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Expresiones artísticas que emergen de El Alto se entretejen en el ‘Ayni’

Una escena de la obra teatral 'Eterna', dirigida por Freddy Chipana.

«El arte humaniza y trabaja con lo que eres, con lo que sientes o piensas, es una forma de no callar y de llegar al alma, es una forma de ver, un punto de vista diferente de la vida, la posibilidad de reinventar un mundo mejor, un ser humano mejor, un sentir nuevo».

El arte y la cultura son conceptos muy cercanos, principalmente, como los entiende la gente que habita en las ciudades, desde los contextos urbanos.

Para Nina Uma, rapera, presentadora de televisión y reconocida gestora cultural de la ciudad de El Alto, la cultura es más bien un tema mucho más amplio y que está presente en el día a día de toda la gente.

«Es la manera de mirar, de saludar, de caminar, de levantarse, es el encuentro, la feria, el mercado, la fiesta, nuestras propias viviendas», afirma, y explica que un ejemplo de la integración entre cultura y arte es la arquitectura andina de El Alto: Los Cholets, que han conseguido que, además de la admiración de propios y extraños, varias instituciones internacionales fijen su mirada hacia la urbe alteña.

«Han logrado que la gente se pregunte: ¿qué se está creando y qué se está proponiendo ahí?, (…) Es un impacto desde esa construcción de identidades (entre lo comunitario y lo urbano)», indica, a tiempo de anteceder una explicación de cómo funciona el Ayni entre las comunidades artísticas de El Alto.

Para el dramaturgo, actor y director de cine y teatro, Freddy Chipana, la manera en la que se organiza la sociedad y la gente que colabora en sus proyectos artísticos, que no es diferente al de otros artistas, es muy importante y nace de las raíces de la solidaridad, la complementariedad entre unos y otros, y de lo comunitario.

«No somos una industria grande, somos unos cuantos y cuando nos necesitamos nos apoyamos, ya sea técnicamente o logísticamente, somos un ayni, un tejido, un colectivo que cuando te brindan ayudan, tu devuelves la ayuda», coincidió Chipana.

Uma advierte que lo cultural siempre ha sido complejo en la ciudad de El Alto por el lugar que ocupa, como la antesala a la sede de Gobierno – La Paz – y por ser el primer lugar que acoge a los visitantes tanto del exterior como del interior del país.

«(El Alto) se alimenta de elementos culturales diversos. Al no ser una ciudad colonial, como las otras ciudades del país, tiene elementos muy cercanos a nuestras comunidades. Mucha gente dice que al subir a El Alto encuentra una ciudad caótica pero dentro de ese caos hay una complejidad cultural muy interesante desde la misma manera en que la gente se relaciona, el habitar del espacio público y cómo se organizan para todo», reflexiona.

Para ella, dentro del movimiento cultural artístico, hay tejidos muy interesantes como el cultural en lo comunitario. Varias de estas características ayudan a que los elementos comunitarios sean bastante fuertes y eso resalta en las propuestas artísticas que han reforzado los lazos de solidaridad entre unos y otros.

Existen varias asociaciones y colectivos culturales que se van articulando y complementando. Nina es parte del tejido de Cultura Viva Comunitaria, uno de los que más fuerza posee porque El Alto es una de las ciudades donde más centros culturales autogestionados (independientes) se puede encontrar (que es lo que este colectivo impulsa), así como una variedad de propuestas interesantes que germinan desde las distintas zonas y barrios.

Así como también se dejan entrever otros movimientos como el del nuevo cine boliviano – alteño, que ha empezado a visibilizar una producción y un trabajo que viene realizando desde hace ya unos cuantos años. Otro ejemplo, podría ser el de la legendaria banda de hip hop andino, Ukamau y Ké, que desde una identidad original y muy propia de la lectura de su realidad, logró entretejer el rap entre una cantidad importante de jóvenes de su generación (2000 en adelante) a través de letras de protesta social, además de formar tendencias de este género musical que pronto se expandiría a lo largo y ancho de la urbe alteña.

«Si quieres seguir avanzando (desde tu trinchera artística o cultural), en El Alto, hay que organizarse para todo, y las colaboraciones están desde prestarse un enchufe eléctrico, colaborar con refrigerios, ir a visitar o presentarse en uno de los espacios culturales hasta gestionar un evento», confirma Uma.

Chipana resalta la importancia del rol que tiene el arte en la sociedad y afirma que ésta yace en la concienciación de lo humano en la sociedad y el desarrollo de un nivel de conciencia mucho mayor en los individuos ante las problemáticas de la vida y la realidad.

