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Condenado a morir espera su ejecución hace 42 años

Iwao Hakamada (74) es el reo que más tiempo lleva en un corredor de la muerte. En 1968 le culparon de matar a cuatro personas y cada mañana que despierta en su celda de Tokio no sabe si será la última, ya que en Japón las ejecuciones llegan con una hora de preaviso. 

El crimen juzgado fue el asesinato de cuatro personas de una misma familia en 1966 en Shimizu (Japón). La prueba de peso contra Hakamada —un ex boxeador profesional— fue su propia confesión tras 23 días de interrogatorio de 277 horas frente a 37 minutos de consejos para su defensa que lleva proclamando desde entonces.

A principios de los 80 le llegó el turno al compañero de la celda de al lado de Iwao. Cuando los guardias se lo llevaron entre chillidos, Hakamada empezó a volverse loco. Dejó de escribir cartas a su familia y durante 14 años rechazó las visitas y ahora piensa en construir un castillo.

«No tengo hermana», decía cuando Hideko Hakamada se acercaba a verle al Centro de Detención de Tokio. A pesar de las negativas, la mujer, ahora de 77 años, siguió yendo una vez al mes a la cárcel, complejo de hormigón de unas 10 plantas y cinco galerías principales, construidas en cruz y organizadas alrededor de un eje central.

Cuando Hideko retomó los encuentros con su hermano, el preso estaba quebrado. Sus charlas carecen hoy de sentido. «¡Estoy construyendo un castillo!», exclamó en agosto. Ella le siguió la corriente: «Me alegro. Ojalá lo termines a tiempo».

Inocencia. «Hace 39 años cometí una grave equivocación», escribió el ex juez Norimichi Kumamoto en un libro el 2007, dinamitando un largo silencio desde que dictó sentencia contra Hakamada junto a otros magistrados. Dejaba atrás el secreto, el alcohol, la culpa y lo que perdió: su carrera, sus dos mujeres, sus dos hijas. Sus palabras impactaron a la sociedad.

El ex magistrado, de 74 años, cuenta que hace años pidió perdón a la madre y la hermana de Iwao. Se tiró al suelo, arrodillado, agachando la cabeza a los pies de las dos mujeres. Ellas aceptaron el gesto, el mayor en el grado de arrepentimiento según las costumbres. «No dejes que lo asesinen», le dijo la madre.

Que Iwao es inocente y que la Policía montó las pruebas no sólo lo piensan hoy su hermana y Kumamoto, sino también la ex ministra de Justicia Keiko Chiba o la asociación de abogados de Japón, 22 de cuyos miembros luchan desinteresadamente por un nuevo juicio.

A Iwao se le sentenció por la muerte de cuatro personas: Fumio Hashiguchi, dueño de la fábrica de miso (pasta de soja para sopa) donde trabajaba, de la esposa de éste y dos de sus tres hijos.  Ocurrió el 30 de junio de 1966, los cuerpos aparecieron apuñalados y la casa, en llamas. Faltaban 200.000 yenes (unos 1.900 euros).

La Policía señaló a Hakamada desde el inicio. Porque era el único forastero en el lugar (vivía en un pabellón donde habitaban los empleados de la fábrica). Porque había sido boxeador. Porque estaba divorciado. Porque debía dinero. Porque tenía un corte en un dedo… Y porque su pijama tenía una pequeña gota de sangre, aunque él aseguró que la herida se la había hecho durante el trabajo.
Tras dos interrogatorios le dejaron ir, pero el 18 de agosto de 1966, Hakamada fue detenido de nuevo. Se autoinculpó y firmó el documento el 9 de septiembre de 1966. Dijo, entre otras cosas, ir vestido con el pijama al cometer el crimen y que apuñaló a sus víctimas con un (frágil) cuchillo. Pero antes de eso había tenido tenido dos meses para huir, pero no lo hizo, ni siquiera cuando los periódicos empezaron a informar de que el sospechoso era «H., de Hamakita»: «Sabía que era Iwao. ¿Pero por qué iba a escapar? ¡Era inocente!», clama su hermana Hideko.

Boxeador profesional en desgracia

Algo de  su vida

El condenado, el menor de seis hermanos, nació en 1936. A los 16 empezó en el boxeo y en 1957 fue el sexto mejor japonés en el ranking de peso pluma, pero en 1962 se lesionó la rodilla. Sin trabajo, en 1965 ingresó a la fábrica de Hashiguchi.

Iwao está loco, dice que es dios todopoderoso

«El Gobierno simplemente está esperando a que (Iwao) Hakamada muera, sin matarlo», piensa Nobuto Hosaka, parlamentario socialdemócrata nipón que tiene una destartalada oficina alejada del centro de Tokio.

En un país donde las reglas son oro, este político (que cree en la inocencia del Iwao Hakamada) consiguió esquivarlas. El 10 de marzo del 2003 tuvo un insólito cara a cara con el preso que a nivel mundial lleva más tiempo esperando su ejecución.

El parlamentario japonés recuerda a Iwao Hakamada como un hombre «bajito, pero con un cuerpo robusto». Aquí, una transcripción del diálogo que sostuvo Hosaka con el condenado hace casi ocho años.

–Señor Hakamada, hoy es el día de su cumpleaños.
–Yo no tengo edad. Nací antes que el mundo.
–¿Sabe quién es usted?
–Soy dios todopoderoso. Iwao no existe.
–¿Se lleva bien con los funcionarios (de la cárcel de Tokio)?
–No hay guardias. Yo mando aquí.
–¿Hace ejercicio?
–Camino. Pienso en las bacterias nocivas.
–¿Quiere que vuelva a verle?
–Estoy muy ocupado.
–Gracias por recibirme.
–Me han traído engañado.