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Corralejas, el controvertido ‘Coliseo romano’ del toreo en Colombia

Un toro le da una cornada a un hombre en el ruedo durante las Corralejas de Guaranda, Sucre, en el noreste de Colombia, el 28 de enero de 2023. Foto: AFP.

Un toro le da una cornada a un hombre en el ruedo durante las Corralejas de Guaranda, Sucre, en el noreste de Colombia, el 28 de enero de 2023. Foto: AFP.

Alabado como un héroe, Eliécer Molina sube a las gradas malherido para recibir unos cuantos pesos como recompensa por su exhibición en las corralejas. Este es un espectáculo que se repite todos los comienzos de año, principalmente en el Caribe colombiano.

Cientos de aficionados entran y salen de la arena, mientras el animal embiste por doquier en medio del caos. Hombres y toros terminan la faena ensangrentados en una suerte de «Coliseo romano» muy arraigado en la cultura de Colombia, pero en la mira de congresistas ambientalistas.

«Ese es un riesgo del torero (…) me iba fallando» el cálculo, confiesa con una venda improvisada que le cubre un tajo cerca al ojo izquierdo.

«Afrecho de coco» se apoda el arrojado lidiador de 37 años que se dedica a «oficios varios» como cortar pasto.

Las corralejas son una herencia de la colonización española en las que, a diferencia de las corridas, el toro no muere.

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En Guaranda, en el departamento de Sucre (norte), en un improvisado anfiteatro construido para la ocasión desfilaron 58 toros prestados por acaudalados ganaderos. Y es precisamente para el disfrute del poblado, de unos 15.600 habitantes.

Especialmente los jóvenes van de pueblo en pueblo detrás de estos espectáculos y se hacen un nombre desafiando la muerte ante los pesados animales.

Por gusto y «por necesidad me tocó esta vida», dice antes de ingresar a la enfermería Ricardo Rodríguez, un obrero corneado en la pierna derecha. Es «banderillero», como se les conoce a los aficionados que clavan las coloridas varillas de acero. Otros osados lidian al bovino con capotas o sombrillas.

Por ese y otro corte que sufrió dos semanas atrás, Rodríguez fue intervenido con 36 puntos de sutura.

Debido a la tradición que arrastran, las corralejas son un eslabón sensible en los intentos por prohibir espectáculos en los que se maltrate a los animales. Algunos congresistas lo han intentado sin éxito, pero no se rinden.