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Ley del Artista, sin consenso y con reto de la socialización

Mientras el Ministerio de Culturas y Turismo trabaja la Ley del Artista, dos problemas son marcados por cuatro expertos: la falta de coordinación entre los sectores y la necesidad de precisar el proyecto, o sea que debe ser más bien una Ley de Culturas.

Todos Somos Culturas es uno de los movimientos, conformado por abogados y gestores especializados en derechos culturales, que surgió precisamente para atender los acápites de los proyectos sectoriales. El equipo realizó un análisis exhaustivo, “artículo por artículo, inciso por inciso”, dice la artista teatral y escénica Marta Monzón en La Razón Radio.

“No podemos hablar de una Ley del Artista porque los y las artistas no somos sujetos de derecho de acuerdo con la Constitución Política del Estado. Sí lo son las artes, las manifestaciones artísticas y las industrias culturales”.

La dificultad de esta propuesta normativa radica también en su afán de abarcar, sin conocimiento, las expresiones artísticas, según Monzón. “Estamos hablando de más de 100 actividades artísticas. Si vamos a hacer una Ley de las Artes, tenemos que hablar de todo”.

La falta de consensos pone piedras en el camino. “Cada sector debería elaborar una propuesta y después conciliarla, pero no se puede hablar de una organización que represente a todos los sectores porque en alguna parte disentimos, diferimos o nos diferenciamos”.

Esta misma idea la comparte el sector cinematográfico y audiovisual, uno de los rubros que alzó la voz por el planteamiento. “Lo que más complejiza la realidad de este proyecto es que, siendo autocríticos, el mundo artístico es un mundo lleno de egos, entonces todos creen tener la mejor versión de la ley y las respuestas a todas las preguntas”, afirma Victoria Guerrero, productora de cine.

“Nos está costando muchísimo ponernos de acuerdo, lo digo porque soy parte de Telartes y estuve trabajando con Cultura Viva, dos grandes organizaciones que han presentado documentos para trabajar la ley. Luego surgieron otros que trataron de imponerse en lugar de consensuar. En principio habría que centrarse en algo muy corto que resuelva problemas generales e inmediatos: salud y jubilaciones e impuestos”.

El sector literario se sintió excluido en este proceso. “No había nadie convocado desde este sector. En las ferias del libro sacamos comunicados afirmando que no nos tomaron en cuenta. Cuando llegamos a participar hubo una parálisis”, señala Francisco Bueno, coordinador de la Asociación de Escritores de Bolivia (Escribo).

Frente a este panorama, el llamado a una socialización es imperativo. “Es necesario un compromiso, con plazos definidos y recursos asignados, firmado por el Gobierno para que se trabaje por tiempo y materia sobre los diferentes proyectos de ley que ya existen. Dicen que los artistas se deben a su público, por cientos de años en Bolivia el público no ha estado compuesto por el Estado”, comenta Alexis Argüello, de la editorial Sobras Selectas.

El Ministerio de Culturas, al frente de Sabina Orellana, asegura que se generarán nuevas reuniones con los sectores del rubro para escuchar los disentimientos y armar una propuesta común.