La 18ª Conferencia Internacional sobre el Sida finalizó este viernes en Viena con un balance mitigado, donde el optimismo acerca de la prevención se vio empañado por la decepción y la preocupación acerca de la financiación de la lucha contra la pandemia.

El anuncio de la creación de un gel vaginal preventivo compuesto por un antirretroviral, un logro excepcional en años, despertó el entusiasmo de los 20.000 participantes en la Conferencia. «¡Por fin las mujeres podrán tener el control de su suerte entre sus manos!», aplaudieron los congresistas.

Pero también hubo fracasos y decepciones. En primer lugar, hace falta recorrer todavía mucho camino para lograr el acceso universal a los tratamientos, al que se habían comprometido para 2010 los países de la ONU, con solamente 5,2 millones de personas medicadas, por 10 millones que lo necesitan, o incluso 15 millones.

Michel Sidibé, el director del Fondo Mundial para el Sida, preconizó «una revolución de la prevención» y sugirió que los países «participen en la financiación de algunos de los costos». Como muchos participantes en la Conferencia, defendió la utilización combinada de herramientas de prevención como la circuncisión, los preservativos o eventualmente el gel microbicida, y los tratamientos.

En cuanto a las financiaciones, éstas despertaron más preocupaciones que optimismo. De manera reiterativa, Kazachkin recordó que los países pobres necesitan entre 13 y 21 millones de dólares para combatir el mal en el período 2011-2013. Pero la crisis no alienta la generosidad de los países.