Fieles acuden al monte Arafat en momento cumbre de la peregrinación a La Meca
En el rito más importante del hach, los fieles pasan horas rezando y recitando el Corán para expiar sus pecados, quedándose en la colina hasta la noche.
Los fieles musulmanes ascendieron este lunes al monte Arafat de Arabia Saudí en el momento cumbre de la gran peregrinación a La Meca, celebrada por segundo año en formato reducido y con restricciones sanitarias por la pandemia.
Solo 60.000 personas, ciudadanos y residentes en el reino vacunados, están autorizados a participar del hach, la gran peregrinación del islam.
Los fieles protegidos por mascarilla pasaron la noche en los campos del valle de Mina y, después de la plegaria del mediodía, ascendieron al monte Arafat, de 70 metros de altitud, donde se cree que el profeta Mahoma pronunció su sermón final.
En el rito más importante del hach, los fieles pasan horas rezando y recitando el Corán para expiar sus pecados, quedándose en la colina hasta la noche.
Después de la puesta de sol se dirigen a Muzdalifa, a medio camino entre Arafat y Mina, donde dormirán bajo las estrellas antes de realizar la simbólica lapidación del diablo.
La escena era radicalmente distinta a la de otras ediciones, cuando el hach llegó a reunir a 2,5 millones de personas y riadas de gente subían al monte Arafat.
Unos pocos privilegiados
Estar entre las afortunadas «te deja la sensación de que nuestro Dios es misericordioso y nos ha escogido para estar aquí», dijo Selma Mohamed Hegazi, una egipcia de 45 años.
«Si Dios lo quiere, nuestras plegarias serán aceptadas», deseó.
«Todo mi cuerpo está temblando», dijo a la AFP esta mujer, rodeada de otros peregrinos emocionados, todos ellos con el tradicional «ihram», un vestido blanco sin costuras usado durante el hach.
Los fieles evocaron un sentimiento de tranquilidad al descender de Arafat, también conocida como «Monte de la Misericordia».
«Ser uno de los solo 60.000 participantes en el hach… Me siento como parte de un grupo privilegiado que pudo llegar a este lugar», dijo Baref Siraj, un saudí de 58 años.
Este ritual anual constituye uno de los cinco pilares del islam, obligatorio para los musulmanes, si tienen la capacidad física y financiera de acudir.
Organizar el hach es un asunto de prestigio para el gobierno saudí, cuya custodia de los sitios más sagrados del islam es su principal fuente de legitimidad política.
Pero la prohibición de la participación de peregrinos del exterior causó resentimiento y decepción entre musulmanes de todo el mundo, quienes suelen ahorrar durante años para asistir.
Los escogidos fueron seleccionados entre más de 558.000 postulantes y debían estar vacunados contra el coronavirus, tener entre 18 y 65 años y no presentar enfermedades crónicas.
Las autoridades buscan repetir el éxito del año anterior, en el que aseguran que ninguno de sus 10.000 participantes fue contagiado de COVID-19.
Sus responsables sanitarios aseguraron el domingo no haber detectado todavía ninguna infección.
Arabia Saudí ha detectado más de 509.000 contagios y más de 8.000 muertes, entre una población de 34 millones. También administró unos 20 millones de dosis de vacunas.
Para evitar brotes en un evento habitualmente multitudinario, las autoridades sanitarias dividieron a los peregrinos en grupos de 20 personas, introdujeron «pases electrónicos» para acceder sin contacto a alojamientos y transportes e instalaron robots para repartir las botellas de agua sagrada en la Gran Mezquita de La Meca.
Ibrahim Siam un peregrino egipcio de 64 años procedente de Dammam (este de Arabia Saudí), afirmó que estos procedimientos «han hecho las cosas mucho más fáciles».