Arte LGBT se abre espacio en la cultura hegemónica
Desde los 90 utilizan la producción cultural para afirmar sus derechos.
La Familia Galán es también reconocida por su aporte en la danza de la kullawada.
Imagen: ARCHIVO-LA RAZÓN
Danza, canto, fotografía, pintura, poesía, literatura… son solo algunas de las expresiones artísticas de la comunidad LGBTIQ+ que, ante las adversidades, se abre espacio con fuerza al interior de la cultura hegemónica.
De acuerdo con la comunicadora Rosario Aquim, los regímenes de verdad de toda cultura hegemónica justifican y legitiman un modelo pegado a “cánones estancos”; sin embargo, los aportes artísticos de los grupos disidentes mueven los cimientos de sistemas que creen que su verdad es absoluta.
“Estas expresiones artísticas mueven esos armazones para hacer dar cuenta que hay otras realidades que hacen al quehacer de las sociedades”, señala a LA RAZÓN.
Una muestra de estas realidades es el Festival de Poesía Sudaka Marica-Machorra-Trava- Cuir, que habla de una Sudamérica no visibilizada en la cultura oficial hegemónica.
“En Bolivia, la literatura no se ha movido de los siglos XVIII y XIX y las carreras de Literatura no saben nada de la nueva producción literaria porque siguen revisando a los clásicos como si fueran los únicos que escriben”, asevera.
LITERATURA.
En su análisis, estos movimientos y festivales muestran que la cultura es viva, en constante revolución, y que las nuevas narrativas de poetas con diferente orientación sexual son distintas.
“Por ejemplo, Laura Libertad en sus versos habla del trabajo sexual mostrando una realidad que la poesía convencional no lo hace. En ningún libro de poesía está esta narrativa”, complementa.
Para el Premio Nacional de Poesía Yolanda Bedregal 2017, César Antezana, la literatura LGBT, al margen de resaltar la pluralidad y “de alguna manera reinventar el mundo”, visibiliza elementos que a “otras literaturas” les es difícil contemplar. “Las personas que forman la comunidad LGBT son parte del mundo, y la posibilidad de evidenciar esa literatura es como completar un enorme rompecabezas del que si no están todas las piezas, sería una mirada limitada del mundo. Esta literatura enriquece la posibilidad de mirar lo que vivimos, hacia dónde vamos y también el pasado”, detalla.
Si bien esta irrupción del arte LGBT gana a diario más adeptos, no se puede obviar a quienes se animaron a “salir del closet”, como remarca el activista David Aruquipa, convirtiéndose en precursores.
En los años 60, en Sucre ya hacía gala de su talento el particular Gerardo Rosas, conocido como el Q´ewa Gerardo.
Este personaje de la Sucre de antaño, con su particular voz que más se asemejaba a la de una mujer, tenía como fuerte el canto, el baile y el zapateo estilo flamenco.
De acuerdo con Aruquipa, el Q`ewa Gerardo, en su momento fue perseguido por la Sucre conservadora; sin embargo, luego de su muerte (1984) su música fue repuesta en la vida popular.
“Ha sido opacado luego de su muerte y pasó al olvido, pero desde 2012 hemos posesionado nuevamente su nombre hasta que lo hicimos declarar como personaje ilustre”, recuerda.
Por desconocimiento, se cree que sus canciones hacían referencia a la homosexualidad, pero el fuerte del Q`ewa Gerardo era la interpretación.
“Le cantaba a los desamores, aludía a la vida, a su entorno”, complementa el activista.
ARTISTA.
Otro de los artistas íconos en la comunidad gay, lésbica y transexual fue Jaime del Río.
“Una pena tengo yo, que a nadie le importa / solo, solo he nacido / solito voy a morir”, dice un verso de la popular cueca Una Pena que, de alguna manera, era la válvula por la que afloraban los sentimientos de las personas con distinta orientación sexual.
En opinión de Aruquipa, es uno de los cantantes más icónicos de Bolivia, y que esa canción ha sido el himno, en los 60 y 70 de la comunidad gay porque habla de la forma de vida del colectivo.