«Debemos darle importancia al arte porque humaniza y trabaja con lo que eres, con lo que sientes o piensas, es una forma de no callar y de llegar al alma, es una forma de ver, un punto de vista diferente de la vida, la posibilidad de reinventar un mundo mejor, un ser humano mejor y un sentir nuevo. Entender que ser diferentes es algo valioso e importante en este tiempo», señala con elocuencia el dramaturgo.

Pero para él, hay una problemática en la ciudad alteña que aún no se ha podido resolver y que es una barrera inmensa para quienes crean, difunden y gestionan espectáculos que necesitan condiciones específicas para poner en marcha sus performances y es que El Alto merece un espacio para mostrar arte, especialmente las obras teatrales.

«Voy trabajando muchos años y es complicado porque se va construyendo algo y cada vez que hay cambio de Gobierno, todo lo que se ha avanzado se tiene que volver a empezar (…) No hay muchos espacios, espacios adecuados, tenemos el Raúl Salmón de la Barra y el Teatro de Cámara, éste último que casi no se utiliza porque no está equipado y el Salmón de la Barra es muy complicado de conseguir, además que te lo dan por horas cuando se necesita mucho más tiempo para montar el escenario», lamenta Chipana, quien lleva adelante, por dos décadas, la batuta de la compañía alteña, Altoteatro.

«Es importante empezar a pensar en espacios en la ciudad de El Alto (…) Presentar obras frente a un público en esta ciudad es complicado, muchas veces la gente nos va a ver a La Paz porque los espacios acá son limitados y no hay uno que sea exclusivamente para el teatro (…) No hay un circuito, no hay consumo de arte, esa es una preocupación», añade.

Ante ello, Chipana confiesa que, a pesar de esa carencia, es capaz de conseguir espacios alternativos a partir del ayni y la solidaridad de algunas personas como maestros de escuelas o los gestores de estos lugares.

«Hacemos nuestras presentaciones en espacios alternativos, como nosotros vivimos de nuestro oficio, tenemos que encontrar espacios y gestionamos presentaciones en colegios o plazas. Tenemos que modificar nuestros espectáculos de acuerdo a nuestro contexto, o contratamos un teatro (espacio alternativo autogestionado) para que la gente, especialmente estudiantes nos vayan a ver ahí ya sea para ver una obra o para que pase un taller», detalla.

El artista indica que muchas veces ha organizado festivales, entre otros eventos para tener esta continuidad del trabajo cultural y artístico y captar el interés de las nuevas generaciones. Incluso han organizado obras virtuales y encuentros con medidas de bioseguridad para niños.

«Hemos tenido que migrar a la versión virtual o streaming durante la pandemia y hemos notado en la gente algo particular, cambios antes, durante y después de ésta. Considero que después de la pandemia hemos salido mucho más frágiles emocionalmente, más derrotados y un poco más violentos, a partir de todos los problemas que atravesó la población alteña. Con el teatro y el arte, hemos acompañado al público y considero que hemos fortalecido su recuperación sobre estas debilidades».

Es necesario gestionar espacios donde se haga arte y que la población reconozca que allí se hace arte y solamente arte. Los artistas y las autoridades del municipio deben impulsar este emprendimiento juntos, según el criterio de Chipana.

Nina Uma destaca que hablar de la ciudad del alto, es hablar de complejidad y si hablas de la juventud, aún hay más elementos complejos, porque las identidades juveniles no solamente encajan en ese imaginario de lo joven o de lo que te venden los grandes medios de comunicación o la televisión,

«Que te hablan de jóvenes que no piensan, que son irresponsables; (En El Alto) desde que eres niño, te hacen aprender a que debes aortar a ese tejido comunitario. Los jóvenes pueden llegar a formar parte de varias manifestaciones artísticas, uno podría tener su banda de rock o hip hop pero también formar parte de un grupo autóctono, o bailar en la entrada folklórica de su zona u organizar un preste y luego bailar k-pop», explica la rapera.

Nina asegura que a nivel global, así como en El Alto o La Paz, Santa Cruz o Cochabamba, la música es el lenguaje universal y por tanto atrae en gran medida la atención de los jóvenes, sin embargo, también hay muchos colectivos de teatro, así como de cine y audiovisual, o hay gente que se ha animado a escribir o jóvenes que estudian en la carrera de Artes de la Universidad Pública de El Alto (UPEA).

«Estas manifestaciones culturales crean también una red de solidaridad que poco a poco se nutre de cada una y se refuerza», sostiene para complementar la tesis de que la funcionalidad de la solidaridad y los valores de las comunidades indígenas de esa región del país, se comprueban en el apoyo mutuo que los artistas y en realdad toda la sociedad alteña encuentra en el ayni.