Cuando está a punto de cumplir un año del inicio de la ofensiva militar sobre la Franja de Gaza, la región se enfrenta ahora a la posibilidad cada vez más real de un conflicto a gran escala, especialmente en Líbano. Allí, según Acción contra el Hambre, Israel emplea el mismo ‘modus operandi’ que en el enclave palestino, haciendo del hambre un arma de guerra y cada vez más peligrosa la labor de los trabajadores humanitarios.
«En Líbano estamos observando el ‘modus operandi’ que hemos visto en la Franja de Gaza», alerta Jean-Raphael Poitou, responsable de incidencia de Acción contra el Hambre en Oriente Próximo, en un acto celebrado hoy en Madrid.
«Estamos viendo en Gaza, en Cisjordania y en Líbano, que el bloqueo de camiones y la distribución de la ayuda se está utilizando como arma de guerra», insiste Poitou, quien destaca las dificultades de los organismos internacionales para poder repartir con seguridad toda esta ayuda humanitaria.
«Muchos de los almacenes que utilizábamos han sido destruidos en los bombardeos israelíes (…) La gente está desesperada, la gente ataca los camiones porque se está muriendo de hambre, se está utilizando a propósito», relata.
A medida que el 80 por ciento de las familias palestinas depende de la asistencia alimentaria externa, la producción agrícola ha disminuido un 60 por ciento y algunos productos han experimentado aumentos del más del 200 por ciento, exacerbando la inseguridad alimentaria. «Se han destruido cultivos, tierras, olivos, se ha cortado el acceso al agua» en Gaza y Cisjordania, cuenta Poitou.
Por su parte, la responsable de Acción contra el Hambre en Oriente Próximo, Natalia Anguera, denuncia que «este tipo de acciones que no respetan el Derecho Internacional Humanitario y que ponen trabas a la ayuda humanitaria van orientadas a intentar aumentar el hambre y a incrementar la vulnerabilidad de la población».
«Seguridad alimentaria es dignidad, es autonomía, que las personas puedan producir y comprar sus propios alimentos, que no depende ni de la ayuda, ni de condicionantes externos (…) Lo que nos estamos encontrando en Gaza y Cisjordania es destrucción deliberada de tierras agrícolas, de los mercados locales», dice.
Anguera señala que aunque hoy se acabase la guerra, se tardarían 14 años en retirar los artefactos explosivos aún sin detonar que hay esparcidos por las tierras de la Franja de Gaza, en donde además los propios agricultores son parte de esa población desplazada. «No pueden ir ni a recoger ni a plantar nuevas cosechas», explica.
«El 95 por ciento de las tierras de cultivo en Gaza están destrozadas. Esto te hace depender casi por completo de la ayuda externa, que está siendo utilizada como herramienta para posicionar a la población», cuenta.
A pesar de ello, Anguera pone en valor las «pequeñas notas positivas» que sobresalen de este conflicto, como que sigan existiendo algunos agricultores en activo a los que apoyan, tanto en Gaza como en Cisjordania, donde la violencia de los colonos israelíes ha destruido muchos de los medios de vida de estas personas.
«Hemos visto un aumento de la violencia a partir del 8 de octubre en Cisjordania. Ya existía la violencia de los colonos, pero a partir de ese día se ha visto de una manera brutal. Sabiendo que muchos batallones del ejército israelí estaban en Cisjordania antes del 7 de octubre, el Gobierno israelí ha distribuido armas a los colonos para poder reemplazarles», cuenta Poitou.
Poitou enfatiza que es «imprescindible», además de proteger la vida de los civiles –entre ellos los rehenes en manos de Hamás–, poner en marcha todos los mecanismos necesarios para respetar las tareas de los trabajadores humanitarios y poner fin a la muerte de cooperantes, que en Gaza son ya más de 200.
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«Las partes del conflicto tienen toda la información de nuestros movimientos, dónde nos alojamos, dónde distribuimos, dónde dejamos las cosas. No hay excusas cuando pasa algo al respecto», remarca Poitou, quien lamenta también que les están impidiendo poder acceder a las zonas en conflicto.
«No nos están renovando los permisos de trabajo, nuestros equipos tienen que trabajar en muchas ocasiones de manera remota y eso complica las relaciones con las autoridades tanto israelíes como palestinas y tampoco podemos contratar a personal local porque como palestinos tienen los movimientos restringidos», explica Poitou.
Asimismo, el personal sanitario que allí se encuentra tiene que trabajar dentro de un sistema «completamente colapsado» y que con la llegada del invierno y las lluvias –y con ello una mayor facilidad de propagarse enfermedades– traerán consigo una nueva crisis que acabará afectando especialmente a los más pequeños.
Cristina Izquierdo, coordinadora de nutrición y salud del equipo de emergencias de Acción contra el Hambre, alerta de que «no hay ningún tipo de respeto por la vida del personal sanitario, ni recursos, ni medios para hacer frente a la crisis que viene encima y que no hace más que empeorar».
«Actualmente todos los niños en la franja de Gaza están en riesgo de desnutrición», cuenta Izquierdo. Más de 47.300 personas han recibido tratamientos, incluidas mujeres embarazadas, lactantes y niños menores de cinco años, a medida que los casos entre los más pequeños se han disparado desde el inicio de la guerra.
«Hay un acceso al agua insuficiente y las condiciones de higiene son horribles (…) Cuando llegue el invierno, llegue el frío y la lluvia, veremos un aumento de las infecciones respiratorias como la neumonía, bronquitis y diarrea. Todos los niños están en riesgo (…) en un sistema donde la vacunación está interrumpida (…) Va a ser cada vez más duro», alerta Izquierdo.
Anguera, por su parte, adelanta que no serán capaces de contrarrestar el temporal de lluvias que se prevé pueda azotar los próximos meses la Franja de Gaza debido a la situación de desplazamiento. «Nos vamos a encontrar muchas zonas inundadas en las que se mezclarán residuos y desechos», lamenta.
En ese sentido, cuenta que Acción contra el Hambre en coordinación con las oficinas de Naciones Unidas y otras organizaciones humanitarias está reclamando que en los camiones de ayuda que puedan ir llegando al enclave vayan trayendo cada vez más nuevos artículos con los que hacer frente a las inclemencias del invierno.
Una vez más, la falta de fondos, denuncia Anguera, se convierte en la principal traba para poder hacer frente a este problema, más allá de las dificultades de las autoridades israelíes con las que ya se cuenta, así como por las nuevas necesidades que vayan apareciendo a medida que aumenta el conflicto en Líbano.
«De alguna manera los donantes o las personas que quieren apoyar se ven obligadas a distribuir los fondos», explica Anguera, quien ha destacado la importancia de que el conflicto en Gaza no desaparezca de los medios. «Es terrible decirlo así, pero los fondos muchas veces van vinculados a la novedad, a lo que te toca más. Por desgracia se va normalizando», lamenta.
las necesidades que han de ser cubiertas en la Franja de Gaza, explica Poitou, se suman las de más de un millón de personas en Líbano que huyen de la guerra, entre ellas unas 150.000 que han cruzado la frontera para entrar a Siria, «para buscar refugio en un país inseguro», cuenta.
«La única manera para poner fin a todo esto es un alto el fuego. Un alto el fuego que va a proteger a la población y a los trabajadores humanitarios para que luego podamos asistir a estas personas en las mejores condiciones», concluye.