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Alberto Villalpando: ‘Hoy cada compositor se expresa en función de su individualidad’

La Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FCBCB), a través del Centro de la Revolución Cultural (CRC), rendirá este 1 de noviembre un homenaje a uno de los referentes de la música boliviana contemporánea: Alberto Villalpando (1940). Con ocho composiciones, colegas del músico celebrarán la trayectoria del maestro, autor de más de 100 composiciones musicales para orquesta, películas y piano.

En entrevista con La Razón, Villalpando hace un breve recuento de su trayectoria, desde aquel año en que decidió volver al país (1964) para quedarse y revolucionar la música, hasta hoy, un día antes de un evento que aplaude su creación. La pianista Mariana Alandia, la cantante Emma Junaro y el violinista Andrés Copa interpretarán piezas de Eduardo Caba y de Cergio Prudencio, y estrenarán cuatro composiciones de Javier Parrado Moscoso, Julio Cabezas, Juan Siles y del propio homenajeado.

El recital tendrá lugar a las 18.00 en la Cancillería (plaza Murillo). La entrada es gratuita. Para quienes no puedan asistir, el evento estará disponible a través de las redes sociales de la FCBCB.

—En el marco de importantes reconocimientos a su obra, como el Premio Nacional de Cultura de Bolivia en 1988 o el nombramiento de Doctor Honoris Causa por la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) en 2018, ¿qué significa para usted y para su carrera este homenaje?

— Cuando se trata de reconocimientos, no sé cómo explicarlo ni decirlo. Esta vez no es la excepción. Me produce una sensación emotiva, más que nada. Una alegría interior infinita.

—Los cuatro estrenos fueron encomendados a sus compositores hace unos meses con el objetivo de ampliar el acervo musical nacional, ¿cómo fue el proceso de este trabajo?

— El proceso no fue tan sistemático como uno pensaría; es decir, cuando surgió este proyecto, yo estaba en medio de un proceso de composición, entonces continué con este trabajo para cumplir con la solicitud de la FCBCB. Cada uno de los compositores realizó una obra a su propio juicio y con los instrumentos deseados.

Espero que el concierto, además, sea de trascendencia y que las obras que se presenten tengan permeabilidad y sean incorporadas a la literatura musical boliviana, y que, sobre todo, podamos hablar de una música nacional cada vez más grande.

—Cuando terminó sus estudios en Buenos Aires (Argentina) junto a importantes maestros que lo formaron, ¿por qué decidió retornar a Bolivia?

—Porque fue una decisión que tomé desde muy jovencito. Yo quise estudiar afuera, aprender, y volver a enseñar y trabajar aquí. Fue una decisión indubitable, pese a que tenía las posibilidades de quedarme allá. No solamente, pero tiene una relación con el entorno geográfico, pese a que ello está inmerso en mi psique desde mi niñez. La presencia en el lugar ayuda. Vivir del recuerdo es empañar las cosas en una realidad casi onírica, entonces, en ese sentido, la vivencia en Bolivia me ha sido siempre útil y fundamental.

—Si tuviera que mirar su trayectoria en retrospectiva, ¿qué diría, a grandes rasgos, de ella?

—Mi preocupación, que evidentemente apareció en los años 60 con la vanguardia de la época, era sobre cómo lograr cierta individualidad como compositor y que mi creación no se pareciera a lo que otros hacían. El lenguaje de esa época, propiciado como digo por la vanguardia, generaba obras muy similares. Mi búsqueda surgió de una necesidad interior.

Cuando intentaba componer una obra para orquesta, en aquel entones, me motivó la búsqueda de ciertas sonoridades que yo había percibido en Bolivia y fui sistematizando, de algún modo, el sonido de la geografía y el sonido que el hombre produce en esta. Esa fue mi propuesta inicial, mi guía y mi pauta que luego me permitió afianzar una dinámica de enseñanza, no de mis tendencias, sino de la música actual en el mundo.

—Usted habla de la enseñanza, que fue un pilar en su vida. ¿Qué lo motivó a convertirse en maestro y docente?

—Cuando yo me fui a estudiar, comparé con el contexto de lo que sucedía en Buenos Aires en aquella época, alrededor de los años 60, y lo que se vivía en Bolivia: la diferencia era tan abismal y enorme que yo decía ‘hay que hacer algo para cambiar las cosas en el país’. Eso también motivó mi decisión de retornar. Tomamos esta decisión con mi amigo y colega Marvin Sandi (compositor y filósofo potosino fallecido en 1968). Con él planteamos aquella meta de estudiar y aprender afuera y volver a enseñar para cambiar las cosas aquí.

—En el siglo XX, la música en Bolivia experimentó importantes cambios a nivel propositivo y de técnica. ¿Cuál es el panorama actual? ¿Hacia dónde se orientó esta expresión?

—En la segunda mitad del siglo XX aún no se había alcanzado, en el ámbito musical, la modernidad. Yo creo que más adelante sí, incluso podemos hablar hoy de posmodernidad. Fue un giro muy grande. El arte musical actual de Bolivia está inmerso en el quehacer musical y en las búsquedas de cualquier lugar del mundo.

Hoy estas búsquedas dependen mucho del compositor, de aquello que quiere expresar en su obra. Puede estar muy al imperio de las tendencias europeas o estar interesado en el entorno geográfico boliviano, o en el entorno étnico. Muchas son las vertientes que hoy alimentan la composición. Lo que interesa es ver que hay una variedad y una gran diversidad y que los productos son de excelente calidad.
A estas alturas, con tanta interacción que hay en el mundo y con la globalización, hay una búsqueda para resolver el problema personal de cada compositor en función de su formación y de su búsqueda interior. Los europeos hacen música étnica basándose en líneas africanas o asiáticas, por ejemplo. Es también el caso de Bolivia, cada compositor se expresa en función de su individualidad.

—¿Existe actualmente un apoyo estatal a la cultura?

—Creo que nunca ha habido un apoyo estatal sistemático en el país, siempre han sido situaciones de epidermis para suplir alguna necesidad demagógica o de otro tipo. Pero que el Estado haya ofrecido continuamente un soporte y un estímulo a las artes, para nada.