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¿Se acuerda del zorro Antonio? Ahora tiene pareja y tres cachorros

¿Se acuerda del zorro Antonio? Ahora tiene pareja y tres cachorros.

¿Se acuerda del zorro Antonio? Ahora tiene pareja y tres cachorros.

Antonio, el zorro que se salvó de ser sacrificado por creencias de comunarios de Romero Pampa, en Oruro, fue domesticado por su nueva familia desde pequeño. Hace dos años y seis meses conoció a Shira, su pareja, y ahora tienen tres cachorros.

“Hace aproximadamente dos meses yo me enteré por medio del personal del zoológico de Oruro que la hembrita estaba en estado de gestación y desde ahí empecé a hacer el seguimiento y los visité con más frecuencia”, dice Brayan Ajhuacho, quien ha criado a Antonio.

Brayan cuenta que el zorrito Antonio y Shira son muy protectores con sus cachorros, motivo por el que no dejan que se les acerquen, pues los resguardan; inclusive tres días después de nacidos para que nadie los vea.

Los zorritos tienen un mes de edad. Brayan ya los visitó tres veces, porque siente la necesidad de proteger no solamente a Antonio, también a su descendencia.

“Salen a comer, Antonio les lleva la comida y ellos están siempre alimentándose. Es extraño ver que el zorro, el padre (Antonio) se haga cargo de una manera tan responsable igual que una madre con sus cachorros”, explica.

La dieta de Antonio consta de vísceras, hígado, bofe, corazón, que es lo que más les encanta a los zorritos y como segunda opción tienen la carne roja, de res, pollo o cordero.

El zorro aparta para sus cachorros una porción de la comida que le pertenece, durante la mañana y la tarde, y la lleva a la madriguera donde formó su hogar.

El zorro Antonio, Shira su pareja y sus tres cachorros viven en una madriguera del zoológico Municipal Andino de Oruro

Sexo. Hasta ahora no se sabe el sexo de los cachorros por la sobreprotección de su mamá. Los profesionales prefieren no provocar estrés en los recién nacidos.

Brayan está emocionado con la llegada de los cachorros; incluso ya pensó en algunos nombres. “Bautizarlos sería lindo, ya estamos pensando en algunos nombres. Por ejemplo, Tod, que es un zorrito de una caricatura, también un derivado de Antonio que es Toño, en honor a su padre”.

Una vez que el personal del zoo orureño habló con Brayan para darle la noticia de que Antonio tenía pareja y estaba en etapa de gestación, comenzó con el seguimiento a ambos zorros para que se estén protegidos y estables.

“Principalmente había muchos cambios en ellos, Antonio era más sobreprotector y ella empezaba a tener recelo de su área, empezaba a cavar demasiadas madrigueras”.

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Desde que nació vivía en una madriguera de la comunidad Romero Pampa, frontera con Chile. Un día, los comunarios se percataron que sus animales aparecían muertos o desaparecían; hicieron, entonces, un rastrillaje entre varias personas. Producto de ello dieron con la madriguera donde se refugiaba Antonio junto con su madre y sus cuatro hermanos.

Los comunarios, molestos, acabaron con la vida de la madre de Antonio, se repartieron a los cachorros y los sacrificaron.

Antonio fue regalado por una de las comunarias a la tía de Brayan; quien, por falta de tiempo, prefirió regalarlo a su sobrino. De esta manera, el zorro ya tenía nuevo hogar en Oruro, con tan solo un mes de nacido.

“Yo me encariñé, era cachorrito, seguía lactando, le daba leche deslactosada en biberón, no quería ni comer, era muy pequeño. Tuve que comprar un suplemento láctico porque de noche más que todo tenía hambre”.

Antonio de cachorro en brazos de su dueño Brayan Ajhuacho. Foto: Archivo La Razón.

Domesticación. Para Brayan fue fácil domesticar a Antonio y hacer que socialice y se incorpore a su familia. Ahí conoció a sus mejores amigos: Lucas, Cachuchín y su compañero Lobito, tres canes con los que convivía.

“No quería dejar de jugar, Antonio no sabía que era un zorro, se consideraba un perrito más en mi familia, nunca mostró agresividad, donde cualquier perrito que veía iba con todo cariño a acercarse y jugar de manera sumisa”, explica el joven.

Antonio era tratado como un cachorro, lo sacaban a pasear a la calle, convivía con personas cercanas, veía a extraños.

“No mostraba estrés o desesperación”, añade Brayan, pese a que la puerta donde vivía estaba abierta gran parte del día.

“Recibíamos muchas personas al día por el negocio de metalmecánica en mi hogar, y veían al zorrito y decían ‘¡Qué bonito! ¡Qué lindo!’ Se enamoraban del zorrito”, complementa.

Antonio, como los cachorros, tenía una rutina, comía temprano, a media mañana salía al patio a jugar con las pelotas, bebía agua con los perritos y tomaba su siesta desde las 12.00 hasta las tres de la tarde. Luego, nuevamente salía a comer.

En junio de 2020, vecinos de Brayan denunciaron la presencia de Antonio. Entonces, personal de la Policía Forestal y de Protección al Medio Ambiente (Pofoma) acudió a su casa.

“Yo me entero y en ese momento agarro a Antonio y me lo llevo al fondo de mi cuarto y me quedé a oscuras con él, mis familiares optaron por entregarlo. Yo, entre lágrimas, tuve que sacarlo entre mis brazos”, dice.

Luego, Antonio fue llevado al Bioparque Municipal Vesty Pakos durante una semana.

“Tuve que movilizarme, viajar hasta La Paz para saber cómo estaba porque había bajado de peso por el estrés, tenía que estar bajo anestesia. En Mallasa me ofrecieron un terreno de 500 metros cuadrados solo para Antonio, pero rechacé porque ahí no podía visitarlo tan seguido como acá (Oruro)”, explica.

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El zorro Antonio en el zoológico Municipal Andino de Oruro. Video: Brayan Ajhuacho.

Zoológico. Antonio está ahora en el Zoológico Municipal Andino de Oruro, y Brayan continúa con las visitas, incluso hasta 12 horas por día, para no descuidar el cuidado y la dieta que le brindan.

“Tuve que optar por respetar su naturaleza, está en un buen lugar, en un terreno mucho más grande que mi patio y ahora tiene una compañera, una familia”.

Brayan y su abogada Lenny Dolly Zurita, en los próximos días se reunirán con el alcalde de Oruro, Adhemar Wilcarani Morales, para presentar la propuesta de que los cachorros de Antonio y Shira, una vez con la edad necesaria, sean liberados en el Parque Nacional Sajama, para que los cachorritos desarrollen sus instintos de cacería y no sean dependientes como sus padres.