajos en las casas de subastas Christie’s y Sothebys de Nueva York.

En 2010 sufriría uno de los golpes más duros de su vida cuando falleció su esposa y compañera artística Inés Córdova, con quien produjo arte en cerámica, medio de expresión que dominaba Córdova.

Entre los muchos reconocimientos y galardones que recibió en vida, destacan el Cóndor de los Andes, máxima distinción que brinda el Estado Plurinacional de Bolivia, otorgada al artista en 2014.

Además, el pintor y muralista recibió, junto a su pareja, el Premio Nacional de Cultura y, en Chile, tuvo el honor de ser el receptor de uno de los más importantes reconocimientos culturales de ese país: la medalla Pablo Neruda.

Después de 87 años de vida, falleció la madrugada del 28 de enero de 2021.

Un pintor que se mantuvo libre

En 2017, donó todo su patrimonio artístico a la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia. Esto incluye más de 6.000 obras propias y ajenas de colección, además de su casa-taller ubicada en la calle Aspiazu y 20 de Octubre, La Paz. Acción que denota desprendimiento para contribuir a la cultura boliviana y, acota Elías Blanco, da la impresión de que en ningún momento intentó mercantilizar su obra.

«Para cualquier artista su obra es un ejemplo de vida. Siempre ha sido libre en la opción de qué pintar. Otra cosa hubiera sido pintar según lo que el mercado demandada, pero él no lo hizo. Él mantuvo su estilo y ahí es donde explotaron sus capacidades creativas. Eso, junto a su obra donada al Estado, es su gran legado».

El arte de Imaná destaca por tener una identidad propia. «Las formas, los colores, todo tiene un estilo reconocible y que solo lo alcanzan los grandes maestros», dijo Blanco, quien posee varias horas grabadas en casete hablando con el maestro pintor, a quien entrevistaba a las cinco de la tarde, alrededor de una mesa llena de té con galletas.

«Eso le gustaba mucho», recuerda Blanco.