Icono del sitio La Razón

Carlos Acosta, listo para volver a ‘conectar con el público’ en el Birmingham Royal Ballet

BIRMINGHAM, Reino Unido, 28 Mayo 2021 (AFP) – Reivindicando la resistencia que le dio su dura infancia en Cuba, el legendario bailarín Carlos Acosta se prepara, a sus 47 años, para volver a «conectar con el público», tras la «pesadilla» de los confinamientos, como director del Birmingham Royal Ballet.

Retirado de los escenarios desde 2016, el que fue primer bailarín del prestigioso Royal Ballet de Londres tomó las riendas de la compañía, en la segunda ciudad del Reino Unido, en enero de 2020.

Dos meses después estallaba la pandemia que llevó al país a tres confinamientos, el último de los cuales se levanta ahora.

«Fue muy traumático», dice a la AFP en su estudio, tras una clase en persona con bailarines a los que apenas había tenido tiempo de conocer antes de encontrarse todos encerrados con la misión casi imposible de entrenar en línea desde sus cocinas.

«Esta institución es muy grande» y «todo era nuevo para mí», reconoce, desde la gestión de la orquesta hasta cómo «mantener a flote» las finanzas: él y la presidenta, Caroline Miller, se bajaron el sueldo para poder pagar al 100% a sus 60 bailarines.

La suya fue una de las primeras compañías británicas que volvió a los escenarios en octubre, con la altamente simbólica «Lazuli Sky», en que los bailarines mantenían dos metros de distancia gracias a unas amplísimas faldas inspiradas en los miriñaques con que las mujeres del siglo XIX se protegían del cólera.

«Quería dejar un registro de la pandemia», pero es «muy antinatural» que los bailarines no se toquen y «las posibilidades son limitadas», afirma sobre el primer espectáculo en vivo que programó como director del BRB.

Por eso empezaron a trabajar en pequeños grupos, para «mitigar el riesgo, porque si una persona enfermaba toda la compañía debía ponerse en cuarentena».

Pero el país volvió a confinarse cuatro semanas en noviembre y, tras una brevísima reapertura, los teatros fueron de nuevo clausurados desde mediados de diciembre hasta la semana pasada, cuando empezaron a reabrir con aforo reducido.

«Fue como una falsa sensación de esperanza», recuerda la bailarina Rosanna Ely, de 25 años, para quien la presencia de público «es combustible».

«Ha sido una pesadilla para todos», afirma Acosta, señalando que «el cuerpo sufre» por estos repentinos cambios de ritmo, «muy nocivos» psicológica y financieramente: por no representar el ‘Cascanueces’ en Navidad perdieron un millón de libras (1,4 millones de dólares).

Resistencia y adaptación –

Deseosos de volver a «conectar con el público», el BRB estrenará en junio «Comisariado por Carlos: programa triple» con el estreno mundial de dos coreografías encargadas al cubano Miguel Altunaga y la brasileña Daniela Cardim, y una del español Goyo Montero inédita en el Reino Unido.

«Es muy ecléctico, es fresco, es actual, creo que debe ser el camino a seguir para una compañía del siglo XXI», afirma sobre este programa rabiosamente contemporáneo que contrasta con el clasicismo de su siguiente espectáculo, «Cenicienta».

Como en su escuela Acosta Danza y su compañía del mismo nombre -fundadas en 2015 en La Habana- con este espectáculo busca bailarines versátiles, que puedan abrazar lo moderno y lo clásico.

«Este material contemporáneo es tan diferente y está tan fuera de mi zona de confort, es un desafío y un gran impulso», afirma Ely tras el ensayo de «City of a Thousand Trades» de Altunaga, o la «ciudad de los mil oficios», como se conocía a Birmingham durante la Revolución Industrial, cuando llegaron a ella trabajadores de todo el mundo creando un crisol de culturas.

Acosta tiene «grandes ideas» para propulsar la compañía a nivel internacional sin perder sus raíces locales, considera.

Gracias a la Carlos Acosta International Dance Foundation, que busca brindar oportunidades a bailarines de origen modesto, llegó en noviembre a Birminghan el dominicano Darel José Pérez, de 22 años, formado en Acosta Danza.

«Fue muy duro llegar a un país que no conozco, porque era mi primera vez en Europa» y con el confinamiento «me sentía solo», afirma, pero agradece esta «gran oportunidad».

Undécimo hijo de una familia pobre de La Habana, Acosta llegó a actuar con las mejores compañías de todo el mundo tras ser obligado por su padre, un rudo camionero, a estudiar ballet para cultivar su talento.

Y llegó a lo más alto en una época en que entre los 80 bailarines del Royal Ballet de Londres solo había dos negros y él era el único principal.
«Ahora esto ha cambiado», celebra.

De sus duros comienzos conserva esa «tremenda resistencia». «No soy alguien que se rinda fácilmente», asegura, así que si hay una nueva ola de coronavirus «tendremos que seguir adaptándonos», sentencia.