Para comprender los efectos perniciosos de la escasez de lluvias hoy, debe saberse que se vive un momento trágico en el deterioro de las condiciones del clima, cuyas causas inmediatas son imputables unas veces a los africanos y otras no tanto.

La naturaleza confirma su capacidad de reacción ante la agresividad con la que actúa el individuo, cuando, por ejemplo, somete a una despiadada deforestación zonas boscosas.

Efectos. La erosión de los suelos, hasta convertirlos en infértiles, transforma a grandes extensiones del ecosistema en zonas de hábitat muerto, lo que afecta directamente a los humanos, quienes observan cómo desaparecen sus lugares de asentamiento y con ellos el sentido de pertenencia.

La más importante afectación climática sufrida en la actualidad en la zona del Cuerno de África (Somalia, Etiopía, Djiboutí y Eritrea) es una sequía de grandes proporciones que daña a más de 12 millones de personas. También el problema repercute en Kenya, adonde acuden miles los refugiados de países vecinos, en peor situación.

El campo de refugiados de Dadaab, construido hace 20 años para albergar a 90 mil personas, en la actualidad está por alcanzar los 400 mil habitantes, más de cuatro veces su capacidad. Se calcula que entre 1.300 y 1.500 personas llegan a diario al lugar. El mes pasado lo hicieron más de 40 mil somalíes, la cantidad mensual más alta en la historia del campamento.

Según el Fondo de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) , Uganda también comenzó a verse afectada por esa situación subregional, la peor de su tipo en los últimos 60 años, que ya causó miles de muertos y coloca en urgencia humanitaria a otros tantos.

Pobreza. Lo peor de su situación es que esos países pobres carecen en su mayoría de infraestructura para enfrentar, tanto la llamada sequía meteorológica —períodos de escasas lluvias—, como la hidrológica —de largos lapsos sin precipitaciones— y la secuela extrema, la aridez; faltan técnicas adecuadas y la pobreza impide su adquisición.

En ese ámbito afloran las mortales trampas del subdesarrollo, de sometimiento socioeconómico y limitación de las aspiraciones de progreso, dualidad nociva que intensifica la gravedad de las regiones afectadas, cada vez más dependiente. A eso se une la incapacidad de los estados de proyectarse por poseer los medios para neutralizar o por lo menos sortear la tragedia, asunto medular y multidiverso que se plantea a los países más pobres.