Presentan el libro ‘El Regreso de los Antepasados’, una investigación sobre la nación indígena Chipaya
La investigación, desarrollada en Chipaya durante la década de 1970, articula cuatro ámbitos
El libro “El Regreso de los Antepasado”, de la Biblioteca del Bicentenario (BBB), fue presentado el 1 de julio en Oruro. El texto se remonta hasta el siglo XVI y narra la historia de la nación indígena Chipaya del departamento de Oruro y sus relaciones productivas, demográficas, sociales y religiosas.
El editor de la Biblioteca del Bicentenario, Iván Barba Sanjinez, explicó que el texto está relacionado a la investigación del francés Nathan Wachtel y su presencia en territorios de la cultura de los urus en una especie de simbiosis con la cultura aymara.
La investigación, desarrollada en Chipaya durante la década de 1970, articula cuatro ámbitos: la investigación de archivos coloniales, el trabajo de campo a partir del método denominado “historia regresiva”, una genealogía de las divinidades andinas y la crónica etnográfica, según explicó Barba Sanjinez.
Wachtel es renombrado por haber dictado la cátedra de Historia y Antropología en el Collège de Francia (antes impartida por Claude Lévi-Strauss), pero su papel como artífice de la reunión de dos grupos urus (chipayas y moratos) en los alrededores del lago Poopó en 1976 es menos conocido, según el editor de la BBB.
“Gracias a su intervención, los descendientes de dos grupos, sin contacto durante generaciones, pudieron reunirse para escuchar la lengua de sus ancestros, reivindicando sus lazos con un pasado común, casi mítico”, explicó.
Asimismo, señala que la vida en Chipaya, dependiente de periódicas inundaciones y desecaciones artificiales, es regida por un sistema que ordena las actividades productivas, religiosas y funerarias.
“Wachtel identifica los rastros de raíz más antigua, determinando qué elementos pueden atribuirse a los incas o a grupos aymaras, y cuáles a un pasado más remoto. El rastreo genealógico le permite plantear superposiciones debidas al ardid de los misioneros: erigían iglesias sobre lugares sagrados y superponían santos y vírgenes a entidades del panteón andino”, detalló Barba Sanjinez.
Según Barba, los urus son denominados “chullpa puchus” por los aymaras y de acuerdo a los relatos míticos los chullpas conformaban la primera humanidad que, tras defraudar a su creador Tunupa, fue abrasada cuando este ordenó la salida del sol. Todos perecieron, excepto los urus. Después, algunas parejas primordiales repoblaron la tierra retornando por las huacas: montañas, lagos o fuentes luego considerados sagrados.
“Este caso ilustra cómo una cosmovisión que determina narrativamente las diferencias entre grupos origina también los mecanismos de segregación que luego se aplicarán contra el grupo al que se atribuyan características negativas (“salvajes”, “de corto entendimiento”, etc.); si bien cabe precisar que, por esa misma caracterización maléfica, los aymaras reconocían a los urus –relacionados con las entidades acuáticas y subterráneas– como poderosos curanderos”, dijo.
Barba Sanjinez acotó: Wachtel volvió a Chipaya en 1982 y notó que el mundo simbólico que había retratado comenzaba a desmoronarse: el pueblo experimentaba la llegada de las Iglesias evangelistas, y las antiguas costumbres, vestimentas y rituales cedían ante la “modernidad”.