Con las alas rotas (II)
Ningunear, coloquialmente, significa ignorar o anular la presencia de otra persona; despreciarla y convertirla en nada. Un acto absolutamente voluntario de alguien en contra de otro. En su ensayo “Máscaras Mexicanas” (1950) Octavio Paz dice que “el ninguneo es una operación que consiste en hacer de Alguien, Ninguno”. Operación que el poeta habría ejecutado, junto a otros, contra su esposa la escritora Elena Garro.
Patricia Rosas Lopátegui, biógrafa de Garro, dice que Elena fue víctima del machismo de Octavio Paz por su insumisión, libre albedrío e independencia de criterio: mientras el poeta, cuidadoso de su carrera literaria, evitaba confrontarse con el gobierno, su mujer lo desafiaba. Mientras Paz se aliaba con los poderosos para consolidar su carrera diplomática, Garro buscaba a los más pobres para defenderlos. Y por eso, precisamente, fue expulsada no sólo de la vida del poeta, sino de México a mediados de los años 50, por órdenes de un presidente, como les conté en la primera entrega de este texto.
Elena Garro y su hija Laura Helena fueron enviadas por Octavio Paz a Francia, donde vivieron precariamente durante varios años, mientras el poeta trabajaba en una secretaría de la embajada mexicana en India y disfrutaba su nueva relación con la pintora Bona Tibertelli. Venganza, o no, Elena hizo lo mismo con el escritor argentino Adolfo Bioy Cáceres. Rota la relación, acordaron divorciarse en 1959.
Una mañana, la escritora se enteró por los periódicos franceses, de que en su país los campesinos con los que había ganado juicios para la devolución de tierras, estaban siendo asesinados. Sin pensarlo dos veces, decidió dejar todo y regresó con su hija a México no obstante la advertencia de Paz y otros intelectuales.
Y se encontró con un país convulsionado: eran mediados de los sesenta y en México no sólo los campesinos eran reprimidos, sino también dirigentes obreros y estudiantes. Garro retomó su activismo y se unió a marchas, mítines y huelgas contra el gobierno del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, que tenía a Octavio Paz como su embajador en India.
Ocurrió entonces la masacre de estudiantes en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968. Elena Garro fue acusada por el gobierno de instigar la rebelión estudiantil, acusación a la que se unieron escritores, periodistas y otros en venganza por las denuncias que Garro había hecho en su contra, en un memorable artículo titulado “El complot de los cobardes”. Al final, Elena y su hija salieron huyendo de México y en India Octavio Paz renunció a la embajada en protesta por la matanza.
Sin embargo, años después, el poeta hizo las paces con el gobierno y apoyó acríticamente a los subsecuentes; publicó sus mejores ensayos, sus más célebres poemas y en 1990 le otorgaron el Nobel de Literatura.
Garro y su hija Helena deambularon durante 24 años en Madrid, Francia y Suiza. Dormían en albergues y pedían limosna en las calles, porque los 300 dólares mensuales que les enviaba el poeta no les alcanzaban. Garro fue enfermando y Helena cayó presa del alcohol y los barbitúricos. En ese estado, regresaron a México en 1993 a vivir en un pequeño departamento que después llenaron con 37 gatos que recogieron de las calles. Quienes las visitaban, decían que el hedor de los orines y excremento llegaba hasta la calle. Sentada en un viejo sillón, Elena Garro se alimentaba de café, coca cola y cigarros, lúcida y brillante la mente, pero con el cuerpo empequeñecido pegado al de su hija que padecía de delirios y lapsos de ausencia cada vez más frecuentes.
Octavio Paz y Elena Garro murieron en 1998, primero él de cáncer de huesos y cuatro meses después ella de cáncer de pulmón. Helena, la hija de ambos, sufrió un derrame cerebral que le impidió hablar y la postró en una silla de ruedas. Recluida en un asilo, murió el 30 de marzo de 2014, luego de una diarrea y vómitos que no pararon hasta acabar con ella.
De los tres, sólo la obra literaria de Octavio Paz es la más conocida y difundida. De Elena Garro sólo se mencionan dos o tres de las 10 novelas que escribió. De sus obras de teatro y sus trabajos periodísticos, nada. Laura Helena escribió dos novelas, poesía y cuento que, también, cayeron en el olvido…
¿Puede el ninguneo lograr eso? La biógrafa de Elena Garro repregunta: ¿Puede volar un ave con las alas quebradas?
Javier Bustillos Zamorano es periodista.