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En busca de la británica Gertrude Bell, la ‘madre’ del Irak moderno

En Bagdad hay que ser tenaz para encontrar el cementerio protestante donde está enterrada la arqueóloga, escritora, diplomática y espía británica Gertrude Bell, considerada la artífice de la formación del Irak moderno. Y encontrar su tumba es igual de difícil.

Las inscripciones de la lápida casi se han borrado y pocos conocen hoy en Irak a esta mujer que murió en soledad en 1926 a los 57 años.
Y eso que participó activamente en la creación del Irak moderno en 1921 en la conferencia de El Cairo con Winston Churchill, entonces secretario de Estado para las colonias, ampliando los contornos geográficos de lo que entonces era un país bajo mandato británico, al integrar el Kurdistán, Mosul y los campos petroleros situados en estas zonas.

«Fue una de las impulsoras de la creación de este país. En cierto sentido fue la madre de Irak, para bien o para mal», explica a la AFP la historiadora Tamara Chalabi, experta en Gertrude Bell.

GRAN CONOCEDORA DE LAS TRIBUS

Era una mujer excéntrica de la alta sociedad que hablaba árabe y persa con fluidez y había viajado mucho por Oriente Medio. Consiguió abrirse paso en el mundo machista de la administración colonial británica y trabajó en la Oficina Árabe en El Cairo, la agencia de inteligencia británica en la región.

Impuso a Faisal I como rey de Irak en 1921 y, como conocía bien a las tribus, incluso consiguió que votaran a favor de él. Pero su mayor orgullo fue la construcción del Museo de Bagdad, inaugurado un mes después de su muerte.

Esta mujer, que trabajó con T.E. Lawrence conocido como Lawrence de Arabia, es poco conocida en Irak. Cuando la historiadora Tamara Chalabi llegó al país en 2005, «los menores de 60 años no sabían de quién hablaba y solo unos pocos ancianos recordaban lo que había hecho y la llamaban Khatun («Señora» en turco)».

Chalabi considera que se debe a «la forma en la que se enseña la historia en Irak».

«Los iraquíes no saben mucho sobre su pasado. Cuando hablas de patrimonio e historia, te dan una versión monolítica y propagandista», añade.

En este país que celebrará su centenario el año que viene, los libros de historia se han ido cambiando a lo largo de las revoluciones, golpes de Estado, dictaduras y cambios de régimen.

«En el colegio la historia moderna se resumía a fechas, pero nunca se mencionaba el nombre de Gertrude Bell», explica Heidi, una estudiante de 23 años.

Por el contrario en Occidente hay varios libros sobre ella y el alemán Werner Herzog hizo una película en 2015, «La reina del desierto», en la que Nicole Kidman interpreta a Gertrude.

Encontrar el cementerio es como el misterioso juego de la búsqueda del tesoro. Se halla en una callejuela del centro de la ciudad. Una vez que se llega hay que golpear varias veces un portal antes de que Ali Mansur, apodado Abu Husein, de 77 años, abra la puerta.

Heredó el empleo de su padrastro, quien lo obtuvo de los británicos hace más de 60 años. La iglesia protestante le paga un salario mensual de $us 170 por mantener el cementerio.

Hay flores artificiales sobre la tumba. «Los visitantes las traen naturales pero las quito rápidamente debido al calor», dice Abu Husein.

«MISS BELL»

Cuenta que el año pasado lo invitaron a la embajada británica para una ceremonia en memoria de «Miss Bell», como la llaman los iraquíes.

Tamara Chalabi viene de una familia iraquí exiliada tras la caída de la monarquía en 1958. Ella fue quien rehabilitó la tumba, plantó árboles a su alrededor y colocó una placa en la que se lee: «Restaurada por Tamara Chalabi en reconocimiento por la contribución histórica de Gertrude Bell a Irak».

Pero para Ali al Nashmi, profesor de historia en la universidad Mustansariya de Bagdad, la arqueóloga «sólo servía los intereses de la corona británica, no los de los iraquíes».

Para encontrar otro rastro de Gertrude Bell hay que ir al Museo de Bagdad. En su oficina, el director del Consejo de Antigüedades y Patrimonio, Laith Husein, muestra una placa en la pared con los nombres de sus predecesores; la primera es Gertrude Bell (1922-1926).

«Nunca la han olvidado», dice. «Ella creó el Museo Iraquí y contribuyó a la primera institución arqueológica del país».

Sin embargo, su estatua erigida por Faisal I desapareció por el saqueo del museo durante la invasión estadounidense de Irak en 2003. «Todavía no la hemos encontrado», reconoce Laith Husein.