Icono del sitio La Razón

‘Seúl, São Paulo’ o la patria esquivada

“Nací un poco en los Andes.
Y mis demás partes nacerán en una isla”.
(Mamani Magne)

Abrimos el libro y, sin dificultad alguna ni resistencia, nos dejamos llevar. Transitamos por los ojos del protagonista hallando los retazos de lo que es (y no es) Bolivia, encontrando pistas de lo que el futuro le deparará (o no) al adolescente que nos guía a través de una historia simple pero potente. ¿Y qué es Bolivia?, nos preguntamos mientras seguimos al joven Pacsi haciendo su servicio premilitar en El Alto, mientras lo acompañamos en su paseo en el cual mira a los adolescentes de la Zona Sur que arrastran dejos del inglés en su español, mientras pensamos en Tunupa –el monolito de la familia Pacsi– para siempre quieto en medio de una sala que quiere modernizarse y en la cual a veces estorba. ¿Y en quién me convertiré cuando sea un adulto?, piensa el protagonista entre todas sus andanzas y nos deja observarlo mientras intenta responderse.

La novela escrita por Mamani Magne (Seúl, São Paulo, ganadora del Premio Nacional de Novela 2019) nos guía a través de una problemática difícil de tratar; pero lo hace de una manera llana, franca y despojada de complicaciones. Y es que su historia es sencilla, entretenida, alejada de almatrostes argumentativos; es una historia que se deja leer fácilmente. No obstante, como ya anunciábamos, el trasfondo que transitamos a través de sus páginas, detrás de las palabras, es complejo y las respuestas que se nos van tejiendo lo son aún más. La historia nos habla de los primos Pacsi. Uno de ellos, el protagonista, es un chico nacido y criado en Bolivia; mientras que el otro, Tayson, es hijo de bolivianos nacido en Brasil y criado hasta cierta edad allí. Ambos tienen diecisiete años, ambos están haciendo su servicio premilitar en la Fuerza Aérea y ambos, a puertas de la mayoría de edad, tienen que pensar en lo que harán próximamente con sus vidas. Ambos habitan Bolivia mientras intentan descifrarla.

Uno de los detalles que llama la atención en la novela, y que salta rápidamente a la vista trayendo a colación el tema de la identidad, es la dualidad que se presenta entre los dos primos. A pesar de ser integrantes en una misma familia, de cuasi compartir techo dada la cercanía de sus hogares y de transitar juntos una misma etapa de vida, los Pacsi presentan grandes diferencias que, con el tiempo, se van haciendo más grandes: Tayson ha crecido en Brasil, el protagonista no ha vivido en ningún lugar fuera de Bolivia; Tayson abandona el servicio premilitar, el protagonista persiste hasta terminarlo; Tayson –en algún momento– tendrá el deseo de escapar a Seúl, el protagonista algún día se embarcará hacia São Paulo. A medida que el tiempo pasa, los caminos del uno y el otro, así como sus identidades, se separan acercándolos cada vez más a la despedida definitiva en la cual cada uno encontrará los atisbos de la adultez, de su propia adultez.

Por otro lado, en esta novela, se muestran también las complejas capas que componen la identidad de todo ser humano. Entre esas capas hallamos algunas abismáticas, carentes de respuesta, capas en las que los personajes quedan suspendidos, abandonados a su suerte, despojados de certezas. “Cuando nos pregunta qué queremos hacer luego de graduarnos, todos dicen que entrarán al Colegio Militar. Yo guardo silencio”, afirma el protagonista en un pasaje en el que Vida, una de las chicas premilitares, pregunta por el futuro. Después de decirlo, se queda pensando, suspendido, dubitativo, buscando un sueño y encontrando, en su lugar, todo aquello que jamás querrá hacer: “No me veo yendo a la universidad. Tampoco trabajando de comerciante”.

Y la capa más compleja de la identidad, quizás, se encuentra en la búsqueda de la bolivianidad. Para entender quién es uno, pues, debe entenderse el semillero del cual brota: los orígenes, las raíces, la patria. Este tema se hace presente casi en toda la novela, aunque de manera un tanto discreta; hasta que Dino –el amigo sociólogo de los primos Pacsi– saca a la luz todos estos retazos de abismo y nos los lanza (a nosotros y a los otros personajes también) en la cara. “¿Bolivia de qué es intento fallido?”, pregunta luego de afirmar que todos los países de Latinoamérica son el intento fallido de algo; responde unas páginas después afirmando: “Bolivia es un intento fallido de no ser Bolivia”.

Bolivia, pues, parece ser el abismo en el que se flota buscando identidad y se encuentra de todo menos eso: identidad. Bolivia se esquiva. “Ni boliviano ni brasileño. Vos, Taycito, eres igual que nosotros: aymara”, afirma Dino cuando le preguntan de dónde parece Tayson, pues la bolivianidad parece no estar ahí, en el aymara. “Vienen de Achumani o Los Pinos, uniformados con sus mochilas Totto, con una lengua que apesta a inglés de CBA, un amaneramiento que parece decir soy boliviano pero no tanto”, piensa el protagonista al ver a los adolescentes de la Zona Sur, pues la bolivianidad tampoco parece estar ahí. ¿Dónde está entonces?

¿Dónde reside la bolivianidad? ¿En la cholita que el protagonista no elige en el prostíbulo “Las Claudinas”? ¿En la Fuerza Aérea donde se forja patriotismo a fuerza de odio hacia el chileno? ¿En las ganas de escapar a donde sea para no quedar atado a la tierra que a todos nos hace extranjeros? Seguramente reside en todos esos lugares, pero quizás reside más en esa sensación de que Bolivia no es Bolivia y el boliviano no es lo suficientemente boliviano. Y ahí, también, reside la identidad del que ha brotado de esta patria.

Seúl, São Paulo traza los problemas más profundos de la identidad, no solo del individuo, sino del boliviano (sobre todo del boliviano). Y lo hace con tal destreza y soltura que, a pesar de sentirse frente al abismo del ser y no ser, el lector no puede parar de avanzar en sus páginas.

Ariadne Ávila es escritora, autora de la novela El laberinto sin paredes (2016).