Primera persona en recibir la eutanasia en Perú
En 2015, la activista Ana Estrada se sometió a una traqueotomía que le permitió vivir, pero debía estar conectada a una máquina. Insistió en la eutanasia para tener 'una muerte digna'.

Imagen: Europa Press
Ana Estrada, una activista de 47 años que sufría una polimiositis incurable y progresiva desde los 12 años, fue la primera persona en Perú en recibir la eutanasia tras un histórico fallo de la Justicia peruana en febrero de 2021 ratificado por el Tribunal Supremo en julio de 2022.
«El domingo 21 de abril de 2024, Ana Estrada ejerció su derecho fundamental a una muerte digna y accedió al procedimiento médico de eutanasia. Ana murió en sus propios términos, conforme a su idea de dignidad y en pleno control de su autonomía hasta el final», establece un comunicado difundido por su abogada en redes sociales.
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En concreto, el procedimiento médico se «realizó conforme al ‘Plan y Protocolo de Muerte Digna'» aprobado por el Ministerio de Salud del país y al Seguro Social de Salud (EsSalud) en el marco de «la histórica sentencia a su favor».
«Ana partió agradecida con todas las personas que hicieron eco de su voz, que la acompañaron en su lucha y que, de manera inconcondicional, apoyaron su decisión con amor y empatía», indica en el comunicado, agregando que «su lucha ha trascendido las fronteras» de Perú.
‘Muerte digna’
Estrada se convierte así en la primera persona en acceder a la eutanasia, contemplada como delito por el artículo 112 del Código Penal. Tras solicitar a la Justicia su derecho a una ‘muerte digna’ después de años de campaña pública para conseguir su legalización.
A través de su blog personal, la activista defendió su lucha y fue la cara visible de los intentos de legalizar la eutanasia en Perú. El fallo a su favor marcó un precedente, puesto que pedía a las autoridades no aplicar el artículo 112.
La enfermedad degenerativa en los músculos de Estrada empezó a afectar a sus pulmones en 2015. Esto provocó una traqueotomía que le permitió respirar. Sin embargo, le obligaba a estar conectada permanentemente a una máquina.