En lo que parece una extensión de la ola de cambio que sacude al mundo árabe, esta protesta es un inusitado signo de descontento en este apacible país, situado en el extremo sureste de la península Arábiga y que, junto a Irán, controla el estrecho de Ormuz.

Al parecer, los enfrentamientos —los primeros que se producen en Omán— estallaron cuando los manifestantes, con bidones de gasolina, trataron de alcanzar una comisaría para liberar a los detenidos en la protesta del día anterior.

Los agentes lograron detenerlos, pero según las agencias de noticias, terminaron incendiando la delegación local del Ministerio de Trabajo y algunos coches. Al finalizar el día, al menos ocho personas habían resultado heridas y la Policía había instalado controles en la carretera a Mascat.

Las protestas más violentas se concentran en el estado de Sohar, principal centro industrial de Omán. Sin embargo, las manifestaciones parecen extenderse puesto que en Salalah, al sur del país, también se registraron dos pequeñas manifestaciones y un grupo de omaníes acampa desde el viernes frente a la oficina del gobernador de ese estado.

La gravedad de lo ocurrido ocasionó que 25 de los 84 miembros del Parlamento (que no tiene verdadero poder legislativo) pidan una reunión con el Gobierno de ese país para debatir el asunto. La situación también suscita preocupación fuera del país.

Si bien menos del 1% del petróleo que se consume en el mundo sale de Omán, su situación geográfica lo convierte en centinela de Ormuz, por donde pasa el 90% del crudo que exportan los países ribereños del Golfo Pérsico.
Como otros líderes de la región, el sultán Qabús, que gobierna Omán desde hace 40 años, quiso implementar, sin éxito, medidas sociales para evitar revueltas como las de Egipto y Túnez.