Sulma Montero, ‘Se hizo justicia. Justicia poética’
Una entrevista con la poeta y artista plástica Sulma Montero, a propósito de la reedición de la obra narrativa de Jesús Urzagasti.
El pasado jueves 23 de septiembre, la editorial boliviana 3600 presentó una colección muy importante: la reedición de la obra narrativa completa de Jesús Urzagasti, siete tomos que incluyen Tirinea, Un hazmerreír en aprietos, Los tejedores de la noche, Un verano con Marina Sangabriel, En el país del silencio, De la ventana al parque y El último domingo de un caminante.
El autor, uno de los más influyentes de la literatura boliviana, aún es motivo importante de análisis de la academia literaria, pese a que, previa a esta reedición, era más complicado encontrar sus libros para el público en general. Ahora Urzagasti retorna a las estanterías en una colección que tendrá el precio de Bs 400. No se venderán los libros sueltos, solo la colección íntegra.
Con motivo de tal colección, La Razón habló con la paceña Sulma Montero, poeta y artista plástica con estudios en Literatura, Diseño y Artes, viuda de Jesús Urzagasti.
—¿Cuál es la importancia del legado de Urzagasti en la literatura nacional?
—Considero que el universo literario de Jesús es valioso, pues su obra ha sido escrita con la precisión de un artista. Su mirada aguda y original instaura una literatura diurna cuyo follaje muchas veces nos remite al verano y a la alegría de la vida.
En su escritura se otorga jerarquía a la realidad del campo, logrando despojarla de las precariedades, para que se erija imponente y autónoma. Pienso que su trabajo no es mera literatura; cuestiona, nos hace mirar hacia atrás para reconocernos y sentirnos orgullosos de lo que somos. Creo que esa autonomía funda, a través de su palabra, una obra destinada a ingresar en la memoria colectiva.
—¿Considera que es un autor leído por las nuevas generaciones?
—Celebrando los 50 años de Tirinea, organicé un proyecto para que los jóvenes bolivianos conozcan su obra. Compartí su producción literaria con algunos colegios fiscales y particulares de La Paz, El Alto, Oruro, Sucre. Sus libros llegaron hasta Yacuiba. También se distribuyeron en la UPEA, bibliotecas zonales y en algunas cárceles. Esta experiencia me llevó a comunicarme con clubes de lectura de jóvenes en varios departamentos. Jóvenes de mucho carisma y amor por la literatura que ahora lo estudian y difunden. Espero que, con la reedición de su obra narrativa, su trabajo conquiste nuevos y diversos lectores.
—Esta reedición, ya sea en literatos o lectores casuales, ¿qué puede aportar al panorama literario actual?
—Vivimos en tiempos donde se ha perdido el rigor, y si no generamos un pensamiento crítico, vamos a quedarnos en la superficie. Y la literatura de Jesús no es superficial, es honda como la vida, eso no quiere decir que necesite de lectores exclusivos. Todo lo contrario; Jesús escribe de la dicha de vivir en la naturaleza, de las costumbres de un país profundo que muchos niegan, pero que existe. De un país pequeño, pero de oculta grandeza. De lo imprescindible que es conocerse a sí mismo y reparar en la presencia del otro.
Narra las historias de lo que somos, en un diálogo vital que nos hermana y compromete nuestro pensamiento.
Es a través de la lectura de sus libros que el lector podrá ingresar a un diálogo luminoso, despojado de ornamentos, con el universo provocador de Jesús Urzagasti. Los invito a sumergirse en un mundo hecho en pleno contacto con la realidad, donde los sueños lindan con la jerarquía de la ficción.
—¿Qué pensaba él sobre la novela como formato literario?
—Jesús fue autodidacta, solía decir que no escribía novelas, pues no se remitía a ningún esquema, ni tenía una receta, por eso resulta difícil encasillar su obra narrativa. Lo que le gustaba era narrar, contar, decir. Construía universos totalmente independientes con un imaginario propio, estos tenían su sello: el de un ser nacido a la intemperie que llega desde las frondas nocturnas de una provincia de árboles.
—¿Qué pensaba él sobre el valor del hábito de la lectura?
—Consideraba al acto de la lectura como subversión; ejercerlo era reconstruir la realidad, encontrar una filosofía creadora que enriquezca el pensamiento para ingresar a la gran memoria. Era un amante del conocimiento que atesoran los libros; se acercaba con respeto y religiosa atención a leerlos, como si al hacerlo se hiciera cierta una plegaria natural en el alma.
—¿Qué piensa usted de la reedición de la obra de Urzagasti?
—Pienso que se hizo justicia. Justicia poética.