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Bailarines que huyeron de Rusia por la guerra se reencuentran en EEUU para emotiva presentación

BAILARINES RUSIA - AFP

Joy Womack, la primera estadounidense en graduarse en la academia de ballet del Bolshói, construyó una elogiada carrera en el competitivo mundo de la danza clásica en Rusia. Su historia fue retratada en Hollywood. Pero el estallido de la guerra en Ucrania interrumpió su trayectoria, al igual que la de decenas de bailarines que huyeron por el conflicto.

«Fue un momento duro, lloré”, dice a la AFP Womack, en California. “Fue un duelo porque no sabía qué vendría a continuación. Se sintió como el fin de mi carrera».

Cuando comenzó la invasión rusa a Ucrania en febrero, la texana estaba temporalmente en Polonia coreografiando Joika, la película protagonizada por Diane Kruger.

Womack tomó «la dura decisión» de no regresar a Rusia. Así como dejar atrás sus pertenencias, amigos y años de sacrificios para triunfar en uno de los ambientes más competitivos del ballet mundial.

«Estaba construyendo un futuro en Rusia. Mi carrera y mi educación allí impulsaron una carrera internacional en Occidente”, dice. “Así que para mí fue realmente duro cerrar esa puerta». Mientras tanto, desvenda sus pies después de un ensayo, que muestran las marcas del oficio.

Miedo y tristeza

Lo que vino luego fue la incertidumbre: «Conseguir trabajo durante esos cuatro primeros meses fue imposible».

«Había tantos bailarines ucranianos, tanta gente tratando de conseguir algún empleo”. “Me sentí perdida, con el corazón roto. Lidié con más negativas que nunca antes».

Decenas de bailarines extranjeros y nacionales abandonaron Rusia por el miedo a ser llamados al frente de batalla. También por la imposibilidad de trabajar con la guerra ensombreciendo la escena cultural, afirma Ilya Jivoy.

Oriundo de San Petersburgo y con 26 años de carrera, Jivoy partió con su esposa ucraniana hacia un futuro incierto. Pero convencido de que era la mejor decisión posible.

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«Desde que todo comenzó, estaba en shock. No podíamos trabajar normalmente, no sabíamos qué hacer, por eso nos fuimos», explica. Jivoy formaba parte del teatro Mariinsky, en su ciudad natal.

«Creo que ahora es imposible trabajar en el ámbito cultural en Rusia. No es más sobre el arte, sino sobre el miedo y la tristeza».

«Yo no sé ni qué voy a hacer la semana que viene. Es muy duro para nosotros, pero estamos agradecidos», comenta. Womack dice sentirse a diario preocupada por los colegas bailarines que dejó en Rusia. «Aunque estamos sufriendo, hay gente que está sufriendo aún más que nosotros».

Bailarines de Rusia reunidos en la danza

Womack, que sigue itinerante a la espera de una base para continuar su carrera, se reencontró con varios de sus colegas de la escena rusa para aunar sus emociones en una única presentación el 12 de noviembre.

«Sé que las artes tienen el poder de unirnos», dice Elizabeth Segerstrom, del Centro para las Artes Segerstrom.

En el moderno centro cultural de la pequeña ciudad californiana de Costa Mesa se realizará «Reunidos por la danza». En el, los bailarines estrenarán coreografías y recrearán parte del repertorio con el cual deleitaron a miles de personas en Rusia y los más renombrados palcos del mundo.

«¡Es muy emocionante!», exclama el director artístico de la presentación, Xander Parish. En la sala de conciertos, técnicos preparan el escenario para los bailarines.

«Lo que están haciendo por nosotros es fuera de este mundo”, agrega el británico, exbailarín del teatro Mariinsky en San Petersburgo. “Marca la diferencia en nuestro performance porque nos sentimos amados y reunidos».