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La odisea del chicle de Nina Simone

Una réplica hecha en plata del chicle original. Foto: latribuna.hn

Una caja fuerte de Montreal, en Canadá, encierra un precioso tesoro: un chicle que Nina Simone dejó en el escenario, dentro de una servilleta. Ocurrió tras un concierto en Londres en 1999 y que un músico decidió guardarse.

El «hurto» fue obra de Warren Ellis, un músico del entorno del artista australiano Nick Cave, quien en 1999 organizó un festival en Londres en el que Nina Simone era cabeza de cartel.

«Para mí, no se trataba de un acto fetichista, ni siquiera sé por qué lo agarré, pero muy rápidamente se convirtió en algo muy importante para mí», explicó a la AFP Warren Ellis. Se refería a que el objeto era “como un tótem, tocado por ella, lo guardé durante 20 años, solo para mí”.

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Ellis contó su anécdota en el libro «Le chewing-gum de Nina Simone» (El chicle de Nina Simone), publicado recientemente en Francia. Allí relata cómo subió al escenario en cuanto la diva se fue para conseguir «algo, lo que fuera, lo más ‘cool’ posible».

Y ese objeto acabó siendo un chicle que la cantante dejó, envuelto en una servilleta, sobre el piano.

«Nunca me sentí propietario del chicle, el hecho de que estuviera en la servilleta era más importante que verlo, como algo espiritual», agregó. Ellis colaboró con Nick Cave en varias ocasiones, tanto en el escenario como en sus discos. Y también en la banda sonora de la película «Blonde «, de Andrew Dominik, que se inspira en la vida de Marilyn Monroe.

En esa servilleta lo mantuvo guardado hasta que, en 2019, Cave le preguntó si por casualidad no tendría algún objeto relacionado con la cantante, para una exposición en Copenhague.

Cuando Ellis le contó la historia del chicle, Cave le contestó, por mensaje de texto: «Me preocupas».

Al final, ambos decidieron exponer esa reliquia en una vitrina, para la exposición.

Pero para ello había que despegar el chicle de la servilleta, de lo cual se encargó una diseñadora de joyas neozelandesa afincada en Londres, Hannah Upritchard.

Ella elaboró unos moldes con la forma del chicle. Otra diseñadora, Ann Demeulmeester, de Bélgica, realizó un colgante que Ellis lleva hoy orgullosamente al cuello: una réplica de plata del chicle original.